miércoles, 18 de septiembre de 2024

La balada de Hakon: Los siete guerreros


Unas nubes no muy espesas cubrían parcialmente el sol, proyectando así sus sombras sobre los campos del reino de Medderd. El paisaje estaba sembrado de pequeñas granjas situadas en mitad de la nada: una por aquí, otra por allá. Por allí sólo transcurría una vía importante: el Camino Tranquilo, cuyo nombre había sido bastante descriptivo hasta épocas recientes, en las que, ocasionalmente, algunos bandidos interrumpían aquella calma.

Por dicho camino pasaba Hakon, montado en un burro. El norteño escudriñaba el paisaje, pensando que sería agradable tener una granja allí y llevar una vida tranquila: no obstante, por supuesto, no tenía dinero para ser propietario de una, y probablemente nunca lo tendría. De ahí que se viera obligado a recurrir a todo tipo de trabajos precarios que apenas le suponían ingresos suficientes para llegar vivo al siguiente.

Hacía unos meses, había decidido volver a uno de los que ya había ejercido varias veces a lo largo de sus treinta y cinco años de vida: vendedor de baratijas. Al menos, no se metía en problemas. Había vuelto a comprar unos cuantos puñados de baratijas a un comerciante cíngaro, había vuelto a comprar un burro y volvía a recorrer los caminos. Otra vez. No podía negar que también la monotonía le molestaba un poco.

Su destino era ahora el reino de Muhsserd, donde esperaba vender aquellas baratijas, aunque, secretamente, también apostaba por planes alternativos, en caso de aburrirse del plan principal. Era bien sabido que el rey Sedrik ocupaba su tiempo en fiestas, banquetes y descanso; era un rey que no se molestaba mucho en ocuparse de los asuntos de Muhsserd, lo que había propiciado que los bandidos florecieran en aquel reino. En caso de verse sin otras opciones, tal vez Hakon podría volver a ser un bandido, robar a algunos comerciantes ricos y así ahorrar lo suficiente para retirarse y no tener que volver a recorrer los caminos…