Un relato que escribí para una colaboración con una ilustradora que al final no salió adelante. Me comentó que sus intereses eran psicología de prisiones, el jazz, los superhéroes y Tank Girl, así que lo mezclé todo en una historia.
No puedo presentarme, porque no soy nadie. En esta prisión,
sólo soy un número. Pero, aún así, tengo una historia que contar.
No sabría decir cuánto hace de aquello, ya que los guardias
nunca nos dicen qué día es. No tenemos herramientas ni método alguno para
llevar la cuenta del paso del tiempo: lo único que sabemos, es más o menos, la
hora por los horarios del desayuno, la comida, la cena, las duchas y la hora de
dormir, pero estos rituales repetidos día tras día no hacen sino imposibilitar
la cuenta del paso de los meses y los años.
En cualquier caso, un día llegó él. Desde el primer momento,
tuvo problemas con los guardias: era como si no supiera ser sumiso. Le
golpearon en las costillas, le tiraron al suelo, y le hicieron lamerles las
botas, pero su voluntad no se quebró.