domingo, 8 de julio de 2018

¿No estás escribiendo?


Parece buen momento para dejar por aquí una de las mejores escenas de El lado oscuro del corazón, una obra maestra de la filmografía de Eliseo Subiela, en la que la Muerte hace una visita a Oliverio. Escena también bastante conocida por el sampleo de unas cuantas frases en la canción Pura droga sin cortar, de Violadores del Verso.


Muerte: —¿No estás escribiendo?
Oliverio: —Estoy con mi tren. ¿Te gusta? Lo acabo de comprar. Tuve varios, pero los fui perdiendo en las mudanzas.
M: —¿Y desde cuándo no escribes nada?
O: —Estuve de viaje.
M: —Quizá ya no tengas nada que decir. O quizá comenzaste a darte cuenta que soy la mujer más importante de tu vida. O quizá decidiste quedarte en silencio para que yo te dicte mis palabras.
O: —Tus palabras. Puede ser que sirvan para redactar un comunicado militar, pero un poema…

M: —¿Ya encontraste a la que vuela?
O: —Todavía no.
M: —Me estás ocultando algo.
O: —Siempre te voy a ocultar algo. Lo sabés, y creo que eso es lo que más te gusta.
M: —¿Gustarme? A mí nada puede gustarme, Oliverio.
O: —Pobrecita. Sos tan aburrida… ¿Qué me miras?
M: —No sé. Pensaba en el día que tenga que llevarte y te confieso que no sé cómo te lo voy a decir. Con otros es más fácil, pero a vos no sé cómo te lo voy a decir.
O: —Te compadezo.
M: —¿Por?
O: —Tenés un laburo de mierda. ¿Querés un café? ¿Un cigarrillo…? Qué ridícula sos. Te cuidas la salud.
M: —Mira, aquí te marqué varios trabajos posibles: hay uno interesante como gerente de un banco. Bueno, en realidad dice “subgerente”, pero yo podría hacer los arreglos. El hombre que está allá es un poco mayor…
O: —No necesito que me busques trabajo. Estoy bien así. ¿Cómo te lo tengo que decir? Mi oficio es el de poeta.
M: —¿Poeta?
O: —Soy poeta.
M: —¿Qué oficio es ser poeta? ¿Dónde dice aquí “se busca: poeta. Buena remuneración”? Ah-ah. Sólo trato de que seas sensato, Oliverio, que dejes de ser un niño.
O: —¿Para qué? Los nervios se me adhieren al barro, a las paredes. Abrazan los ramajes, penetran en la tierra, se esparcen por el aire hasta alcanzar el cielo, el mármol. ¡Los caballos tienen mis propias venas! Cualquier dolor lastima mi carne, mi esqueleto. Las veces que me he muerto al ver matar a un toro.
M: —Estás completamente loco. Un demente. Un chico enfermo. Un idiota irresponsable al que debería obligar a suicidarse.
O: —Si diviso una nube, debo emprender el vuelo; si una mujer se acuesta, yo me acuesto con ella. Cuántas veces me he dicho: ¿seré yo esa piedra? Nunca sigo un cadáver sin quedarme a su lado. Cuando ponen huevos, yo también cacareo. Basta que alguien me piense para ser un recuerdo.

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