Recupero un artículo que escribí para Nueva Revolución (un medio por el que siempre es buena idea pasarse, por cierto).
Es un tema polémico. Ya en el Manifiesto Comunista, Marx y
Engels definían la caridad como “socialismo burgués”, como una forma de mejorar
muy ligeramente la calidad de vida de la gente que vive en la pobreza para
tranquilizarles y que no se enfaden; dando por hecho que su enfado llevaría a
una revolución en la que saldrían definitivamente de la pobreza. Ésta es una
postura considerada como muy radical en la sociedad actual, y no resulta
difícil ver por qué: es difícil no agradecer a quien destina parte de su dinero
a causas sociales.
Me parece totalmente lógico, la verdad. Lo cierto es que creo
que hay muchos tipos de caridad. Hay caridades menos generosas y más generosas
(en cuyo caso estaríamos hablando de solidaridad, casi, que ya es otro
término). Hay algunas más interesadas y menos desinteresadas. Hay caridades que
ayudan a la gente, que calman la conciencia de quien las ofrece, que se venden
bien y que quedan bien. Voy a hablar de unas cuantas recientes.
Hay ejemplos de caridad, como Amancio Ortega, que son
ridículos por cantidad y por comparación. Por cantidad, porque al segundo
hombre más rico del mundo, desembolsar unos cuantos miles de euros es el
equivalente a que a cualquiera de nosotrxs se nos caiga un céntimo, uno, del
bolsillo. Por comparación, porque podemos comparar con el resto de actos de su
vida y nos encontramos a un hombre que ha conseguido su fortuna en Brasil o Bangladesh,
pagando a niños, 90 € mensuales por 16 horas diarias (cifras de El
Confidencial, 19 de agosto de 2011). Por eso, hay veces en que la caridad sólo
es un escaparate para salir en los periódicos y vender más. Se invierte en
publicidad como quien invierte en una campaña publicitaria.
En este mismo sentido, hay ejemplos de caridad ridículos por
el descaro. Quiero decir, Amancio Ortega dona dinero a Cáritas, que es lo
típico. Melendi dona dinero al padre de Marta del Castillo para encontrar el
cadáver de su hija. No puedo evitar sentirme mal al tener que comparar causas,
cuando todas son importantes, y tener que poner una encima de otra. Pero,
seamos sinceros, cuando en tu vida te ha preocupado en absoluto que haya gente
muriendo de hambre o de frío y decides donar dinero sólo para la causa más
mediática posible de todas las que has encontrado, es bastante sospechoso.
Recuerdo otro caso reciente, del Rayo Vallecano impidiendo el
desahucio de una anciana, y pienso que la afición estará encantada, así como
los ultras y quién sabe si algún jugador. Y de haber salido de ellos, tal vez
me lo creería, pero cuando son los multimillonarios dueños del Rayo Vallecano
los que ejercen la caridad, no me la creo, como no me creo la de Amancio ni la
de Melendi.
Pero lo más curioso de todo es que, bueno, peor es la
alternativa. Si va a haber millonarios invirtiendo en publicidad, prefiero que
lo hagan mediante este engañoso método a que lo hagan con un anuncio en la TV.
Al menos de esta manera habrá unas pocas personas, muy pocas pero algunas, al
fin y al cabo, cuya calidad de vida mejorará. De hecho, si todos los grandes
empresarios usaran la caridad como estrategia publicitaria, seguramente
seguirían siendo igual de malas o buenas personas, pero el mundo sí estaría
algo mejor aunque fuera por casualidad.
Así que esto es lo mejor que podemos esperar de alguna gente.
Que, buscando conseguir beneficios, sin querer, sus acciones terminen
beneficiando a alguien. Menos da un anuncio en la TV, ¿no?
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