miércoles, 16 de febrero de 2022

Somos posmodernxs

Artículo publicado originalmente en la revista Anthropologies, siempre recomendable. Y de paso, su versión en Youtube también.


A lo largo de los últimos años, se ha desarrollado una extraña moda en redes sociales. Esencialmente, se podría resumir en que los comunistas con ideas más conservadoras en el ámbito social tachan a cualquier otra propuesta de izquierdas de posmoderna, de “posmo”. Bueno, a veces ni siquiera son comunistas en absoluto, sólo reaccionarios que se hacen llamar como tales, pero en cualquier caso, la moda está ahí.

Pero, ¿qué es la posmodernidad? ¿Tiene algún sentido esta moda? Bueno, mayormente no: quizá en el fondo, rebuscando mucho, se podría encontrar algo de sentido, pero en general, el término se ha desvirtuado tan completamente que una buena parte de la gente que lo emplea no tiene la menor idea de lo que significa o lo que implica, no sabe por qué lo está usando y a veces incluso, paradójicamente, lo usa una persona que tiene ideas bastante posmodernas o bastante influidas por la posmodernidad sin saberlo. De hecho, precisamente, haber redefinido la palabra “posmoderno”, para que no signifique lo que significaba hace unas décadas, es bastante posmoderno. En ese sentido, irónicamente, quien utiliza “posmo” para clasificar a otros en base a una nueva definición de la palabra, muestra una actitud bastante “posmo”.

El hecho de que mucha gente esté empleando “posmo” como insulto para cualquier idea del ámbito de la izquierda que no le guste , sin saber lo que significa, no es una acusación que yo me haya inventado para desprestigiarles: sin ir más lejos, Roberto Vaquero confesaba que “es difícil definir con claridad el posmodernismo ideológico” como excusa para no hacerlo. Ya, claro, claro que es difícil… es difícil para él, porque, en su caso, definir “posmoderno” significaría inevitablemente confesar que llevs años empleando mal dicho término y quedaría bastante ridículo.

Yo, aprovechando que no tengo ese lastre, sí me atrevería a tratar de definir el posmodernismo y sus características. Diría que es una corriente filosófica que surge cuando se deja de creer en el discurso de la modernidad, que va formando sus características a partir de los años 50 del siglo XX, con especial énfasis en los años 70, donde ya podría definirse como tal, y que va desarrollándose hasta la actualidad. Sus características a menudo se entrecruzan entre sí, yendo ligadas o siendo una consecuencia de otra, por lo que no es fácil hacer una separación absolutamente clara, pero para no eludir el reto, pues he intentado delimitarlas en 12 puntos distintos. Sin embargo, como digo, estos puntos a veces se cruzarán un poco entre sí.

También me gustaría adelantar un poco dos características de otro tipo, y más subjetivas, a las que creo haber llegado sobre el posmodernismo, y que dan forma al título de este artículo: creo que el posmodernismo está cerca de ser la filosofía predominante, que ha influido mucho sobre la sociedad actual y que, como señalaba antes, incluso la gente que usa “posmo” como insulto tiene en verdad ideas mucho más posmodernas de lo que cree. Creo también que el posmodernismo es inevitable: es decir, que atendiendo a las condiciones históricas y sociales, no podía surgir otra corriente filosófica que no fuera ésta. Si cambian, o cuando cambien, estas condiciones históricas y sociales, surgirán nuevas corrientes filosóficas que quizá corrijan las facetas que más gente odia del posmodernismo; pero en el momento histórico actual, es inevitable. Espero que a lo largo del artículo se vaya entendiendo por qué creo que el posmodernismo es predominante e inevitable.

Así pues, las doce características que a mí se me han ocurrido que resumen bien esta corriente son éstas:

 

1. Concepción relativista y subjetiva del mundo.

Esto no es nada nuevo; no es característico únicamente del posmodernismo. Ya en la Grecia clásica, Platón reprochaba a los sofistas su relativismo. Ha habido muchas otras corrientes filosóficas relativistas. Sin embargo, sin ser una característica exclusiva, sí que es de las más importantes en el posmodernismo. Expuesta en su máxima expresión, esta idea vendría a decir que nadie tiene la verdad absoluta, que todos los hechos están sujetos a la interpretación del observador.

En este sentido, aunque probablemente habrá gente que piense que me estoy viniendo muy arriba, veo un paralelismo con la física. Creo que el posmodernismo y la física se influyeron mutuamente, porque la popularización de esta corriente filosófica coincide en el tiempo, pasada la primera mitad del siglo XX, con la popularización de la mecánica cuántica. El experimento de la doble rendija de Young, pareciendo insinuar que la realidad puede ser dos cosas a la vez, y el principio de indeterminación de Heisenberg, promulgando que no se puede conocer con exactitud la posición y el movimiento de un objeto dado, moldean la física posterior a Einstein.

Como digo, igual me estoy viniendo arriba y es una casualidad, pero no puedo evitar pensar que, si el relativismo empezó a recobrar importancia en el campo de la física teórica y en el campo de la filosofía más o menos por las mismas fechas, haya una relación entre estos acontecimientos.

Por otro lado, otros avances tecnológicos han facilitado la posibilidad de considerar que no podemos percibir la realidad. Si nos remontamos a siglos anteriores, podemos recordar la filosofía de Descartes, y su hipótesis del genio maligno. Este recurso argumentativo exponía que podía haber una entidad mística que nos obligaba a engañarnos cuando razonábamos. Ahora hay nuevas formas de plantearnos esto: por ejemplo, podríamos vivir en una simulación informática. La teoría de la simulación informática es una actualización de la hipótesis del genio maligno a nuestros días, y han sido los avances tecnológicos lo que posibilitan que esto se pueda contemplar.

 

2. Diversidad cultural y antropológica, integración de otros puntos de vista.

Este punto parece una continuación inevitable del anterior: si el relativismo vuelve a la carga y, en su aspecto más extremo, promulga que todo punto de vista es igualmente válido… pues habrá que escuchar esos otros puntos de vista. Y eso nos lleva, también inevitablemente, a la pregunta: ¿cuáles son las voces que han sido silenciadas? ¿A quiénes hemos escuchado ya y a quiénes no hemos escuchado todavía? Y, desde un punto de vista antropológico y sociológico, queda claro que la voz del hombre blanco europeo y heterosexual ha sido más escuchada que otras.

Esto implica pararse a escuchar otras voces, incorporar ideas y puntos de vista de otros perfiles, de otras sociedades, de otras culturas.

Ni que decir tiene que, histórica y socialmente, seguramente esto tiene mucho que ver con la globalización, con que cada vez sea más fácil viajar y con que internet y otros medios nos permiten acceso a mucha mayor diversidad de voces y de culturas de las que nunca antes a lo largo de la Historia habíamos podido escuchar y conocer.

Aprovecho para hacer una concesión a quienes más energía dedican a atacar el posmodernismo: tienen razón en que, si esta idea se aplicase en su aspecto más extremo, por ejemplo, deberíamos ver con buenos ojos que se lapide a mujeres por adulterio, puesto que la ética es relativa y en la ética de algunas culturas es correcto hacer eso. No creo que sea una amenaza probable, no creo realmente que las ideas posmodernas influyan ante tal punto que las lapidaciones se empiecen a ver con buenos ojos por una parte importante de la población… pero es cierto que la amenaza está ahí. También es cierto que algunas corrientes filosóficas, pese a estar influidas por ideas claramente posmodernas, han tratado de salvar estos obstáculos: nuevas corrientes universalistas o el cosmopolitismo proponen escuchar todas las voces pero, aún así, alcanzar un consenso para generar una nueva ética universal, lo que podría evitar errores como ver la lapidación con buenos ojos.

 

3. Cuestionamiento de la filosofía previa.

Conclusión inevitable de los dos puntos anteriores, ¿no? Si la verdad es subjetiva y hay que escuchar voces de otras culturas, igual no podemos seguir al pie de la letra las filosofías de Aristóteles, Santo Tomás o Kant.

Esto tampoco es nada exclusivo del posmodernismo; de hecho, para avanzar en la historia de la filosofía siempre ha habido intentos de refutar a filósofos anteriores, o el avance no sería posible. Pero, nuevamente, es una característica importante del movimiento que estamos tratando, que en algunos aspectos se podría decir que parte de cero, pues no da por buenas ideas ya establecidas.

 

4. Abandono de los dualismos.

Por tanto, no es de extrañar que el posmodernismo también rechace los dualismos y busque a menudo el término medio, o combinaciones de ambos extremos, o terceras posiciones… No estamos ante un movimiento que vea en blanco y negro, desde luego, sino que busca poder percibir y reconocer toda una gama de matices.

Cuando alguien afirma que el sexo o el género no son binarios, por ejemplo, y se le tacha de “posmo”, es una simplificación exagerada… pero, como decía antes, si buceamos mucho, tal vez podamos encontrar algún sentido en usar ese término: después de todo, es cierto que la concepción no binaria del sexo sólo es posible en un movimiento que rehuya los dualismos, y más probable en un movimiento que busque escuchar todas las voces, como comentaba en el punto 2: dado que el posmodernismo tiene ambas características, sí, puede amparar con mayor facilidad el discurso de sexos no binarios que otras corrientes.

 

5. Individualismo.

Por un motivo u otro, el caso es que las ideas de Ayn Rand calaron en la economía y en la política: probablemente esto fue reforzado desde el poder, al que le venía bastante mejor que no existiese una concepción marxista, por poner un ejemplo contrario, que llevase a la clase obrera a organizarse y a luchar por sus intereses conjuntos.

Pero el individualismo, otro de los valores asociados al posmodernismo y relacionado con otros de los puntos de los que hablo aquí, no se limita a la política o a la economía: también es palpable en la estética, por ejemplo. Seguramente haya diversos factores sociológicos que ayuden a explicar esto, no uno solo: la globalización y la diversidad cultural que ha traído, el afianzamiento de la sociedad de consumo con una facilidad para comprar una variedad mucho mayor de ropa que en siglos anteriores, etc.

De hecho, es interesante analizar la estética y la moda: aunque vivimos en una sociedad bastante individualista en relación a otras del pasado y con una mayor variedad estética de la que nunca se ha conocido en la Historia, a su vez existe otros factores que tienden a homogeneizar la estética y, por tanto, a desafiar esta individualidad. La gente compra la ropa que está “de moda”, o se agrupa por “tribus urbanas”, imitando así el estilo estético de otras personas. Debido a esto, no hay tanto individualismo como podría haber, teóricamente hablando.

Aprovecho para decir que a mí el individualismo en un sentido estético y similares me parece bien, ningún problema; en los campos político y económico, en cambio, agradecería que hubiera menos individualismo del que hay.

 

6. Valores y referentes líquidos, poco duraderos.

Este es otro punto muy relacionado con el punto 1, aunque creo que merecía que se le dedicara atención especial.  El subjetivismo hace que se salte con rapidez de una idea a otra, que sean menos firmes.

No es de extrañar que, en la Grecia clásica, volviendo al ejemplo que ponía en ese punto, el subjetivismo predominara en las épocas y zonas de mayor guerra y conflicto. Cuando el sistema político cambia constantemente, la sociedad cambia constantemente… probablemente es mucho más fácil, desde el punto de vista psicológico, que las ideas se afiancen menos y que se salte de una a otra con mayor rapidez.

Desde mediados de los años 50, por primera vez en la Historia, vivimos en un mundo que puede ser destruido. La escalada de armamento atómico en la Guerra Fría nos aportó la noción de que, de un momento a otro, el planeta, con todas sus ciudades y sus vidas, podría ser reducido a cenizas. Abierta esta posibilidad, no me extraña que en la corriente filosófica que empieza a asumir esto haya valores más líquidos y menos firmes que en las anteriores. Ésta es otra de las razones por las que creo que el posmodernismo es inevitable por razones históricas: ahora vivimos en un mundo que cambia constantemente y que podría cambiar radicalmente en apenas instantes. En un mundo así, el subjetivismo crece y las ideas pierden firmeza.

 

7. El consumo ayuda a definir la identidad.

Probablemente como consecuencia de la creación de la sociedad de consumo, nuestras decisiones al respecto aportan más a la definición de nuestra identidad que en corrientes de pensamiento anteriores. Internet va asociado a esto, claro; pero ya de por sí, incluso sin internet, existe un amplio abanico de productos de todo tipo que permiten una variedad de elecciones nunca antes conocida, y esas decisiones parecen ayudar a definir la identidad.

Así, si en el punto 4 hablaba de estética, ésta es una de las formas de analizarlo, cómo la estética escogida por una persona ayuda a que se defina de una forma u otra. Pero no sólo la estética, claro. Los productos culturales o los productos alimentarios que consumimos también entran en esta dinámica con tanta fuerza como las prendas de vestir y accesorios: así, uno puede ponerse diversas etiquetas o adjetivos en función de qué tipo de música escuche, qué tipo de novelas lea, qué tipo de películas vea, qué tipo de alimentos ingiera.

En mi opinión, el exponente más claro y definitivo de este punto son las etiquetas con las que alguien se puede definir en el apartado de biografía de una red social (nótese la importancia de la palabra “biografía”, que no creo que sea casual). En estos apartados abundan términos como, no sé, por poner algunos ejemplos: “gamer” (consume videojuegos), “trekkie” (consume productos de Star Trek), “marvelita” (consume productos de Marvel), “k-poper” (consume k-pop), “swiftie” (consume específicamente música de Taylor Swift), “criaturita del Señor” (consume específicamente los vídeos en Youtube que hace El Rubius)… también es inevitable subrayar que muchos de estos términos vienen ligados inevitablemente al fenómeno fan, que probablemente empieza a ser tal y como lo conocemos ya desde los tiempos de los Beatles.

 

8. Dificultad para elegir.

Ya que hablaba en el punto anterior del amplio abanico de productos que ofrece la sociedad de consumo, creo que conviene ver a continuación que este abanico puede crear una seria dificultad para elegir.

Haciendo referencia a lo que en economía se conoce como coste de oportunidad, queda claro que existen demasiados productos para que los consumamos todos, y elegir algunos implica, por necesidad, tener que renunciar a otros. Y eso puede ser incómodo.

En ese sentido, este punto se conecta también con el punto 6, en el que hablaba de los valores y referentes líquidos y poco duraderos… y es que elegir unos es difícil, y existe la tentación de dar marcha atrás y sustituirlos por otros, y así sucesivamente. Por no hablar de la simple parálisis, la dificultad para tomar cualquier elección por miedo a estar rechazando otras.

Y, aunque en este punto creo que la sociedad de consumo tiene mucho que ver, creo que este fenómeno de la dificultad para elegir se extiende más allá de los productos de consumo y abarca muchos otros temas.

Parece haber un sentimiento generalizado de que elegir una carrera universitaria resulta, estadísticamente, más difícil que nunca: cada vez hay un mayor porcentaje de gente indecisa, con mayor dificultad para elegir. También las relaciones personales, sean sentimentales o de otro tipo, parecen durar bastante menos que en siglos anteriores. Tal y como lo veo, en el pensamiento posmoderno abunda la idea de que hay un amplio abanico de opciones y la indecisión a la hora de decantarse por una.

 

9. Importancia del lenguaje, porque moldea la realidad.

Una vez más, nos encontramos ante una idea que de por sí no es nueva, y que han defendido diversas corrientes filosóficas a lo largo de la Historia, pero que también es clave en este movimiento. Obviamente relacionada con el subjetivismo y con la integración de otros puntos de vista mencionados en los dos primeros puntos, si hubiera que buscar un antecedente directo, yo tal vez mencionaría a Wittgenstein. Ha habido filósofos antes y después de Wittgenstein subrayando la importancia del lenguaje, pero quizá él sea el antecedente directo más claro de este punto.

“Lo que no se nombra no existe” es, por ejemplo, una de las máximas que podemos encontrar en la actualidad derivadas de la idea de que el lenguaje moldea la realidad. Eso explica la preocupación creciente de muchas personas por crear un lenguaje inclusivo que no gire únicamente en torno al género masculino como neutro. Esto no significa que la idea de que sería más deseable un lenguaje más inclusivo se limite al posmodernismo, hay otras corrientes que también lo consideran; pero se entiende por qué un movimiento que, al menos en cierto grado, sostiene que el lenguaje moldea la realidad se preocuparía más por este tema que un movimiento en el que el lenguaje sea una herramienta comunicativa con menos importancia.

Por cierto, creo también que la suma entre el relativismo y la importancia del lenguaje genera otro fenómeno conocido en el posmodernismo: el cambio de significado de las palabras. Tiene sentido que si todo es relativo y el lenguaje es importante, se puedan resignificar las palabras para reapropiárselas. Y es en ese sentido en el que, como señalaba al principio, quien usa “posmo” con un significado nuevo, está, irónicamente, asumiendo una actitud más posmoderna que la persona a la que quiere clasificar tachándola de posmoderna.

 

10. Concepción no lineal de la Historia.

Para explicar este punto, puedo volver a remitirme a la ya mencionada aparición de la bomba atómica y a lo que supone su existencia para la filosofía. En cualquier momento, el mundo podría ser reducido prácticamente a cenizas… o, en un escenario ligeramente más optimista en algunos aspectos, podría ser devastada toda la civilización y que sólo sobrevivan pequeños grupos de personas que se ven obligadas a usar una tecnología más primitiva, un escenario pos-apocalíptico muy presente en la ciencia-ficción y teóricamente posible.

Y es que, allí donde la filosofía europea durante varios siglos sostenía una concepción lineal de la Historia, el posmodernismo valora ahora la posibilidad de que existan retrocesos importantes, o ciclos, por poner algún ejemplo.

En ese sentido, tampoco se puede obviar que retoma algunos elementos de filosofías orientales que tampoco tenían una concepción no lineal  de la Historia; aunque, en mi opinión, la explicación a que en el posmodernismo existan estas ideas tiene más que ver con la incertidumbre de los tiempos actuales y la posibilidad de que la sociedad colapse que con la herencia de las filosofías orientales.

 

11. Visión no teleológica, ausencia de un fin último.

Este punto bien podría haber sido combinado con el anterior, pero creo que merecía su propia explicación. No sólo se puede retroceder en el avance histórico, sino que, además, desde la perspectiva posmoderna no se contempla un fin último, un “telos” que sirva como punto final y dé significado a la Historia.

Así como básicamente cualquier discurso cristiano habla del Apocalipsis y la llegada del Reino de los Cielos como un fin último de la Historia, y el discurso marxista habla del fin de la lucha de clases y la llegada del comunismo, la visión posmoderna no tiene un equivalente en ese aspecto. No hay una meta final, no hay un objetivo último.

 

12. Inmediatez e importancia del presente.

Este último punto de los que he considerado importantes puede verse relacionado con el anterior –si no hay un fin último de la Historia, mejor centrarse en el presente-, pero también con otros puntos anteriores como el de los valores y referentes líquidos.

Y, nuevamente, la sociedad de consumo tal y como la conocemos ahora también puede haber ayudado a esto. Los medios de transporte cada vez son más rápidos. Internet evita que haya que esperar semanas a que llegue una carta: la comunicación es casi instantánea. Las compras de objetos físicos por internet también son cada vez más frecuentes. La comida rápida. Toda una serie de estructuras, bienes y servicios que nos llevan a vivir con cada vez mayor inmediatez: me parece lógico que eso se haya trasladado también al pensamiento.

 

Terminados estos 12 puntos, imagino que se entiende por qué considero que todxs somos posmodernxs en cierto grado a estas alturas, y por qué es inevitable esto, al depender de circunstancias históricas y sociales. Las bombas atómicas, la sociedad de consumo, el desarrollo de la tecnología, las nuevas visiones sobre la informática, la globalización, el mayor acceso a la información, los rápidos cambios de sistemas políticos… todo ello son circunstancias que hacen que el posmodernismo sea inevitable: es la corriente filosófica más probable para las circunstancias en las que vivimos.

Cuando estas circunstancias cambien, las corrientes de pensamiento con mayor importancia también cambiarán, se ajustarán al nuevo contexto. Es posible que, siguiendo un movimiento pendular, en un futuro vuelvan a existir corrientes de pensamiento que no sean relativistas, o que tengan creencias más firmes, o nuevamente, una visión teleológica de la Historia. Algunas corrientes dentro de los realismos ya apuntan en esa dirección, pero no creo que tengan mucho éxito a corto plazo.

A mí, ciertamente, una buena parte de estos doce puntos me representa y me parece ventajosa respecto a otras corrientes filosóficas. Otras cosas, la verdad, no me gustan mucho: ya he señalado algunas de ellas. Y entre las que no me gustan, no puedo evitar tampoco señalar algunas que, aún así, me influyen, aunque prefiera evitarlo. Es algo complicado de cambiar, e incluso me atrevería a augurar que, de todos modos, el posmodernismo no ha alcanzado aún su cénit: todavía le quedan unos cuantos años más de adquirir más fuerza –salvo que se diera, por algún motivo, un cambio muy brusco en todas las circunstancias históricas y sociales-.

¿Seguirá habiendo personas que usan “posmo” como un término cajón de sastre para denominar a otras personas que, en realidad, a menudo ni siquiera tienen más influencias del posmodernismo que ellas mismas? Probablemente. Yo quiero pensar que en algún momento pasará de moda cuando se empiecen a dar cuenta de lo ridículo que es. Mientras tanto, ahí seguimos.

Ésas son mis conclusiones: nos guste, no nos guste o nos guste a medias, tenemos posmodernismo para rato, porque es inevitable en este momento histórico. Y a estas alturas, y en unos años aún más, todxs somos posmodernxs.


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