Como soy vago, rescato este artículo que publiqué hará unos 3 años en Bella Ciao.
No es ningún secreto que la difusión de la responsabilidad
es una de las mayores justificaciones de la maldad humana. En 1961, fue juzgado
Adolf Eichmann por su responsabilidad en el Holocausto judío. Eichmann, que era
el encargado de las deportaciones a campos de concentración, alegó que él no
tenía ninguna responsabilidad de las muertes, dado que se limitó a cumplir
órdenes.
El mismo razonamiento se puede extrapolar en la misma
dirección, y también en la contraria: los ejecutores también cumplían órdenes,
y los que daban las órdenes no mataban personalmente a nadie.
El jucio de Eichmann hizo que el psicólogo Stanley Milgram
desarrollara uno de los experimentos sociales más célebres de la historia: un
grupo de voluntarios hacía el papel de profesores, que debían realizar
preguntas a un grupo de actores que fingían ser también voluntarios. Si los
alumnos fallaban las preguntas, los profesores debían castigarles con descargas
eléctricas (que, en realidad, no se producían). Los alumnos fingían dolor y
suplicaban terminar con el experimento, mientras Milgram insistía a los
profesores a que continuasen ejerciendo su papel.
Un 65 % de los sujetos administró descargas letales (lo
intentó, más bien) a los actores. Una vez más, sólo cumplían órdenes.
El experimento resulta impresionante, y más estando
inspirando en el régimen nazi… pero se sigue pudiendo aplicar a la política
actual. Vivimos en un mundo donde se asesinan, violan y torturan civiles e
inocentes indiscriminadamente. Pero, ¿de quién es la responsabilidad?
¿Es de los soldados que sólo obedecen órdenes? ¿Es de los
generales que les mandan? ¿Es del gobierno que les manda a ellos? ¿Es de los
bancos y las multinacionales que presionan a los gobiernos para que lo hagan?
Pongo un ejemplo reciente, como puede ser la invasión a
Libia. Las tropas de la OTAN
lanzaron fósforo blanco sobre la población. Un arma química prohibida por los
convenios internacionales. En las imágenes se pueden ver a niños y adultos
calcinados, con miembros amputados y repletos de quemaduras.
Sin embargo, difícilmente podemos ver a Zapatero dando
siquiera una muerte rápida a alguien. ¿Es posible imaginárselo con una pistola,
apuntando a la frente de un niño, o torturándole? ¿O simplemente no tendría
estómago?
Pero sí tiene para hacerlo mediante la difusión de la
responsabilidad, porque no está muy claro de quién es la culpa. ¿Es de
Zapatero? ¿De los soldados que lanzaron el fósforo blanco? ¿De Obama, Sarkozy y
Berlusconi, por presionarle? ¿De British Petroleum, Exxon, Repsol y demás empresas
interesadas en el petróleo libio? ¿Quién tiene la culpa de todas las masacres y
crímenes de guerra que se producen cada día en nuestro mundo?
El capitalismo implica especialización, división del
trabajo. Sin duda, esto es lo más eficaz para la producción y el crecimiento
económico; y parece ser que políticamente también es lo más eficaz. Nadie tiene
las culpas, nadie tiene la responsabilidad, nadie sabe por qué se hacen las
cosas ni quién es la mano que mueve los hilos.
En ese sentido, parece que hay sistemas políticos, como el
fascismo o el capitalismo, que alientan a la gente a convertirse en marionetas,
robots, piezas de un mecanismo. Nadie tiene la culpa de nada ni el mérito de
nada. ¿De quién es el mérito de que un cantante llegue a ser famoso y vender
millones de discos? ¿Del cantante, de las personas anónimas que le escriben las
letras y le hacen la música, de los expertos en márketing por saber venderlo al
público, de los grandes jefazos de las discográficas por dar las órdenes…? Nada
parece estar claro.
Pero es peligroso. Es peligroso, porque una persona sin
estómago ni entrenamiento para matar a alguien y una persona sin motivos para
matar a alguien son inofensivas, pero en el momento en el que se juntan,
alguien va a morir.
Hay sistemas que distribuyen menos la responsabilidad. El
extremo absoluto sería el anarquismo, donde, si bien existe la cooperación, el
individualismo llega a tal punto que nadie recibe órdenes de nadie; por tanto,
si alguien quiere matar a inocentes, tendrá que hacerlo él mismo, y asumir las
consecuencias él mismo.
Quizá no haga falta llegar tan lejos. Quizá sólo haga falta
señalar con el dedo a los culpables, concienciar a la gente de la importancia
de multinacionales y bancos en la política, del daño que causan, hacer caso a
Amnistía Internacional en su reciente petición y encarcelar a George W. Bush…
Quizá.
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