El primero de una serie de relatos. Se me ocurrió que me vendría bien crear un lugar y una plantilla de personajes que pudieran servir para relatos distintos e independientes, y finalmente decidí escribir relatos de terror en torno a una clínica un tanto especial.
Afueras de Düsseldorf, Alemania. 8 de octubre de 1931.
Un joven de aspecto pulcro, totalmente serio, llamó a la
puerta de un despacho.
-Pase-dijo una voz firme.
El joven obedeció y entró en la pequeña estancia, cerrando
la puerta tras de sí con cuidado. Un hombre corpulento de unos 50 años, con
unas gruesas gafas y una espesa barba gris, se puso en pie, cojeando
ligeramente, y le tendió la mano.
-Soy el dr. Baermann. Es un placer tenerle con nosotros.
Usted era, disculpe mi mala memoria… Kleiber, ¿no es así?
-Kleiber, sí. Un placer para mí también, doctor. He leído
mucho sobre sus trabajos.
-Ah, bien, aunque no creo que los más interesantes…
-No, no, por supuesto. Soy consciente de que su trabajo
actual requiere de mucha discreción.
-Bien. De modo que ya ha sido correctamente informado de lo
que hacemos en esta clínica, ¿me equivoco?
-Ya me han informado. Hacemos… monstruos.
La mirada de Baermann se iluminó al oír el término.
-Sí. Eso es.
-Lo que no entiendo muy bien, a pesar de que me interesa el
proyecto y he comprobado que está generosamente pagado, es con qué fin, si me
permite esa indiscreción.
-¿Con qué fin? Siempre hay alguien dispuesto a pagar por un
monstruo, dr. Kleiber. Circos, teatros, productores de cine… pero los trabajos
mejor pagados vienen de las altas esferas. Políticos a los que les interesa
desviar la atención de algún escándalo… o gente que necesita que se demuestre
la existencia de los monstruos…
-¿Está hablando de la Iglesia , dr. Baermann?
-Es usted un joven muy inteligente, Kleiber. Pero en esta
clínica, será mejor que aprenda a no hacer demasiadas preguntas.
-Sí, señor. Disculpe mi atrevimiento-dijo el joven,
agachando ligeramente la cabeza.
-Bien. Usted trabajará en colaboración con el dr. Friedman,
el psiquiatra más brillante del país.
-Será un honor para mí.
-Contará también con la ayuda de Ehrlich y Wiegand, dos de
los celadores. Y con la señorita Maschwitz, una de nuestras enfermeras más
capaces.
-¿Cuándo empiezo?
-Hoy mismo. Friedman le informará mejor del proyecto… tiene
usted que crear a un vampiro.
2 de febrero de 1932.
Alicia Maschwitz se acercó al dr. Kleiber. Era una muchacha
pelirroja, de ojos muy claros y aspecto infantil. Parecía incómoda ante la
perspectiva de molestar al cirujano, que se encontraba reclinado sobre su
paciente, pero tenía que traerla la servilleta.
-Ah, gracias, Alicia-dijo Kleiber, advirtiendo su
presencia-. Déjala en esa mesa.
-De nada, doctor. ¿Qué tal progresa el paciente?-preguntó
tímidamente.
-Bien, sus ojos ya han adquirido la pigmentación que
necesitamos. Puede que retoque un poco sus orejas, es lo único que nos falta,
pero todavía no sé muy bien cómo abordarlo…
La enfermera echó un vistazo al hombre que yacía en la cama,
sujeto por correas de cuero. Su piel estaba muy pálida, y sus ojos, rojos; sus
colmillos habían sido limados y afilados hasta adquirir un aspecto terrible.
-Lo cierto es que la mayor parte del trabajo la ha hecho
Friedman-comentó mientras ambos salían de la sala-. Es un hombre brillante. ¿Te
das cuenta? Los pasos que ha seguido demuestran que es un auténtico genio.
-Su enfermera era Aubrey, doctor. Yo estoy ocupándome de los
pacientes normales y de asistirle a usted.
-¿Oh, de verdad?-Kleiber parecía encantado de poder
explicárselo. Realmente, le apasionaba el tema-Primero le sometió a un
tratamiento conductista durante dos meses. Le hizo desarrollar un pánico
terrible a la luz solar… no puede ni pensar en ella. Después, le practicó una
lobotomía para provocarle una amnesia total de sus recuerdos personales. Es
absolutamente brillante… el paciente recuerda cómo hablar, cómo moverse, y, por
supuesto, su miedo a la luz del sol… pero, sin embargo, no recuerda su vida.
Así que Friedman ha podido convencerle de que está aquí encerrado porque es un
auténtico vampiro. ¡Es impresionante! Por supuesto, le alimentamos con sangre,
en la que disolvemos algunos nutrientes extra que puede necesitar. Me preocupa
que pueda notar que yo le estoy operando para transformarle, pero como está
siempre atado y, desde luego, no le dejamos ningún espejo cerca, no es
consciente de su aspecto actual. Así, cuando le opere las orejas, fingiré que
estoy intentando hacerlas parecer más normales, en lugar de más antinaturales.
La enfermera asintió, con la boca ligeramente abierta.
-Pero… ¿no siente algo de lástima por esa criatura, doctor?
-¿Lástima? ¡Estamos haciendo ciencia, Alicia! No, no sólo
eso… ¡Estamos conjugando ciencia y fantasía! ¡Crear un vampiro no sólo es el
sueño de cualquier científico, sino también de cualquier escritor!
-Entiendo…-asintió la chica.
3 de marzo de 1932.
Los ojos rojos del vampiro permanecían abiertos de noche,
escudriñando la oscuridad. Alicia entró en la habitación sosteniendo un pequeño
candil.
El aspecto que ofrecía el paciente era realmente terrible.
Estaba muy delgado, fruto del escaso alimento que le daban –la mayor parte de
su dieta provenía del banco de sangre de la clínica-. Su piel estaba blanca
tras meses sin recibir luz solar, atravesada por las magulladuras que le
producían las correas que le sujetaban.
-Eldwin, es la hora-susurró la enfermera, dejando el candil
en la mesilla y soltándole las correas-. Tenemos que irnos. Rápido.
-Apenas puedo andar…-murmuró el paciente-Necesito sangre…
-Te ayudaré. Venga, vamos.
-Si supiera cómo transformarme… tal vez podría llevarte
volando…
-Eldwin, no puedes transformarte. Venga, intenta caminar.
Paciente y enfermera fueron avanzando lentamente por los
pasillos de la clínica. En el silencio de la noche, se podía oír con claridad
el eco de sus pasos.
Fuera del edificio, la luna iluminaba trémulamente el
camino. El viento agitaba las copas de los árboles, produciendo un susurro
continuo que se extendía a lo largo de todo el bosque de la zona.
Eldwin y Alicia fueron avanzando cada vez más rápidamente,
conforme los músculos del primero se desentumecían.
La enfermera rebuscó en su bolsillo y sacó una llave, con la
que abrió la verja que rodeaba la clínica. Ésta chirrió, produciendo un ruido
que sería la perdición de los jóvenes.
-¿Quién anda ahí?-gritó una voz.
Alicia la reconoció al instante. Era Wiegand, el celador.
Segundos después, vio su corpulenta silueta acercándose hacia ellos, linterna
en mano. La enfermera agarró del brazo a Eldwin e intentó que corriera, pero no
lo consiguió; sólo se tambaleó y anduvo unos pasos más mientras Wiegand se
acercaba.
-¡Maschwitz!-gritó el celador al reconocerla-¿Qué demonios
haces? ¡Aléjate de él!
Wiegand sacó un revólver del bolsillo trasero y apuntó al
vampiro, que le miraba confundido.
-¡No, señor Wiegand!-gritó Alicia interponiéndose-¡Por
favor!
-¿Estás protegiendo a ese vampiro? ¿Quieres fugarte de la
clínica con él, pequeña zorra?
-¡Por favor! ¡Escúcheme!
-¿Y luego qué harás? ¿Denunciar a las autoridades todo lo
que se hace aquí? Vuelve a la clínica ya.
-Señor Wiegand…
El celador ignoró por completo el tono de súplica y apretó
el gatillo. Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos.
La bala atravesó el pecho de Alicia, que cayó hacia atrás al
instante. Wiegand no tuvo tiempo de apretar el gatillo por segunda vez; en
menos de un segundo, Eldwin estaba sobre él y hundió con fuerza los colmillos
en su cuello.
El celador y la enfermera golpearon el suelo casi a la vez;
ambos mortalmente heridos. Eldwin desgarró la carne, haciendo que la sangre
brotara a borbotones y bebiendo ávidamente. Sus músculos volvían a estar en
forma; no por la sangre bebida, sino por la adrenalina del disparo y el ataque,
si bien nadie hubiera podido convencerle de ello.
Wiegand murió poco después. El vampiro corrió hacia Alicia y
la cogió en brazos.
-No te preocupes, Alicia… te convertiré… serás una vampiresa
y estaremos juntos para siempre…
Eldwin se mordió su propia muñeca y la colocó en los labios
de la enfermera. Ella permanecía inmóvil, con los ojos cerrados.
-Vamos, por favor, bebe… por favor, no te mueras…
Tardó en comprender que Alicia ya estaba muerta.
-Demasiado tarde… no… ¡Noooooo!
El vampiro se puso en pie y salió corriendo hacia los
bosques que rodeaban la clínica del dr. Baermann, desapareciendo en la
oscuridad.
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