“Diga
vuestra voluntad: ¡sea el superhombre el sentido de la tierra!” — Así habló Zarathustra, Friedrich
Nietzsche.
Me llamo Fred Ferguson, y tengo 64 años. Creo. No sé. Es lo que me repito
constantemente para intentar mantener la cordura entre estas cuatro paredes.
Es lo único que puedo hacer. No me dejan tener libros, me acusaron de
usarlos para pasar información al exterior. Aquí sólo hay una cama, un retrete,
una luz y una barrera de plasma para garantizar mi desintegración si intentara
salir.
El mundo ha cambiado mucho desde que aparecieron los superhéroes. Bueno,
esto no fue desde un primer momento, claro. Rayo Rosado llevaba varios años
ejerciendo como superhéroe cuando una empresa de seguridad le ofreció un
contrato millonario a cambio de que sus científicos le hicieran unas pruebas.
Él aceptó y pronto aquella empresa descubrió la clave para producir el plasma
que Rayo Rosado lanzaba por sus manos y lo aplicó a sus puertas y sistemas de
seguridad. Un invento tan útil no tardó en extenderse por todo el mundo.
Pero, ¿a quién quiero engañar? Si el mundo ha cambiado no es ni mucho
menos por el plasma, y esto fue antes que Rayo Rosado. Todo empezó a finales
del siglo pasado.
Yo era un adolescente cuando los superhéroes comenzaron a resurgir. Hasta
entonces, habíamos oído hablar de ellos, habíamos visto películas sobre ellos,
pero era algo tan lejano… claro, todo el mundo tenía las imágenes grabadas del
Super-Patriota, el Hombre Pájaro y la Mujer Increíble enfundados en la bandera
estadounidense, combatiendo a las tropas de Hitler. Pero desde la II Guerra
Mundial apenas había habido noticias de ningún otro superhéroe.