Recuperando un relato que publiqué originalmente en Tus Relatos.
Afueras
de La Veredilla, Cuenca. 16 de enero de 2107.
Manolo
entró en su segunda casa. Dentro, el frío seguía siendo helador a pesar de las
gruesas paredes de piedra. Por supuesto, podría haber incorporado un sistema de
climatización ambiental, pero, ¿qué gracia tendría entonces? Para eso ya tenía
su casa en Madrid. La segunda casa era para relajarse, para desconectar, para
sentirse en tiempos más sencillos, tal y como era España antes de la II Guerra
Civil, la producción automatizada y la realidad aumentada. Durante siglos,
millones y millones de españoles habían vivido en casas semejante a aquella o
mucho más precarias, y él no iba a ser menos.
Por
supuesto, aquellos españoles no habían tenido que hacer frente a los duros
inviernos glaciares como consecuencia del cambio climático. Pero la casa
tampoco era realmente como hacía varios siglos: tenía todo posible hueco bien
sellado con silicona, algunos electrodomésticos actuales y, por supuesto, la
línea de vigilancia del Ministerio. Manolo quería sentirse un poco desconectado
de la tecnología del siglo XXII, pero tampoco totalmente; no era tan estúpido.
Encendió
la luz y se quitó el abrigo. Comprobó que la chimenea tenía algo de leña y la
encendió: una chimenea totalmente tradicional, eso sí. Tardaría en calentar la
casa, que era bastante espaciosa.