domingo, 20 de noviembre de 2022

Las uvas de la ira: Eso es algo que podemos cambiar

Un par de fragmentos de distintos momentos de Las uvas de la ira que creo que dejan claro por qué es una novela tan buena. 


–La levanté con mis propias manos. Enderecé clavos viejos para colocar el revestimiento. Los pares del tejado están atados a los travesaños con alambre de embalar. Es mía. Yo la construí. Atrévete a chocar contra ella, yo estaré en la ventana con el rifle. Que se te ocurra siquiera acercarte de más y te dejo seco como a un conejo.

–No soy yo. Yo no puedo hacer nada. Pierdo el empleo si no sigo órdenes. Y, mire, suponga que me mata, simplemente a usted lo cuelgan, pero mucho antes de que le cuelguen habrá otro tipo en el tractor y él echará la casa abajo. Comete usted un error si me mata a mí.

–Eso es verdad –dijo el arrendatario–. ¿Quién te ha dado las órdenes? Iré a por él. Es a ése a quien debo matar.

–Se equivoca. El banco le dio a él la orden. El banco le dijo: o quitas de en medio a esa gente o te quedas sin empleo.

–Bueno, en el banco hay un presidente, están los que componen la junta directiva. Cargaré el peine del rifle e iré al banco.

El conductor arguyó:

–Un tipo me dijo que el banco recibe órdenes del este, del gobierno. Las órdenes eran: o consigues que la tierra rinda beneficios o tendrás que cerrar.

–Pero, ¿hasta dónde llega? ¿A quién le podemos disparar? A este paso me muero antes de poder matar al que me está matando a mí de hambre.

–No sé. Quizá no hay nadie a quien disparar. A lo mejor no se trata en absoluto de hombres. Como usted ha dicho, puede que la propiedad tenga la culpa. Sea como sea, yo le he explicado cuáles son mis órdenes.

–Tengo que reflexionar –respondió el arrendatario–. Todos tenemos que reflexionar. Tiene que haber un modo de poner fin a esto. No es como una tormenta o un terremoto. Esto es algo malo hecho por los hombres y te juro que eso es algo que podemos cambiar.





–Bueno, California es un estado grande.

–No tan grande. Ni siquiera el país entero es tan grande. No es tan extenso. No es lo suficientemente amplio. No hay bastante espacio para usted y para mí, para la gente de su clase y la de la mía, para ricos y pobres todos juntos en un país, para ladrones y hombres honrados. Para el hambre y la abundancia. ¿Por qué no se vuelven por donde han venido?

–Este es un país libre. Cada uno puede ir donde le apetezca.

–¡Eso es lo que usted se cree! ¿Ha oído hablar alguna vez de la patrulla fronteriza de California? Es de la policía de Los Angeles. Les detendrán, desgraciados, les harán volver. Mire, si no puede comprar tierras no le queremos aquí. Por cierto, ¿tiene carnet de conducir?, déjeme verlo. Se ha roto. No se puede entrar sin carnet de conducir.

–Es un país libre.

–Bueno, intente comprar la libertad. Por aquí decimos que un tipo tiene tanta libertad como su dinero le permite comprar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Blog Widget by LinkWithin