Un intenso dolor de cabeza fue lo primero que los embotados sentidos de Hakon pudieron percibir. La molesta luz del sol y una voz que le hablaba a gritos llegaron poco después.
Mientras sus ojos se acostumbraban a la luz, trató de entender lo que vociferaba la silueta ante él.
—¡…en mi establo, jodido borracho! ¡Sal de aquí ahora mismo!
El mensaje era lo bastante claro. Añadiendo a sus músculos un dolor que hasta ahora no había notado, Hakon se incorporó con movimientos lentos y pesados.
Al parecer, una borrachera considerable le había llevado a acostarse entre las balas de heno del establo de una pequeña granja. El granjero era un hombre de unos cincuenta años, fuerte y con una barba canosa, poco comprensivo con su situación.
—¡Turenn!—ordenó el granjero—¡Indícale a este idiota el camino para largarse!
Hakon dedujo que el tal Turenn debía de ser el hijo del granjero: era un joven de unos 17 años, alto, con una prominente mandíbula cuadrada en la que aún no había crecido una barba y cabello rubio.
No obstante, el joven parecía mucho menos enfadado por la situación que su padre; en su rostro se intuía un intento de reprimir una sonrisa. Probablemente él también preferiría haber estado emborrachándose la noche anterior. Acompañó a Hakon por un pequeño camino hasta los límites de la granja, en lo que él decidió aprovechar la aparente simpatía del joven.
—Oye, chico—murmuró el resacoso norteño—. ¿Puedes indicarme el pozo de agua más cercano? Si estás agradecido por la compañía que me he molestado en prestar a vuestros burros, claro.
El joven soltó una carcajada. Bien, no había sido el chiste más ingenioso que hubiera elaborado Hakon, pero con aquella resaca no se podía pedir mucho más.
—Tienes que pasar las dos granjas siguientes, verás que después empieza el bosque a tu derecha. Si giras a la izquierda ya verás una de las calles principales, la herrería del viejo Hugh te ayudará a orientarte. Por esa calle encontrarás un pozo enseguida.
El norteño lo agradeció y siguió las instrucciones, mientras intentaba recordar algún detalle de la noche anterior: por ejemplo, dónde estaban su hacha y su martillo, que no le haría ninguna gracia perder. Sin embargo, la mayor parte de la noche estaba cubierta por la espesa bruma del alcohol.