miércoles, 13 de julio de 2016

Microrrelato punk: El cañón de fetos


Los manifestantes se congregaban frente a la clínica abortiva. Eran manifestantes sin mucha experiencia, la verdad: sólo habían estado en manifestaciones en contra del aborto y de ETA; los más experimentados en alguna en contra del separatismo.

Aún así, se las arreglaban bastante bien. O sea, todo lo bien que se lo puede arreglar una persona que vota a un partido que entre desahucios, recortes en sanidad, venta de armas y pobreza energética provoca miles de muertes al año para poder corear alegremente: “¡Sí a la vida!” La verdad es que, si lo pensáis, tiene mérito.

El caso es que habían elegido la clínica equivocada. El dr. Benway apartó ligeramente la cortina de una de las ventanas y escrutó el panorama con ojos fríos. Aquellos manifestantes le hacían perder clientes, y no podía consentirlo.

Doc Benway se puso un chute de morfina para trabajar mejor y comenzó a diseñar una máquina infernal. Tenía que tener la potencia justa, cargar rápidamente… probablemente no podía usar pólvora, no, aquello definitivamente sería demasiado ilegal.

Finalmente, completó su invento: el cañón de fetos. Podía disparar hasta 3 fetos por segundo. Aquello definitivamente ahuyentaría a los manifestantes.

El ingenio asomó ligeramente por una de las ventanas, y comenzó a disparar. Una lluvia de fetos cayó sobre los manifestantes. Dolían bastante menos que las balas de goma que ellos se negaban a condenar, ya que los huesos todavía no estaban formados y eran muy blanditos. Cuando alcanzaban su blanco, los fetos estallaban en una lluvia de sangre y vísceras.

Los manifestantes jamás volvieron. El dr. Benway no había perdido su toque.





Dedicado a William S. Burroughs.

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