Recupero por aquí, por simple completismo, un artículo que escribí hace años para Nueva Revolución y que parece que gustó.
“Los nacionalistas que votan hoy felices creerán no tener
nada que ver con los muertos que puedan darse por ej. en Transilvania en unos
años.”
Ésta es la frase que me motivó a escribir este artículo. No
se entiende por sí sola, claro, hay que ponerla en contexto: es una frase de
Hermann Tertsch, hablando sobre el referendum acerca de la independencia de
Escocia, en septiembre de 2014.
Igual tampoco se entiende aún así, porque es bastante
retorcida. Lo que Tertsch quiere decir es que cada independentista que vote que
sí a la independencia de Escocia, pondrá su granito de arena para que los
medios divulguen que hay muchos independentistas en Escocia; esto producirá un
efecto llamada que emocionará a los ciudadanos de Transilvania que quieran
independizarse de Rumanía, lo que a su vez, dentro de unos cuantos años,
desembocará en disturbios en los que muera gente. Es decir, la gente que vota a
favor de la independencia de Escocia está asesinando a ciudadanos rumanos (con
años de demora, eso sí).
Esto me maravilló. Hay veces en que ves a periodistas y te
preguntas si son gilipollas de verdad o están interpretando un papel. Pero con
esta frase me di cuenta de que no hay forma físicamente posible de que un
cerebro pueda establecer una conexión entre el sí a la independencia de Escocia
y las hipotéticas muertes en Rumanía dentro de unos años pero no establezca una
conexión entre los recortes en Sanidad del gobierno del PP y que haya más
muertes en hospitales, por ejemplo. Es absolutamente imposible, lo que significa
que definitivamente, no es que Hermann Tertsch sea gilipollas, sino que alguien
le está pagando por decir lo que dice.
El caso de Tertsch me llamó especialmente la atención,
porque la mayoría de “periodistas” de esta ralea, como Isabel San Sebastián,
Alfonso Rojo, Salvador Sostres, etc, normalmente manipulan y retuercen la
verdad, pero no mienten directamente. Pronto encontré fascinante a Tertsch, por
la ingente cantidad de mentiras publicadas.
¿Ejemplos? Claro, a patadas. Puso una foto de nazis quemando
libros (igual uno de ellos era su propio padre, a saber) asegurando que eran
comunistas. Una foto de disturbios en Barcelona hace 10 años diciendo que eran
en Gamonal. Al menos dos fotos de protestas en Venezuela he podido comprobar
que eran falsas (nótese que Tertsch defiende a los manifestantes si son en
Venezuela, en cualquier otro sitio son asesinos de rumanos o algo así). Una
conocida frase del Che Guevara acerca de Stalin, la puso como si fuera de Pablo
Iglesias. Es también sabido que grabó la crónica de una huelga antes de que se
produjera dicha huelga, lo que dice mucho de su rigor informativo. También
difundió que Hamás apoyaba el ataque a Charlie Hebdo apenas unos minutos antes
de que Hamás apareciera en los medios condenando el ataque a Charlie Hebdo. Y
bien conocido es cuando cayó de lleno en una trampa preparada por Facu Díaz, en
el que éste fingió poner un tweet pidiendo la encarcelación de periodistas de
derechas prediciendo que se la atribuirían a Pablo Iglesias, como efectivamente
hizo Tertsch. Al menos en esa ocasión parece que simplemente fue engañado de la
forma más estúpida posible, en lugar de mentir a propósito.
Todas estas cosas no me preocuparían si no fuera por dos
motivos. El primero es que han llegado a ser pagadas con dinero público, con
nuestro dinero. En proporciones considerablemente grandes. Tertsch llegó a
cobrar más de 8000 € al mes de Telemadrid por apenas unos minutos de
intervención. Y quiero remarcar que no le pagaban por dar su punto de vista o
algo así: le pagaban por mentir, por engañar. Incluso podríamos entrar en
comparaciones (esas cosas que los periodistas de derechas llaman “demagogia”):
¿cuántas familias arruinadas habrían podido comer con el dinero que se estaba
destinando a pagar a Tertsch por mentir? ¿Alguien se atreve a dar una cifra, o
asusta simplemente el pensarlo?
El segundo es que Tertsch, por extraño que pueda parecer
después de esto, tiene seguidores. Y muchos. Haced la prueba: entrad en su
cuenta de Twitter y veréis que todos y cada uno de sus tweets no sólo tienen
docenas de RTs y favoritos, de gente difundiéndolos convencida de la verdad, ¡sino
que incluso le responden para alabarle! Me resulta impresionante porque no
puedo entender el interés de esta gente, quien debería sentirse incluso más
ofendida que yo.
Es decir, yo no soy seguidor de Tertsch, por si no se ha
notado. De hecho, empiezo a sentir un odio profundo y poco sano hacia su
figura. Por tanto, Tertsch no me miente a mí. Cada una de esas mentiras, de
todas las que he citado a lo largo del artículo, no están dirigidas a mí ni a
la gente a la que nos cae mal: están dirigidas a sus seguidores. Son ellos las
víctimas de sus mentiras, son ellos a los que intenta manipular. ¿No son,
precisamente, ellos, quienes deberían sentirse más ofendidos que nadie? ¿No
deberían molestarles que el hecho de ser de derechas les convierta en blanco de
un mentiroso?
Pero parece que no, y eso es lo que me preocupa. He puesto
el caso de Tertsch porque me ha parecido el más llamativo, pero ahí están. Les
vemos en periódicos, en agencias de noticias, en la televisión como
tertulianos: periodistas que mienten constantemente, influyendo en mayor o
menor medida a millones de personas. Millones de personas que luego votan.
A raíz de esto viene el tema del artículo, y es que quiero
establecer una relación. Partimos de que mueren 12 personas por hepatitis C al
día, por ejemplo, porque el Gobierno les niega la medicación. O de que mueren
7.000 personas al año por pobreza energética: los casos más extremos de entre
los siete millones de personas que tienen problemas para pagar la calefacción
en España (el 17 % de los hogares españoles), mientras el Gobierno sube la luz,
mientras una insultante cantidad de ministros de anteriores gobiernos obtienen
un cómodo puesto como consejeros en eléctricas, no cuesta imaginar debido a qué
favores.
Si mueren, o digámoslo más claro, son asesinadas, miles de
personas al año por el Gobierno a los que estos periodistas defienden, ¿no son
cómplices? ¿No están mintiendo a propósito para mendigar unos euros de su
dinero, aún a sabiendas de que sus acciones provocarán miles de muertos? ¿No
son estos periodistas asesinos, cómplices de genocidio, y no estarían mucho
mejor en una cárcel donde no puedan hacer daño a nadie? ¿No tenemos motivos de
sobra para brindar con champán cada vez que uno de ellos sufra una sobredosis
tras un ingente consumo de cocaína?
Probablemente, mucha de la gente que lea esto pensará que
exagero. Hay muchos motivos por los que podría ser: se puede pensar que la
gente va a votar a estos gobiernos aún sin estos periodistas parlanchines
estando todo el día en televisión, o se puede pensar que el Gobierno no tiene
tanta responsabilidad de esas 7.000 muertes anuales y que si alguien muere de
frío hoy en día es, en gran parte, culpa suya, por no saber cuidarse. Se puede
pensar, sí.
Por suerte, hay una idea que me tranquiliza: y es que sé
que, por exagerado, extravagante o cogido por los pelos que pueda parecer
acusar a periodistas de ser asesinos por mentir para defender a un determinado
partido político, jamás será ni la mitad de exagerado, extravagente o cogido
por los pelos que asegurar que una persona que vota sí a la independencia de
Escocia está asesinando a ciudadanos de Transilvania.
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