Asier Osegi vivía solo en un
apartamento de 50 m2
, en Romo. Su perro, Beltza, un pequeño rottweiller negro, correteaba de un
lado a otro, nervioso por la presencia de tantos invitados.
Era día de reunión de los
soldados bajo el mando de Osegi. Él y siete de sus soldados estaban sentados en
la sala, ocupando todos los sofás y con dos de ellos sentados en el suelo.
Había algunas cervezas sobre la mesa.
El capo repasó a sus soldados de
izquierda a derecha: Eneko, prometía mucho pero desde la denuncia del joven de
NNGG estaba demasiado prudente. Maitane, su mejor soldado, sin ninguna duda.
Nerea, no servía para combatir, pero aquel asunto de las drogas lo había
llevado bien. Carlos, el nuevo, prometía mucho, no cabía duda de que tenía
experiencia en combate. Sandra, otra que no servía para el combate, pero era
muy inteligente. Sidorenko, apodado así en honor al francotirador soviético,
podía servir para dar una paliza de vez en cuando, sí. Andoni, otro de los
nuevos, habría que ver hasta qué punto estaba dispuesto a implicarse. Dado que
Haizea y el Risas estaban ahora bajo el mando de Josu, sólo quedaba una.