miércoles, 8 de febrero de 2017

Reflexiones chorras: Ropa de mujer


Prácticamente desde que nacemos se nos imponen ciertos criterios estéticos: los chicos con pantalones, las chicas con falda. Los chicos con pelo corto, las chicas con pelo largo. A menudo, estos criterios no tienen sentido alguno, y de hecho, la diferencia cultural lo expone brutalmente: a lo largo de la historia de la Humanidad, ha habido incontables civilizaciones y culturas en las que los hombres llevaban el pelo largo, o los hombres y las mujeres llevaban exactamente el mismo diseño de taparrabos, por ejemplo.

Sin embargo, pasa (y por esto puede ser que me acusen de ser demasiado moderado; aunque nótese que no lo defiendo como una imposición, sino como un criterio estadístico para la comodidad) que hombres y mujeres no tienen el mismo cuerpo, por norma general. De hecho, las excepciones son extremadamente infrecuentes, aún considerando que, conforme nos vayamos librando de morales que se van quedando anticuadas, irán aumentando. Por tanto, si hombres y mujeres no tienen el mismo cuerpo, es lógico que las diferencias impliquen ropa diferente.

Así, por ejemplo, sujetadores, escotes, corsés y demás juegos con los pechos de la mujer no tienen mucho sentido aplicados a los hombres. Determinados estilos de minifalda no pegan mucho con las caderas de un hombre (si bien si lo hace el típico modelo de falda escocesa, ése es otro asunto). Y así sucesivamente. Pero, ¿hasta dónde llega esto?

Pasemos ahora a los pendientes, que creo que es un buen elemento de transición. Los lóbulos de las orejas de hombres y mujeres son lo suficientemente similares como para que resulte ridículo que una mujer pueda llevar pendientes y un hombre no. Hace 50 años, sin embargo, aquí en España, ningún hombre se habría atrevido a llevar pendientes, porque eran “de mujer”. Hoy en día, han cambiado muchas cosas, aunque tampoco tantas: sigue habiendo determinados diseños de pendientes, sobre todo, los colgantes, que son “de mujer” y no puede llevar un hombre.

¿Hasta dónde podemos seguir? Ojos, manos, labios, muñecas. Son partes del cuerpo que apenas muestran diferencias entre hombres y mujeres, por lo que la lógica más básica dicta que los complementos para estas partes del cuerpo podrían ser perfectamente iguales para ambos sexos. Dicho de otra forma, no hay ningún criterio estético lógico por el que deba ser más “natural” que una mujer se pinte los ojos o las uñas a que lo haga un hombre.

A lo largo de distintas culturas y épocas, estos criterios ilógicos aparecen y desaparecen intermitentemente. En tantas culturas ha sido frecuente que los hombres lleven el pelo largo como lo ha sido que se les considere afeminados por ello. No están tan lejos las culturas en las que las mujeres no deben llevar pantalones, que son de hombre. Los hombres egipcios y romanos se pintaban tanto las uñas como los ojos (y como ejemplo extra, admitid que Khal Drogo no parece precisamente afeminado). Los hombres chinos se pintaban las uñas con cierta normalidad, los ojos ya no tanto.


Total, todos estos desvaríos sólo vienen a desembocar en la misma conclusión que las teorías queer: que cada unx se vista como le dé la gana.

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