Minutos 29:50 a 37:15
Además de la entrevista, también leo uno de los relatos
Refugiados
Una persona que emigra para huir de una guerra es un
refugiado político.
Una persona que emigra para huir de su gobierno también es
un refugiado político.
Una persona que emigra para huir del hambre también debería
ser un refugiado político.
Una persona que emigra para huir de la miseria también
debería ser un refugiado político.
Una persona que emigra para huir de la ablación también
debería ser un refugiado político.
Una persona que emigra para huir de su familia también
debería ser un refugiado político.
Entre
el 10% y el 20% de personas sin techo son mujeres. En Euskadi, concretamente,
Emakunde calcula unas 500 mujeres sin techo. En cifras calculadas por distintas
entidades, como el Observatorio Hatento o el INE, entre el 15% y el 25% de las
mujeres sin techo han sufrido agresiones sexuales de carácter grave durante el
tiempo que vivieron en la calle.
Para explicar la
diferencia en el porcentaje de hombres y mujeres que viven en la calle, los
expertos creen que, en gran parte debido a este miedo lógico a la exposición a
agresiones sexuales, las mujeres tienden a exprimir más todos los recursos a su
disposición durante el proceso de exclusión social que se va desarrollando
hasta acabar en una situación de sinhogarismo. Además, también debido a estas
consecuencias, algunos recursos residenciales dan prioridad a las mujeres
frente a los hombres. Sin embargo, es necesario considerar la otra cara de la
moneda: al exprimir más los recursos de los que disponen, la media de mujeres
que terminan sin techo tienden a empezar en esta situación con una degradación
física y mental mayor que la de los hombres.
En muchas otras
facetas, no se piensa en las necesidades específicas de mujeres -o, al menos,
necesidades estadísticamente centradas en mujeres-. Uno de los ejemplos más
claros que es podrían poner de esto es la menstruación. Consideremos la falta
de compresas y tampones, o la necesidad de gastar el poco dinero con el que se
cuenta en comprarlos (lo que no quita que cada vez hay más ONGs y recursos que
ofrecen estos productos a mujeres sin techo, y en Bilbao la situación no es tan
mala como en otros lugares). El difícil acceso a cuartos de baño o lugares en
los que cambiarse; por no decir el difícil acceso a duchas. La falta de ropa
que cambiarse en caso de mancharla. Todo esto sumado al estigma que ya hay
históricamente asociado a la menstruación, y mayor vulnerabilidad a ese estigma
al estar en una situación de exclusión social.
Espinela de un vagón
Llegaba al final del día
con sólo una vieja manta,
sentía el frío en su garganta
por la humedad de la Ría.
Un vagón de hogar servía
tras la estación en Abando,
días y noches pasando,
su antigua casa perdida
por darse él a la bebida.
Mediante la fotografía y la escritura podemos hacer un
retrato más o menos preciso del sinhogarismo, y usarlo para transmitir empatía
y hacer comprender mejor la situación de las personas sin hogar; corremos, sin
embargo, el riesgo de romantizar esta situación al desarrollar expresiones
artísticas a partir de ella, lo que, en el peor de los casos, podría llevar a
que la auténtica dureza de la situación no quede reflejada.
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