miércoles, 6 de febrero de 2019

Sobre la RGI


Escribí este texto hará un par de años para el blog de la Comisión Ciudadana Antisida de Bizkaia. Parece buen momento para rescatarlo, ahora que las ayudas y el racismo son temas que salen a flote más a menudo aunque el debate no se centre en Euskadi. Por cierto, para quienes no seáis de Euskadi, no hace falta tampoco haber vivido el debate previo: la RGI es la ayuda económica de la que más se habla aquí, sin más. Creo que por lo demás en la propia entrada queda explicado todo y, aunque la RGI sólo exista en Euskadi, prácticamente todo lo que digo sobre ella se puede generalizar a ayudas o hipotéticas ayudas de otras comunidades

Hablar de la renta de garantía de ingresos (RGI) sin entrar mucho en política es difícil, considerando que se trata de una medida que genera cierta polémica. Intentando analizarla desde la perspectiva de un psicólogo, este problema es inevitable, aunque tampoco pretendo ocultar que estoy a favor de esta medida y, por tanto, no escribo con total objetividad.

La RGI surge en Euskadi en 1989. Puede ser situada, por tanto, en un contexto de crisis económica y social: hay que considerar, por ejemplo, la reconversión industrial y la etapa de mayor problemática social asociada a la heroína. En un principio se denominó IMF (ingreso mínimo familiar) y pasó por varios nombres hasta el actual, pero en todos los nombres ha estado presente el concepto básico de garantizar unos ingresos mínimos a la población más vulnerable.

Fue un concepto relativamente nuevo, semejante a algunos que ya existían en otros países europeos pero quizá más integral que éstos. De esta forma, fue todavía más fácil que se convirtiera en el blanco de muchas polémicas: desde el primer momento hubo voces en contra de esta medida.

Mas de 25 años después, la RGI parece seguir siendo bastante estable, si bien menos que hace unos años; probablemente debido a la crisis económica iniciada en 2008. Si bien es cierto que la RGI surge precisamente en un contexto de crisis económica, conforme aumenta el bienestar, disminuye ligeramente la importancia del debate. Es cuando se produce una nueva crisis cuando se vuelve a los viejos argumentos y a la vieja polémica con mayor intensidad.

Para entender el por qué de este debate, es necesario considerar distintos factores, entre los que probablemente destacan la clase social, el paro o incluso la raza. Resulta obvio, por encima de todo, que las diferencias socioeconómicas son un factor crucial, al ser la RGI una medida para ayudar a quien no tiene bastantes ingresos. Es lógico que una primera tendencia (simplemente estadística y contando con muchas excepciones, por supuesto) sea que quienes tienen más posibilidades de percibir la RGI sean más proclives a defenderla que quienes no la necesitan.

El racismo también es interesante de estudiar desde la perspectiva psicológica. Se suele dar un doble proceso de discriminación-generalización, primero discriminando (por ejemplo, las personas de origen magrebí son distintas que las de origen europeo) y luego generalizando (y todas estas personas de origen magrebí son iguales entre sí). Es un mecanismo que se entiende muy bien desde la psicología evolutiva cuando nos planteamos la situación de una especie víctima de depredadores, sin sociedad ni complejidad en las relaciones.

En ese entorno tan radicalmente distinto de la sociedad actual, este proceso puede ser muy útil para aprender rápidamente en qué consisten las amenazas. Pero en el mundo occidental del siglo XXI, sin animales salvajes que supongan una amenaza como depredadores y aplicando este mecanismo a otras personas, el racismo más bien parece un despojo inútil de nuestros instintos animales más primarios. No sólo no facilita la convivencia, sino que la perjudica.

Al margen de prejuicios más o menos frecuentes, también resulta interesante ver desde dónde se promueven los movimientos para abolir o limitar la RGI. La plataforma más conocida es Ayudas Más Justas, así como la cara más visible de todo este movimiento es el anterior alcalde de Gasteiz, Javier Maroto, que también convirtió el endurecimiento de condiciones para percibir la RGI en uno de los temas centrales de su programa electoral.

Los detractores de Maroto opinan que exagerar y sobredimensionar el coste del fraude en la RGI es una simple maniobra para desviar la atención; aprovecharse de prejuicios hacia personas de otro país o simplemente de una clase social más baja para centrar en ese asunto la indignación pública por el fraude, sirviendo así como cortina de humo para tapar otros fraudes peores. Es una acusación bastante grave, aunque hay cierta base: al fin y al cabo, Maroto pertenece al PP, el partido con más casos de corrupción de España, y él mismo fue condenado por el Tribunal de Cuentas en el llamado caso San Antonio.

Tampoco es extraña la argumentación, porque, efectivamente, es difícil prevenir cierta cantidad de fraude a la hora de cobrar la RGI, por ejemplo en personas que también tienen trabajo, pero cobran en negro; sin embargo, difícilmente estos pequeños fraudes pueden ser tan dañinos para la sociedad como lo sería quitar las ayudas sociales a los más necesitados.

Por lo demás, no hay mucha más argumentación contra la RGI, realmente. También hay quien objeta que tantas ayudas suponen quitar incentivos para trabajar, que si todo el mundo puede recibir ayudas nadie trabajará y la sociedad se irá a pique. Lo cierto es que los datos dan como conclusión, de forma bastante certera, que, lejos de promover el paro, la RGI supone un buen complemento al mercado de trabajo. Es más que improbable que una garantía de ingresos mínimos quite las ganas de trabajar, especialmente –para bien o para mal- en una sociedad consumista y competitiva en la que se busca un sueldo lo más alto pasible para adquirir la mayor cantidad posible de bienes de consumo.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado tu artículo, pese a ello, me gustaría comentar alguna cosilla, porque si, si hay mucha más argumentación contra la RGI, o mejor dicho contra la forma de darla.
    A mi parecer, una ayuda de verdad, debería estar destinada a favorecer la inserción en el mercado, entendiendo, que la ayuda solo debería ser temporal para afrontar una mala época. Sin embargo, la RGI se convierte en una ayuda en la que los beneficiarios se estancan y no salen de ahí. Vamos, una limosna del PNV, que les da igual que seas pobre, pero que no quiere que la líes, ni salgas por ahí a robar... pero que en realidad te sigue condenado a la miseria. ¡Bendita Paz Social!
    Y no digo miseria porque sea poca cantidad, (entre 800 y 1300 es mucho más de lo que cobra gente que madruga todas las mañanas (¡¿Cómo no preferir la rgi?!). Y digo miseria, porque no es una verdadera ayuda reinsertiva, para ello debería acompañarse de formación, porque sin ella muchos nunca podrán trabajar. Hay gente que lleva 5 años cobrando la RGI y que no tienen ni el graduado, o no saben ni euskera ni castellano. Pero también debería acompañarse de trabajos comunitarios, porque una de las razones por las que la gente no sale de la pobreza son los hábitos que van ganando. Obligar a la gente a levantarse todas las mañanas, tener unos horarios, acostumbrarse a trabajar, ayuda y muchísimo a salir de esa situación. Sin mencionar, que las personas se sentirían mucho más útiles y válidas, ganando autoestima y capacidad para afrontar los retos.
    Y es cierto, que el fraude en la RGI es muchísimo menor que el fraude fiscal de las empresas en la CAV, pero no por eso deja de ser verdad, y luchar contra uno no quiere decir que no se luche contra el otro. Sin embargo, nos encontramos con una izquierda cobarde y mentirosa, que no se atreve a decir la verdad por si suena racista. Y una derecha interesada y sinvergüenza, que está dispuesta a utilizar medias verdades para ganar votos racistas, y que se ve muy favorecida por la cobardía de la izquierda. Entre unos y otros, ¿Dónde coño queda la responsabilidad social?
    Estoy harta de vivir en un país de rentistas. Y entiendo “Renta” como una cantidad de dinero que produce un bien o un derecho, sin realizar trabajo ninguno. Cosa diferente es un ”salario”: la contraprestación económica por un trabajo realizado. Yo apuesto por un “Salario de garantía”, que podría cobrar todo aquel que se encuentre en situación de pobreza y que quiera salir de ella, comprometiéndose a asistir todos los días a formación o trabajos comunitarios. Se trata de salir de ahí, y de devolverle a la sociedad lo que ésta te ha dado. Con esto quedaría claro quien la cobra y la necesita y la merece, y quien la cobra y es un puto vago con mucha cara.
    Desgraciadamente, todas las personas que conozco que cobran la RGI lo hacen porque no les da la gana de trabajar o porque ya están trabajando en negro. No digo que sea la generalidad ni la mayoría, pero sí son muchos, muchísimos.
    Mientras las pobres de verdad, no nos podemos permitir el lujo de cobrar la RGI. Y digo lujo, porque más de cuatro meses de tramitación requieren que estés esos meses sin trabajar. ¿Cómo coño paga la gente el alquiler y la comida todos esos meses? A algunas solo nos queda aceptar el próximo empleo precario que nos sale, porque no tenemos tanto tiempo para esperar. Y si, puede que mi enfado provenga de que yo llevo más de 8 años viviendo por debajo del umbral de la pobreza, trabajando y estudiando a la vez, pagano altos alquielres, y a mi no me hayan querido dar nunca nada. Es cierto. Pero también puede que haya mucha verdad en lo que estoy contando.

    (Siento haberme explayado tanto, pero es que sino no me quedaba agusto)

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    Respuestas
    1. Pues creo que ha quedado un comentario muy interesante y que tienes razón en la mayor parte de lo que dices, sí.

      No sé exactamente qué obligaciones tiene quien recibe la RGI de cara a buscar empleo; entiendo que hay que figurar como demandante de empleo en Lanbide y, ¿supongo que habrá algún control por ahí? Que probablemente no sea mucho y, como dices, podría ser mejor acompañarlo de trabajos comunitarios o más formación, sí.

      Yo creo que el mejor indicativo de que la RGI no supone una disuasión significativa a la hora de trabajar son las cifras del paro en Euskadi. Al fin y al cabo, el paro es más bajo que en comunidades que no tienen este tipo de ayudas.

      También creo que hay que remarcar que el fraude en la RGI ya se persigue. Que no es que yo crea que no hay que perseguirlo, lo que creo es que no hay que tomar más medidas para perseguirlo porque ya se está persiguiendo con la suficiente contundencia. Seguro que rascando más se encontrarían más casos, ¿pero cuántos recursos más habría que destinar? De momento ya es fácil encontrar noticias de casos de fraude detectados que sirven de disuasión para que demasiada gente lo intente.

      Y eso, de acuerdo con el resto del comentario y muy interesante la perspectiva que aportas. Y, aunque desear suerte no sirva de mucho, espero que puedas encontrar un trabajo más digno. ¡Un saludo!

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