"Primera ley de Moon: El comportamiento primate cambia
sólo bajo el impacto de nuevas tecnologías"-Trilogía El Gato de
Schrödinger, Robert Anton Wilson.
Cuando Robert Anton Wilson puso estas palabras en boca de su
personaje ficticio Simon Moon, probablemente estaba notando algunos hechos más
o menos claros que habían sucedido a lo largo de la historia de la Humanidad.
Los más notables seguramente sean la revolución agraria y la
industrial; la primera propició el final del feudalismo, y la segunda dio luz
al anarquismo y al comunismo. La cuestión es que es difícil hacer predicciones
con tantos factores a tener en cuenta, y de hecho estas dos revoluciones
funcionaron por causas opuestas.
En el caso de la revolución agraria, parece que una mayor
producción agrícola llevó a que la gente viviera mejor, lo que a su vez les dio
la idea de que podrían vivir todavía mejor si no estuvieran bajo el yugo de los
reyes; además, el excedente agrícola propició el comercio, mayor número de
viajes y que esa idea se extendiera más rápidamente.
Por el contrario, en el caso de la revolución industrial,
parece que fue precisamente la dureza de las condiciones la que hizo que
empezaran a nacer movimientos que reclamaban más derechos sociales. Tanta gente
en la misma situación, a menudo compartiendo lugar de trabajo –porque nacieron
las fábricas con miles de empleados- necesitaba una salida a esas condiciones.
Es un efecto paradójico, lo que además hace difícil predecir
cuál podría ser la próxima revolución tecnológica que revolucione también el
mundo a nivel ideológico.
¿Podría ser internet? Porque es una opción muy plausible.
Las posibilidades de comunicación e información que ha ofrecido internet son
vastas incluso comparando con todo el nivel de la Historia humana. De hecho,
nuestro día a día y nuestras vidas se han moldeado en gran medida gracias a
internet: resulta difícil ya concebir un mundo sin las redes sociales, sin
llevar acceso a internet en un dispositivo en el bolsillo, etc.
Entonces, deberíamos preguntarnos qué gran revolución
ideológica ha producido internet, pero sólo se encuentra más bien una pequeña
ampliación de las anteriores. Es cierto que sirve para denunciar injusticias,
para coordinarse en manifestaciones, para informarse… mucha gente ha
descubierto ideas como el feminismo u otras luchas por derechos civiles a
través de internet, pero no se nota un cambio tan notable como en la revolución
agraria o en la industrial.
Tal vez la tercera gran revolución tecnológica no sea
internet, sino una que no haya sucedido aún. En ese sentido hay varias
candidatas: la computación cuántica, por ejemplo… o la singularidad
tecnológica. Yo me inclinaría por esta última, y que también puede venir de la
mano de internet y de la computación cuántica; al fin y al cabo, pueden ser
tecnologías complementarias y necesarias para ir creciendo.
El punto de singularidad tecnológica es definido como el
punto en el que una máquina será capaz de crear otra máquina más compleja que
ella misma. Naturalmente, esto llevaría a que esta segunda máquina a su vez
sería capaz de crear otra máquina todavía más compleja. Así, entramos en un
rápido bucle en el que la tecnología crecerá exponencialmente a una velocidad
abrumadora, y ni siquiera podemos imaginar muy bien cuándo frenará esa
situación. Probablemente la tecnología crezca en unos pocos años a niveles
inimaginables.
Futurólogos como Ray Kurtzveil –que es quien recuperó el
término de manos de John von Neumann- calculan que el punto de singularidad
tecnológica será alcanzado en torno al año 2045. Año arriba, año abajo, muchos
coinciden en esas cifras.
Si tienen razón, nos encontramos cerca de una revolución
tecnológica sin precedentes en la historia de la Humanidad.
Si además Robert Anton Wilson tiene algo de razón, eso
significa que también nos encontramos cerca de una revolución ideológica sin
precedentes en la historia de la Humanidad.
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