miércoles, 1 de abril de 2020

La revolución que vendrá

Este artículo salió por primera vez como parte de mi libro El tobillo de MeliSSa.



"Primera ley de Moon: El comportamiento primate cambia sólo bajo el impacto de nuevas tecnologías"-Trilogía El Gato de Schrödinger, Robert Anton Wilson.

Cuando Robert Anton Wilson puso estas palabras en boca de su personaje ficticio Simon Moon, probablemente estaba notando algunos hechos más o menos claros que habían sucedido a lo largo de la historia de la Humanidad.

Los más notables seguramente sean la revolución agraria y la industrial; la primera propició el final del feudalismo, y la segunda dio luz al anarquismo y al comunismo. La cuestión es que es difícil hacer predicciones con tantos factores a tener en cuenta, y de hecho estas dos revoluciones funcionaron por causas opuestas.

En el caso de la revolución agraria, parece que una mayor producción agrícola llevó a que la gente viviera mejor, lo que a su vez les dio la idea de que podrían vivir todavía mejor si no estuvieran bajo el yugo de los reyes; además, el excedente agrícola propició el comercio, mayor número de viajes y que esa idea se extendiera más rápidamente.

Por el contrario, en el caso de la revolución industrial, parece que fue precisamente la dureza de las condiciones la que hizo que empezaran a nacer movimientos que reclamaban más derechos sociales. Tanta gente en la misma situación, a menudo compartiendo lugar de trabajo –porque nacieron las fábricas con miles de empleados- necesitaba una salida a esas condiciones.

Es un efecto paradójico, lo que además hace difícil predecir cuál podría ser la próxima revolución tecnológica que revolucione también el mundo a nivel ideológico.

¿Podría ser internet? Porque es una opción muy plausible. Las posibilidades de comunicación e información que ha ofrecido internet son vastas incluso comparando con todo el nivel de la Historia humana. De hecho, nuestro día a día y nuestras vidas se han moldeado en gran medida gracias a internet: resulta difícil ya concebir un mundo sin las redes sociales, sin llevar acceso a internet en un dispositivo en el bolsillo, etc.

Entonces, deberíamos preguntarnos qué gran revolución ideológica ha producido internet, pero sólo se encuentra más bien una pequeña ampliación de las anteriores. Es cierto que sirve para denunciar injusticias, para coordinarse en manifestaciones, para informarse… mucha gente ha descubierto ideas como el feminismo u otras luchas por derechos civiles a través de internet, pero no se nota un cambio tan notable como en la revolución agraria o en la industrial.

Tal vez la tercera gran revolución tecnológica no sea internet, sino una que no haya sucedido aún. En ese sentido hay varias candidatas: la computación cuántica, por ejemplo… o la singularidad tecnológica. Yo me inclinaría por esta última, y que también puede venir de la mano de internet y de la computación cuántica; al fin y al cabo, pueden ser tecnologías complementarias y necesarias para ir creciendo.

El punto de singularidad tecnológica es definido como el punto en el que una máquina será capaz de crear otra máquina más compleja que ella misma. Naturalmente, esto llevaría a que esta segunda máquina a su vez sería capaz de crear otra máquina todavía más compleja. Así, entramos en un rápido bucle en el que la tecnología crecerá exponencialmente a una velocidad abrumadora, y ni siquiera podemos imaginar muy bien cuándo frenará esa situación. Probablemente la tecnología crezca en unos pocos años a niveles inimaginables.

Futurólogos como Ray Kurtzveil –que es quien recuperó el término de manos de John von Neumann- calculan que el punto de singularidad tecnológica será alcanzado en torno al año 2045. Año arriba, año abajo, muchos coinciden en esas cifras.

Si tienen razón, nos encontramos cerca de una revolución tecnológica sin precedentes en la historia de la Humanidad.

Si además Robert Anton Wilson tiene algo de razón, eso significa que también nos encontramos cerca de una revolución ideológica sin precedentes en la historia de la Humanidad.

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