La
adrenalina corre por mis venas. Noto el peso de la Smith & Wesson en mi
mano temblorosa. Me preparo para la batalla final. La Hispanidad depende de mí.
A
través de la puerta y de las ventanas suenan los tosidos de los zombies
arrastrándose. El ruido que hacen es infernal. Pero no me voy a rendir, ya lo
creo que no me voy a rendir. ¿Se habrían rendido Blas de Lezo o Don Pelayo? No,
¿verdad? Pues ya está.
Es
difícil precisar cuándo empezó todo esto, porque los medios de comunicación
están al servicio de la dictadura progre y probablemente mienten
constantemente. Según ellos, fue en Milán donde Javi se contagió. Después fue
el mitin de Vistalegre, claro. Todavía recuerdo al cabrón tosiéndome en la
cara, menos mal que no me contagió su cepa… supongo. Creo que ese maldito virus
chino no tenía nada que hacer contra nuestros anticuerpos españoles.
En
cualquier caso, días después, Javi iba con su madre a hacerse el test de
coronavirus. Unos reporteros le pillaron. Entonces, él se comió a los
reporteros. Y después, a su madre.