Discurso final de Próspero en La Liga de los Caballeros Extraordinarios: Century. No tiene spoilers, sólo es un discurso en general sobre el valor de la ficción que muestra muy bien los pensamientos de Alan Moore al respecto.
Terminada nuestra cabalgata, ganado el juego de los abalorios, completa nuestra radiante síntesis, sus figuras y arabescos se aclaran bajo este encendido firmamento. Este brillante suelo, libre del momificado control de la vida, protegido del impacto de los hechos, donde desfilan los pensamientos. Con nuestras peores ansias y nuestros más queridos miedos en juego, a salvo de la iniquidad del tiempo.
Somos las historias que calmaron tu frente infantil. Los papeles que representaste en los juegos de la infancia. En tu juventud, cuando todo pensamiento llevaba al deseo, ¿no te llevaste el amado papel a la cama? Cuando creciste a la gris responsabilidad, su desencanto y sus trabajos diarios, al final de cada día de desengaño, ¿no éramos tu evasión y tu consuelo?
Es más, la misma personalidad que este epílogo adivina fue en un tiempo informe, armada apresuradamente de fragmentos prestados, de rasgos admirados en otros, de ideales. ¿Acaso no se impusieron los ejemplos ficticios? ¿La inteligencia de Holmes? ¿La fuerza de Hércules? Nuestras virtudes, nuestros embriagadores vicios: ¿no eran de arcilla al darte forma a ti mismo? Si somos meras fantasías insustanciales, ¿qué eres tú, que la sustancia nos robaste?
No sólo tú, sino toda la Humanidad en su avance emula a la fábula. ¿De dónde salieron los cohetes y los submarinos sino del Nautilus y la cavorita? Tus más fieles compañeras desde la caverna, las apariciones guiamos el paso de la Humanidad; nuestro planeta, equivalente invisible al tuyo, igual de permanente, de venerable, de cierto. En la fundación del sueño el barro es la materia, dos manos que bosquejan, la una dibuja a la otra: las fantasías a las que has dado forma te dan forma a ti.
Intangibles, somos el alma secreta de la vida, el principio que la guía, lo mejor. A salvo de subterfugios o de espías, libres de las autoridades mundanas. Las certezas de la vida nos debilitan, mas aguantamos. Caen los tiranos, pero Quijote cabalga con los compañeros de tus noches de cuna por gloriosos prados por Coleridge jamás vislumbrados.
¡Alégrate! La pira inagotable de la imaginación sigue ardiendo cual faro para la Eternidad, y sus triunfos son los más orgullosos pináculos de la cultura una vez olvidadas las grandes e ignominiosas guerras. Aquí está nuestra narrativa hecha Paraíso, las breves historias hechas gloriosa continuidad. Aquí, paladines y amantes están a salvo de la pluma del censor, de los hechos, de las modas pasajeras. Desplegad las valientes banderas del amor... ¡arden por siempre en un Mundo Llameante!
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