La
adrenalina corre por mis venas. Noto el peso de la Smith & Wesson en mi
mano temblorosa. Me preparo para la batalla final. La Hispanidad depende de mí.
A
través de la puerta y de las ventanas suenan los tosidos de los zombies
arrastrándose. El ruido que hacen es infernal. Pero no me voy a rendir, ya lo
creo que no me voy a rendir. ¿Se habrían rendido Blas de Lezo o Don Pelayo? No,
¿verdad? Pues ya está.
Es
difícil precisar cuándo empezó todo esto, porque los medios de comunicación
están al servicio de la dictadura progre y probablemente mienten
constantemente. Según ellos, fue en Milán donde Javi se contagió. Después fue
el mitin de Vistalegre, claro. Todavía recuerdo al cabrón tosiéndome en la
cara, menos mal que no me contagió su cepa… supongo. Creo que ese maldito virus
chino no tenía nada que hacer contra nuestros anticuerpos españoles.
En
cualquier caso, días después, Javi iba con su madre a hacerse el test de
coronavirus. Unos reporteros le pillaron. Entonces, él se comió a los
reporteros. Y después, a su madre.
Por
supuesto, todo el mundo volvió la vista hacia el mitin de Vistalegre. Al fin y
al cabo, 10.000 personas nos habíamos reunido en un recinto cerrado, estando
Javi contagiado. ¿A cuántos habría transmitido la enfermedad? No tardamos en
averiguarlo.
Fuimos
sabiendo por los medios cómo nuestros votantes caían. Me estremecía al pensar
en la cantidad de señoras con pulserita de España que se habían lanzado sobre
él en el mitin de Vistalegre al grito de: “¡hazme un hijo!” Docenas de nuestros
votantes infectados aquel mismo día, también algunos concejales y cargos así
pequeñitos. Bueno, políticos de nuestro partido pero que tampoco eran muy
importantes, al fin y al cabo. Ningún otro alto cargo fue directamente
contagiado por la tos de Javi, si no me equivoco. Todos los siguientes no
empezaron a infectarse hasta que los zombies les mordieron. Los medios decían que
era un método de transmisión mucho más efectivo: por el aire había pequeñas
posibilidades de infectar a alguien con esta cepa de coronavirus, pero por
mordiscos se pasaba con mucha facilidad… si es que no te devoraban del todo
antes, claro.
El
primer cargo importante de nuestro partido al que se comieron fue a Hermann.
Pobre Hermann. Después los medios dijeron que, para los policías, había sido
fácil abatir a los zombies que se lo comieron, porque estaban borrachos. Debo
confesar que el concepto me causó pavor: zombies borrachos tosiendo. Es algo
que nunca ves en las películas de terror… pero claro, Hermann desayunaba whisky
a pelo. Tenía tanto alcohol en sangre que, al comérselo, los zombies se
emborracharon.
Total,
que ayer estábamos en la sede del partido cuando las noticias se empezaron a
multiplicar. Zombies por todas partes. No sólo las noticias, sino un vistazo
por la ventana nos confirmó que los zombies se acercaban: nos estaban
asediando. De modo que nos atrincheramos: Rocío, Iván, Agustín, Ignacio –al que
llamamos cariñosamente el Negro- y yo. Al menos, estábamos todos los
importantes, menos el pobre Javi. Entonces aún tenía esperanzas de que los
principales cargos de nuestro partido sobreviviéramos… iluso de mí.
Todas
las miradas estaban puestas en mí, como líder del partido. Pero fue Agustín el
primero en proponer un plan.
-Creo
que puedo encargarme de ellos. Esperad aquí.
Sí,
bueno. En realidad ni siquiera nos explicó en qué consistía el plan, sólo salió
de la sede y ya está, antes de que pudiéramos preguntarle.
Por
la ventana vimos cómo se encaraba a los zombies, y entonces, sacó un crucifijo.
-¡Agustín,
idiota!-gritó Rocío-¡El crucifijo es para los vampiros, no para los zombies!
-¿Qué
dices?-gritaba el pobre Agustín desde abajo-¿No son lo mismo?
-¡No!
-¡Bueno,
da igual! ¡Seguro que sirve contra estas hordas! ¡Soy un buen católico y voy a
misa todos los domingos, eso tiene que servir de algo, ¿no?!
Un
segundo después, los zombies se abalanzaron sobre él y se lo comieron.
Evidentemente, no, el crucifijo no servía de mucho. Aún así, en este partido
seguimos siendo católicos, ojo.
Así
pues, había que reconocer que no teníamos un plan. Sólo quedábamos cuatro.
Podíamos resistir atrincherados… pero seguramente acabarían derribando las
puertas.
-Deberíamos
tratar de abrirnos paso entre ellos y escapar a algún lado seguro-propuse.
Lo
estuvimos hablando, pero no estaba claro. Afuera, por todo Madrid, se iban
produciendo enfrentamientos entre zombies y la policía, el ejército, la
Benemérita -¡qué orgullosos nos hacen sentir nuestras FCSE! Salvo que alguno
suelto sea rojo o maricón, pero no creo-. Tal vez podríamos ser rescatados, o,
al menos, aprovechar para escapar mientras las FCSE se enfrentaban al grueso de
la horda zombie que teníamos a las puertas de nuestra sede.
-Hemos
tenido una suerte malísima. Javi era el único de nosotros que podía combatir
bien con un rifle, y ha sido el primero en caer. Si él siguiera aquí…-dijo
Rocío.
-¿Que
Javi sabía combatir con un rifle? ¿Desde cuándo?-inquirió Iván.
-¿Pero
no le viste entrenándose para combatir yihadistas?
-¿Lo
del vídeo aquel disparando a una diana? ¡Pero si falló casi la mitad de
disparos a un blanco inmóvil a 20 metros de distancia! Joder, ¿eso es saber
usar un rifle?
-A
ver, yo he llevado pistola toda mi vida para defenderme de ETA, incluso después
de que ETA desapareciera-intervine, abriéndome la chaqueta para mostrar mi
Smith & Wesson-. Puedo protegernos.
-Llevar
una pistola no es lo mismo que saber usar una pistola, Santi-me dijo Iván, el
muy traidor-. Además, ¿tú no interpusiste todos los recursos que pudiste para
evitar hacer la mili? ¿Cómo coño pretendes protegernos si vas de que sabes
disparar y te saltaste la mili?
-Mira,
me cago en todos tus muertos…
-¡Callaos
ya los dos!-gritó Rocío. Otra traidora.
-¡¿Tú
desde cuándo das órdenes?!
-Si
nos organizamos, podemos escapar a nuestro chalé en Chamartín. Tenemos un
búnker bajo el sótano, allí estaremos a salvo.
Traidora,
pero llena de recursos. Al menos en eso Rocío fue inteligente, aunque al
principio me desconcertó un poco.
-¿Cómo
que tienes un búnker bajo el sótano? ¿A santo de qué?
-A
ver, ¿no has estado leyendo la prensa? ¿El tema de que el proyecto lo llevé yo,
como arquitecta, y cometimos, ejem, algunas pequeñas irregularidades insignificantes?
-Sí,
vamos, que no teníais las licencias.
-Entre
otras cosas. Bueno, pues eso, que me emocioné, y ya que estaba, amplié un poco
el sótano por aquí, la terraza por allá… digamos que la prensa todavía no ha
descubierto la verdadera extensión de nuestro chalé.
-Pero,
¿para qué coño queríais un búnker, Rocío?
-Bueno,
no esperarás que salgamos a combatir si hay un segundo glorioso alzamiento
nacional, ¿no? Ya lo harán nuestros votantes por nosotros. Así que, con esa
idea en mente…
-Tenemos
provisiones en el búnker-apuntó Iván-. Podríamos atrincherarnos allí durante
varios meses. Ah, de hecho, tenemos otra piscina en el búnker. Será cómodo.
-Está
bien. Entonces, necesitamos salir de aquí. ¿Cómo hacemos…?
Entonces,
llamaron a la puerta. Casi nos matan del susto. Los zombies intentando entrar,
¿qué demonios…?
-¡Abridme,
joder!-dijo una voz femenina-¡Que no soy zombie, que he sobrevivido!
Nos
miramos entre nosotros. El Negro se decidió y abrió la puerta. Era Macarena,
cubierta de sangre y sesos. Portaba un machete en una mano, y una pistola en la
otra. El detalle más curioso es que llevaba una improvisada mascarilla de color
verde oscuro, con una banderita de España.
-¡Macarena!-gritó
Rocío, aliviada, dándole un abrazo-¡Pensábamos que sólo quedábamos nosotros!
¿Cómo has sobrevivido ahí fuera…?
-Matar
zombis se me da mejor de lo que esperaba, ya ves. Los guardias civiles han
caído, pero pude fabricarme una mascarilla con los calzoncillos de uno. También
cogí su pistola, y con ella y el machete he aniquilado a toda una horda de
zombies. Pero vienen más, por el Este. Tenemos que escapar de aquí.
-¿Por
qué con los calzoncillos?-preguntó Iván, intrigado.
-¡Joder!
¿De verdad ese detalle es lo que más te ha llamado la atención de mi relato?
-No
le hagas caso, Macarena, nos vienes como agua de mayo. Íbamos a escapar al
chalé de Rocío e Iván, tienen un búnker en el sótano.
-¿Un
búnker…?
-Te
lo explicaremos por el camino.
-Tenemos
que aprovechar ahora que hay menos zombies para escapar, pero la horda que
venía por el Este estará a punto de llegar. Nos van a pillar.
-¿Cómo
huimos, entonces?
-Si
alguien pudiera distraerles…
-Pero
eso sería muy arriesgado. Prácticamente tendría que sacrificarse por nosotros.
Rocío,
Iván, Macarena y yo giramos la cabeza a la vez, mirando al Negro.
-¿Qué?-murmuró,
asustado-Oye, mirad, chicos, yo…
-Vamos,
Ignacio-le animé-. Ya sabes que nos caes bien, que sólo odiamos a los negros si
son pobres.
Pero hay un hecho, y es que los negros suelen ser los primeros en
morir en las pelis de zombies. Tú ya has aguantado bastante, ¿no crees? Igual
va siendo hora de que, ya sabes…
Discutió
un poco, pero al final acabó reconociendo que su vida valía menos que las
nuestras. No esperaba menos de él.
Cogí
la cota de mallas que uso para entrenar y mi morrión –con el que pensaba
liderar la Reconquista hasta que los putos rojos me acusaron de no conocer la
historia de España porque el morrión lo usaban los Tercios durante el siglo XVI
y la Reconquista acabó en el XV… bah, qué sabrán ellos-, menos mal que había
tenido la precaución de traerlos a la sede cuando empezaron a llegar las
noticias sobre zombies, y los cuatro partimos hacia el garaje.
Desde
el coche, con el que ya pusimos rumbo al chalé, pudimos ver cómo el Negro
corría en dirección contraria, alejando a la horda de zombies. Vimos a lo lejos
cómo le pillaban, pero su sacrificio no será en vano, tendrá un huequito entre
la historia de los grandes héroes de España. Eso sí, le dibujaremos con un
color de piel un poquito más claro del que realmente tuvo, como a Jesucristo.
Con
Iván conduciendo, yo en el asiento de copiloto y Rocío y Macarena atrás, no
tuvimos muchos problemas para llegar al chalé. Tuvimos que arrollar a unos
pocos zombis; Macarena y yo incluso disparamos un poco desde el coche, creo que
conseguí a acertar a alguno. Pero en general, sabíamos que teníamos que ahorrar
balas… sólo por si acaso.
Cuando
aparcó, algunos de los zombies nos habían seguido, menos mal que tosen tanto
que es imposible que nos pillen por sorpresa, y aquel momento… fue
absolutamente heroico.
Salimos
del coche disparando, Macarena blandiendo el machete: auténticos cazadores de
zombies. Ojalá un director de cine estadounidense sepa algún día adaptar esas
gloriosas escenas al cine –digo estadounidense porque los españoles son todos
unos progres que viven de subvenciones-.
Si
es que ya me lo decía mi madre: “Santi, tú búscate un carguito para vivir todo
el día sin hacer nada, como tu padre. Y si de vez en cuando puedes recibir
dinero negro, como tu padre, pues todavía mejor”. Ah, y “persigue tus sueños
siempre, hijo”. Eso también.
-¡Santiago
y cierra España!-grité, por darle aún más epicidad a la escena.
Y
así, abriéndonos paso entre los zombies, llegamos al chalé.
Un
edificio bastante lujoso, la verdad. Orgullosa, Rocío nos condujo hasta el
sótano, y desde allí, hasta el búnker. Una puerta de metal ligeramente oculta
marcaba el camino.
-Un
momento-murmuré, bajando por las escaleras del búnker-. Pero esto sólo tiene
una puerta de metal delgadita. Y eso de ahí… ¿son ventanas? ¡Pero si por ahí
cabe un zombie! ¿Qué clase de búnker es éste, Rocío?
-Ah,
bueno, admito que no es perfecto… es que, cuando lo diseñé, todavía no me había
sacado el título de arquitecta, y me quedaba un poquito por aprender…
-¡¿Pero
qué puta mierda?! ¿Hemos venido hasta aquí para esto?
-¿Tenías
tu alguna idea mejor, eh?-me replicó, la muy traidora (otra vez).
A
ver, siendo justos, es verdad que era mejor sitio que cualquier otro que se nos
hubiera ocurrido. Y no eran ventanas grandes ni nada por el estilo, sino
simplemente rendijas en lo alto de la pared del búnker que, desde el exterior,
estaban justo al nivel del suelo. Pero un zombie delgadito podría entrar por
ahí si se apretaba mucho.
-¿Tenéis
armas en el chalé, al menos?-suspiré.
Lo
mejor que encontramos fue una motosierra, que Iván tenía por ahí olvidada de
cuando había pagado a un par de inmigrantes ilegales para talar los árboles de
la zona (los putos rojos nos llamarían hipócritas por esto, pero, ya que van a
entrar negros pobres en nuestro glorioso país, al menos tenemos que usarlos
para algo). Eso, la verdad, es la polla. Toda buena historia de zombies
necesita una motosierra.
Lo
siguiente mejor, por desgracia, sólo eran cuchillos de cocina. Ni siquiera una
buena escopeta.
-¿Qué
clase de español de bien no tiene una escopeta en casa?-les recriminé-O un
rifle de caza, al menos.
-Que
caigas en estereotipos así nos hace mucho daño a la derecha-respondió Iván,
hace falta ser idiota.
-¿Qué
estereotipos ni qué hostias? Hablas como un rojo. Ya te veía yo a ti cara de
ser un poco maricón separata.
-A
ver, a ver, vamos a calmar los ánimos-intervino Rocío-. Santi, en realidad no
piensas eso sobre Iván. Es que estás nervioso por los zombies.
-¿Nervioso
yo? ¿Estás diciendo que estoy acojonado?
-No,
sólo nervioso.
-Bueno,
eso tiene un pase.
Decidimos
despejar los alrededores del chalé antes de volver a meternos en el búnker.
Aquí hubo más escenas gloriosas. Seguían llegando más zombies –a cuentagotas,
afortunadamente- y con machete, motosierra, cuchillos y pistola, los cuatro nos
fuimos deshaciendo de ellos. A ver, no es tan fácil como en las pelis, pero
resulta que se nos daba bien. Cuatro cazadores de zombies españoles
reconquistando nuestra patria… fuimos gloriosos. Ayer fue un día emocionante,
sin duda.
Después,
nos atrincheramos en el búnker, ahora sí, dispuestos a aguantar todo cuanto
fuera necesario. Con el paso de las horas, fueron llegando nuevamente algunos
zombies. Los cabrones huelen la carne fresca a kilómetros, tienen mejor olfato que
los rojos para las paguitas. Sobre todo, trataban de entrar por las ventanas,
pero conseguir meterse por ese hueco es una tarea que lleva varios minutos, y
daba tiempo de sobra a ir despedazándoles según intentaban entrar. Eso tampoco
estuvo mal, la verdad.
A la
noche, decidimos hacer turnos para ver quién se quedaba en vela ocupándose de
impedir que los zombies entraran. Primero nos quedamos Iván y yo, seis horas.
Después, Rocío y Macarena, mientras nosotros dormíamos. Y menos mal que
estábamos agotados, porque con tanta tos, no hay quien duerma.
No
estoy seguro de cómo empezó todo. ¿Pasaría sin más, Rocío vería venir algo…? No
sé.
Lo
que sé es que he despertado esta mañana con los gritos de Rocío. Macarena había
mordido en el cuello a Iván, que estaba durmiendo cerca de ella, y después se
había lanzado a por ella.
¿Cómo
pasó todo? Sólo puedo especular. A Macarena no la mordieron en todo el tiempo
que estuvo con nosotros, lo que significa que tuvieron que morderla antes de
que llegara a nuestra sede, cuando estuvo matando zombies ella sola y se hizo
aquella mascarilla con los calzoncillos de un guardia civil. La muy cabrona.
¿Por qué en todas las pelis de zombies tiene que haber alguien a quien muerden
y se lo calla? Pensaba que ese papel ya lo había jugado Javi cuando fue al
mitin de Vistalegre con síntomas del COVID-19, pero no, resulta que Macarena
era peor. Se metió con nosotros en el búnker sabiendo que la habían mordido, es
que hace falta ser egoísta. Me pasa por rodearme de gente mala.
Así
que bueno, ha sido mala forma de empezar la mañana. Dentro de lo malo, hoy
también he molado bastante, por cómo les he volado la cabeza a Rocío y a
Macarena así en un momento, en cuanto he podido reaccionar y coger la Smith
& Wesson. Soy el puto amo. Y me queda genial la barba.
Iván
me ha suplicado un poco, claro. Que si te doy dinero, que si no sé qué… pero
colega, si te acaba de morder una zombie en el cuello, ¿te crees que soy
gilipollas? ¿Voy a quedarme aquí sentado esperando a que te conviertas en
zombie y me comas o qué? Así que le he tenido que volar la cabeza a él también.
Las
siguientes horas, he conservado algo de esperanza. Tal vez hasta ahora. El
sonido de los disparos ha debido de alertar a los zombies, y han empezado a
venir más a menudo: he ido encargándome de ellos con el machete según
intentaban entrar. Algunos han entrado en el chalé y están aporreando la puerta
del búnker, no sé si resistirá mucho más.
Pero
el problema son los de las ventanas, claro. Son fáciles de eliminar durante los
minutos que se pasan intentando entrar, pero estoy yo solo. Cuando el cansancio
me pueda, terminarán entrando y devorándome.
Las
horas siguen pasando. El machete ya pesa demasiado para poder usarlo bien. Mi
mano temblorosa levanta la Smith & Wesson y disparo, una y otra vez,
eliminando a varios zombies. Otro cargador. No, espera, ¿qué hago…? Estoy
aturdido por el sueño, el cansancio y lo horrible de la situación. La
adrenalina me mantiene despierto, pero no puedo pensar con claridad. Se me van
a acabar las balas si sigo así. Además, los disparos habrán atraído a más
zombies. Jamás voy a poder salir de este búnker con vida.
No
puedo rendirme. No puedo rendirme… pero hay zombies por todas partes. Siguen
viniendo, y cada vez más. Estoy solo y agotado. Pronto no tendré fuerzas ni
para disparar, y entonces, esos cabrones me comerán vivo. La puerta está
temblando: también van a entrar por ahí.
No
puedo rendirme, pero no queda más opción. Levanto la Smith & Wesson, siento
su peso en mi mano temblorosa. Espero que esta parte no la adapten al cine, que
los putos rojos son muy quisquillosos. Seguro que por el tema de volarme la
cabeza estando bajo asedio en un búnker sacan parecidos injustificados.
Oigo
cómo derriban la puerta a mi espalda. Ya siento las toses de los zombies acariciando
mi piel. Mi último pensamiento es para el traidor de Pedro Sánchez: esto ha
sido culpa de los putos rojos, del 8-M con tanto feminismo y del Coletas.
Aprieto el gatillo.
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