Reciclo un artículo que escribí para Nueva Revolución y que creo que puede resultar interesante.
El 27 de junio de 1960, Begoña Urroz, un bebé de tan sólo 20 meses de edad, era herida de muerte al explotar la bomba colocada en una maleta en la estación de tren de Amara, en Donostia. Moriría al día siguiente, 28 de junio. Días después, el DRIL (Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación, un grupo revolucionario en activo desde 1959 a 1964) reivindicaba la autoría del atentado. Concretamente, los dos militantes del DRIL encargados de aquel atentado fueron conocidos rápidamente: Reyes Marín, que confesó involuntariamente su autoría a un confidente policial (el DRIL estaba infiltrado por la policía, de hecho) y Guillermo Santoro, a quien delataron los restos de la maleta y los testimonios de varios testigos. Posteriormente, también el ex dirigente del DRIL confirmaría (o más bien, volvería a confirmar) la autoría de aquella explosión. Fue un caso relativamente sencillo: todo el mundo tuvo siempre claro quiénes habían sido los autores del atentado. ¿Todo? ¡No! Un grupo de irreductibles demagogos resistió a la verdad, usando una poción mágica que les hacía invencibles: inventarse cosas de la nada.
El 19 de septiembre de 2000, el exministro socialista Ernest Lluch (lo de “socialista” es un decir, era del PSOE. Concretamente, del mismo PSOE vinculado a los GAL) decidió, 40 años después, inventarse de la nada que ETA había colocado la bomba que mató a Begoña Urroz. ¿Con qué fin? No lo sabemos. Una persona convencida de que ETA es un grupo de terroristas sanguinarios no debería necesitar inventarse atentados que no ha cometido, bastaría con recordar los que sí ha cometido. ¿Quién sabe lo que pasaba por la cabeza de Ernest Lluch cuando decidió inventarse esto? Datos históricos seguro que no.
La primera acción de ETA tendría lugar un año después del atentado en el que murió Begoña Urroz, y consistió en intentar descarrilar un tren deformando la vía. No pudieron usar explosivos, porque no tenían acceso a ellos: la primera bomba de ETA no explotó hasta 1964. Es decir, no sólo no había ninguna evidencia en la historia de ETA que les vinculase a este atentado, sino que más bien todas las evidencias apuntaban a que no había sido posible que lo cometieran.
Sin embargo, los periódicos empezaron a reproducir el bulo creado por Lluch, cada vez con más frecuencia. El libro Vidas rotas: La historia de los hombres, las mujeres y los niños víctimas de ETA, escrito por Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey, achacó a ETA la autoría del atentado que mató a Begoña Urroz en base a dos fuentes: el Anuario de 1994 del diario Egin y la obra Euskal Herria y la libertad, concretamente una parte escrita por Iñaki Egaña. Había, sin embargo, un problema notable: y es que ninguna de esas dos fuentes dice nada remotamente parecido a que ETA cometiera aquel atentado, ni se insinúa siquiera. El libro Vidas rotas se inventó las citas con la que documentó aquella afirmación.
El propio Iñaki Egaña, comprensiblemente ofendido por haber sido citado para atribuirle algo que nunca dijo, escribió en el diario Gara un artículo titulado Cómo se construye una mentira, denunciando esto. Sin embargo, no consiguió frenar el bulo: tras la publicación de su artículo, la mentira fue rodando aún más, y haciéndose cada vez más grande.
Aquel mismo 2010, José Bono, como Presidente del Congreso, propuso el día 27 de junio como Día de las Víctimas del Terrorismo, en honor a Begoña Urroz, “primera víctima de ETA”. El Congreso lo aprobó por unanimidad: al parecer, ni un solo diputado se molestó en hacer una búsqueda de medio minuto en Google.
Ya aprobado el bulo institucionalmente, la década de los 2010 se convirtió en una pista por la que ir creciendo. El número de artículos periodísticos que recuerdan a Begoña Urroz como víctima de ETA se disparó. Mi caso favorito es el de El País, que en 2018 publicó casi seguidos un artículo de un periodista lamentando la incultura general de que mucha gente no supiera quién fue la primera víctima de ETA (el guardia civil José Antonio Pardines) y otro artículo asegurando que la primera víctima de ETA fue Begoña Urroz. Paradójico, eh.
De hecho, en respuesta a aquel artículo de 2018, Isabel Díaz Ayuso les respondió para corregirles. El 3 de mayo de 2018, Ayuso publicó un tweet respondiendo a El País que decía textualmente: “La primera víctima de ETA fue José Antonio Pardines, un joven guardia civil de 25 sñod. A esa niña la asesinó un grupo portugués.”
Pero Ayuso era una excepción entre políticos de derechas. Los demás procuraban mantener el bulo, como Albert Rivera, que dos meses después del tweet de Ayuso le espetaba a Otegi también por vía Twitter: “La primera víctima mortal de ETA fue una bebé de 22 meses” Rivera se unía así a un amplio colectivo de gente encargada de difundir este bulo, entre los que se incluían muchos políticos como él, “periodistas”, o asociaciones de víctimas del terrorismo, como COVITE. Y remarco lo de COVITE porque patrocinaría un giro interesante a esta historia al año siguiente.
Corría el año 2019 cuando COVITE corrigió sus afirmaciones anteriores al difundir una “investigación” realizada por un tal Gaizka Fernández para el Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo. Resulta que había “descubierto” que la autoría del atentado en el que murió Begoña Urroz correspondía al DRIL, no a ETA. Comprobé con asombro que Fernández me tenía bloqueado en Twitter, aunque yo no tenía la menor idea de quién era.
Me llamó la atención la importancia que se le dio para su escaso mérito. Además del informe en sí mismo, Gaizka Fernández dio una rueda de prensa, un podcast, un artículo en El Correo y otro en su propio blog narrando la importancia de su descubrimiento. Su perfil de Twitter –en el que pude entrar usando el modo incógnito de Google Chrome, claro- se llenó con unos 30 retweets de gente alabándole por su descubrimiento. Pero es que no había descubierto absolutamente nada. Habría bastado con que leyera el artículo de Iñaki Egaña en el Gara para conocer toda la historia de cómo nació esta mentira.
Yo, desconfiado que es uno, llegué a preguntarme si Gaizka Fernández habría usado el buscador de Twitter para bloquear a todas las personas que alguna vez habían twitteado sobre que el DRIL cometió el atentado que mató a aquella niña. Para poder llevarse más medallas por su “descubrimiento”. Eso explicaría por qué me tenía bloqueado a mí a pesar de no haber interactuado nunca con él. Si eso fue así, supongo que también tuvo que bloquear a Isabel Díaz Ayuso. No sé, es sólo una hipótesis mía –mucho más creíble que la hipótesis de que ETA ponía bombas en 1960, eso sí-.
En una curiosa vuelta de tuerca, por cierto, resulta hasta cómico que Gaizka Fernández afirmara tranquilamente que durante muchos años se creía que ETA había cometido aquel atentado (¿éramos acaso Isabel Díaz Ayuso y yo seres superdotados por no habernos creído esa mentira? No, es que no se la creía nadie que dedicara un minuto a buscar en Google)… cuando él mismo coordinó un libro, publicado en 2018, que se titula Pardines: Cuando ETA empezó a matar. A ver, es como mínimo curioso afirmar que hacía poco se creía que la primera víctima de ETA era Begoña Urroz cuando la misma persona que lo afirma estaba publicando libros diciendo que la primera víctima de ETA fue Pardines.
Por cierto, hay un asunto curiosísimo en todo este último asunto, y es el juego de fechas. COVITE cambiaba su postura y difundía la “investigación” de Gaizka Fernández el 27 de junio de 2019, coincidiendo con el aniversario del atentado. La “investigación” había visto la luz dos días antes, el 25 de junio, en la edición correspondiente a junio de 2019 del informe del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo. Precisamente entre estos dos días, el 26 de junio de 2019, Arnaldo Otegi era entrevistado en TVE. El entrevistador le comentó algo sobre la muerte de Urroz a manos de ETA, que Otegi desmintió públicamente, en TVE, en un horario de bastante audiencia (pese al boicot que algunos sectores realizaron a TVE debido a aquella entrevista, claro). Es una casualidad casi cómica que COVITE, esperando al 27 de junio para cambiar su postura respecto a la autoría de aquel atentado, ratificara así el desmentido que Otegi tuvo que hacer al entrevistador que usaba un bulo como arma arrojadiza contra él.
La cuestión, en todo caso, es que la rectificación de COVITE, aunque unos cuantos años tarde y que ni siquiera habría sido necesaria si no hubieran empezado a creer en un bulo insostenible, marca un antes y un después. Creo que se puede decir que sostener este bulo ya vuelve a ser tan ridículo como habría sido antes de que Ernest Lluch lo creara.
Sin duda seguiremos viendo a gente afirmar que ETA cometió aquel atentado, pero en mucha menor medida. Ya sólo algunos medios marginales de extrema derecha, algún político poco importante (p.e: Eva Reverte, concejal del PP, es la única política a la que le he visto seguir difundiendo este bulo en 2020) y bots (o gente que actúa como bots) de corte filofascista que pululan por las redes sociales contarán esto.
Sin embargo, aunque lo peor de esto ya haya pasado, este caso sigue poniendo en evidencia una triste realidad: el uso de las víctimas como arma arrojadiza aunque sea basándose en bulos insostenibles. Bastante triste es ya que una niña de menos de dos años muera abrasada porque hubo gente que decidió que la mejor forma de luchar contra el franquismo era poner una bomba en un lugar donde había civiles inocentes. Nadie pudo evitar eso, pero ahora, 60 años después, quizá sea hora de dejar de usar a Begoña Urroz como arma arrojadiza por parte de políticos ansiosos de ganar rédito acusando a sus rivales de simpatizar con ETA o de periodistas mercenarios deseando ganar unas pocas visitas a su web, y dejarla descansar en paz por fin.
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