Abrí los ojos, considerablemente aturdido. A mi alrededor,
todo estaba negro. No notaba nada, pero tampoco tenía la sensación de estar
flotando.
Apenas tardé unos segundos en recordar. Estaba en la
habitación de hospital, la conciencia escapando de mi cuerpo… sí, había muerto.
¿Dónde estaba? ¿Y por qué no estaba asustado?
Entonces, oí una voz frente a mí.
-Bienvenido.
Seguía sin ver nada, de modo que tardé unos segundos más en
recobrarme de la sorpresa.
-Eh… Hola. ¿Dónde estoy?
Una figura se fue dibujando poco a poco frente mí. Era un
hombre de aspecto joven y amistoso.
-Me temo que has muerto, estás en el Cielo. Estoy aquí para
atenderte, responder tus dudas y explicarte todo lo necesario.
-Ah… bien.
-Siempre has sido ateo. No te preocupes, eso es irrelevante.
Esto no tiene nada que ver con la religión.
-¿No?
Comenzamos a andar. El suelo iba apareciendo frente a
nosotros.
-No. Venimos de otra dimensión, somos una raza mucho más
avanzada que la raza humana cuando tú moriste. Han pasado miles de millones de
años desde tu muerte, y ahora hemos llegado.
-Miles de millones… vale, lo voy pillando. ¿Me habéis
resucitado y me habéis traído aquí? ¿Cómo…?
-Vuestro universo sufrió una muerte térmica; se fue
expandiendo y la energía se fue equilibrando hasta que no quedaron fuentes de
energía aprovechables. Con el tiempo, toda la materia se fue descomponiendo.
Nosotros usamos ondas muy débiles que apenas interactuan con las partículas; de
esta forma, podemos calcular la posición y el movimiento de cada partícula de
vuestro universo con un 99 % de precisión, sin llegar a violar el principio de
indeterminación de Heisenberg.
-¿Conocéis a Heisenberg? ¿En vuestra dimensión también…?
-No, en la vuestra. Le resucitamos, estamos resucitando a
todo el mundo. Podemos calcular la posición y el movimiento de todas las
partículas de vuestro universo; un sencillo cálculo permite comprender cuál era
su posición y su movimiento un segundo antes. Cálculos mucho más complicados
nos indican su posición y su movimiento millones de años atrás… así podemos
saber absolutamente todo lo que pasó en vuestro universo, desde el principio
hasta ahora. A continuación, recreamos cada mente que alguna vez ha estado viva
una por una: eso es la resurrección.
-¿Por qué?
-¿Por qué no? Toda mente quiere tener vida eterna.
Me detuve a pensar las consecuencias de lo que estaba
diciendo.
-¿Y ahora?
-Ahora les damos a todos lo que desean. Les damos el Cielo.
Un paisaje fue apareciendo poco a poco a mi alrededor. Era
el pueblo en donde nací, tal y como lo recordaba… no. Mis recuerdos no eran tan
precisos ni de lejos. Era tal y como era, no tal y como lo recordaba.
-Parece demasiado bueno para ser verdad-comenté-. ¿Dónde
está el truco?
-No hay truco. No albergamos sentimientos de interés propio
ni nada de lo que entiendas como maldad. Desde el momento en el que pudimos
programar mentes los eliminamos y dejamos sólo los buenos.
-¿Sois… robots?
-Tal vez. Hace tiempo que esa pregunta no tiene sentido.
Cuando tú moriste, se podía distinguir entre vida natural y artificial, pero
apenas unos siglos después ya era imposible. Al fin y al cabo, la mente es sólo
información codificada; que esté codificada en unas neuronas, en unos circuitos
o en ondas que tu especie no había descubierto cuando moriste, es irrelevante.
Sigue siendo una mente, y sigue siendo vida.
-Vamos, que los androides sueñan con ovejas eléctricas.
-Eso es. De hecho, dado que ahora te hemos recreado
artificialmente, técnicamente tú también eres un androide.
-Oh.
Me miré las manos. No las notaba diferentes en absoluto.
-A ver si lo entiendo-intenté recapitular toda la
información que se agolpaba en mi mente-. Entonces, habéis sido creados para
ser bondadosos, sois omniscientes y podéis reconstruir todo lo que queréis.
Estáis haciendo el Cielo… ¿y el Infierno? ¿Qué hay de él?
-Desde la perspectiva que tenemos, en la que las partículas
son sólo una sucesión de movimientos… no podemos decir que nadie merezca el
Infierno. El libre albedrío deja de existir. Esto es al mismo tiempo
maravilloso, porque es lo que nos permite reconstruiros, pero por otro lado,
tenéis que asumir que nadie es responsable de sus actos, puesto que sólo
dependen de los genes que heredó y del ambiente en el que creció. Hemos
encontrado que la Humanidad
parece tener muchos problemas para aceptar este hecho. Quiere castigar a los
malvados.
-Sí, ya lo creo.
-Por suerte, podemos crear copias inconscientes pero con
todas las demás peculiaridades.
-Creo que lo pillo…
-Sí-asintió, como leyendo mi mente, o tal vez haciéndolo-.
Podemos reconstruir a un Hitler sin consciencia, pero que grite y se retuerza
cuando algunos prisioneros de Auschwitz decidan que quieren torturarle en el
Cielo para vengarse por las atrocidades que sufrieron.
-Pero, en cierta medida… ¿No estáis mintiendo?
-Tal vez, en algunos casos. Una mentira piadosa para
asegurar el Cielo.
Medité lentamente mientras respiraba la brisa de mi pueblo.
-Pero vosotros estáis seguros de que es mejor así.
-Claro. Tenemos todos los datos, no podemos fallar.
-De modo que os podéis adelantar perfectamente a lo que cada
uno espera…
-Eso es-afirmó el salvador-. Incluso en la personalidad de
cada guía. Sabemos en que idioma preferías expresarte tú, así como mis
características aproximadas y el tono informal que estamos usando.
-Impresionante. ¿Y qué hay de los tiranos, monarcas…? ¿No
será un súbdito lo que esperan?
-Sí. De modo que nos arrodillamos y le tratamos con
reverencia.
-¿En serio? ¿Sois infinitamente más poderosos, y os
arrodilláis?
El alienígena sonrió. Parecía divertido por mi pregunta; me
pregunté si una raza tan avanzada tendría sentido del humor o simplemente
quería hacer que me sintiera bien.
-El orgullo es un defecto humano. Y no me malinterpretes,
tiene un papel muy importante en la evolución: alguien sin orgullo podría ser
pisoteado, humillado, asesinado. Pero siendo mucho más poderoso que aquel que
te humilla, el orgullo no tiene razón de ser: no puedes sufrir ningún daño. Y,
como te decía, queremos que cada ser vivo se sienta lo más cómodo posible.
Asentí, satisfecho por la explicación. Todo parecía tan
lógico que no había discusión posible.
-De todos modos-prosiguió-, la mayoría de monarcas fueron
religiosos, de modo que prefieren encontrarse a su dios, guardián del Más Allá
o algo parecido en estas situaciones.
-Entonces, ¿no les explicáis nada de las ondas, ni las
dimensiones, ni nada? ¿Simplemente os hacéis pasar por un dios?
-Exactamente. Un monarca del siglo XIV no puede entender lo
que es una onda ni una dimensión fácilmente, y eso le podría crear incomodidad.
Preferimos recurrir, de nuevo, a la mentira piadosa.
-Entiendo.
Llegamos a mi antigua casa. Hasta ahí, todo era tal y como
en la realidad, pero tras mi casa, se extendía una inmensa playa de arena
blanca y un mar azul cubierto por destellos de sol. A lo lejos, en la playa, se
veía gente. Supe que serían todos mis familiares y amigos, muertos millones de
años atrás.
-Increíble-dije. Una lágrima resbaló por mi mejilla.
-Con esto acaba mi función, aunque si te surgen más dudas
puedes llamarme con sólo pensarlo. Y ya sólo queda aclarate una última cosa.
-¿El qué?
-Para que lo asimilaras todo antes y lo creyeras con más
facilidad, también hemos tenido que recurrir a una mentira piadosa contigo.
Pestañeé y le miré. Una sombra de sospecha me cubrió. Todo
era demasiado bonito para ser verdad, ¿no era así?
-¿Qué pasa?
-No venimos de otra dimensión, ni de otro universo.
Descendemos de robots creados por los humanos unos pocos miles de años después
de que tú murieras. No hay nadie más que nosotros: ni otros universos, ni
dioses, ni demonios. Sólo somos nosotros, infinitos y eternos.
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