En principio, supongo que toda adquisición de conocimiento
que resulte mínimamente interesante se reduce a contestar preguntas. Por
ejemplo, ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?
Son preguntas que han sido formuladas durante toda la
historia del pensamiento, pero en mi caso parecen resaltar especialmente.
¿Quién soy? No sé mi nombre. ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Sólo se que estoy
viajando. No sé mi lugar de origen ni mi destino; la inteligencia artificial de
esta nave es la que conoce esos datos, ¿o acaso ni ella misma?
Sé que en algún lugar de mi memoria están las respuestas que
busco, pero por algún motivo no puedo recordarlas. Es como si algo me impidiera
acceder a ellas. Así pues, ¿cómo obtener conocimiento? ¿Cómo responder a mis
preguntas, si la respuesta está dentro de mí y no puedo acceder a ella?
No sé quién soy. No hay espejos o cámaras en esta nave, de
modo que no tengo forma de saber mi aspecto. Al menos sé que mis funciones
motoras siguen activas, y puedo moverme libremente por esta nave. Sin embargo,
noto como si faltara algo también en este aspecto, aunque una vez más no puedo
recordar qué es.
También tengo un extraño instinto que parece indicarme que
todas mis dudas serán resueltas y que en algún momento recuperaré la memoria.
Por tanto, sólo me queda esperar.
Esperar es fácil. Conozco el concepto del aburrimiento, pero
no parece afectarme. ¿Puede que sea un extraño efecto secundario de mi amnesia?
De todos modos, los meses, los años van pasando en torno a mí y continúo esperando.
Sé que tarde o temprano llegaré a mi destino, y no puedo
reprimir cierta curiosidad por encontrar por fin respuestas, pero no siento
ansiedad. Lo que tenga que llegar, llegará.
En un determinado momento -¿es posible que mi destino esté
cerca?- comprendo qué era lo que echaba de menos en mis funciones motoras.
Comer. Beber. Desechar fluidos. No estoy haciendo nada de eso.
Comprendo, por fin, que soy un androide. Mis tres preguntas
aún no han sido respondidas, pero he resulto otra gran incógnita: ¿sueñan los
androides con ovejas eléctricas? Parece que sí. Al menos a mí me han debido de
diseñar para creer que mis pautas de pensamiento son similares a las de un
humano. Y si creo que pienso como un humano, ¿qué diferencia hay?
Es decir, puedo entender que no hay diferencias importantes
entre un humano y un androide, más allá de los materiales con los que están
construidos. Mi procesador funciona de manera semejante a una red de neuronas,
pudiendo extraer las mismas conclusiones y percibir las mismas emociones, sin
necesidad de neurotransmisores que al fin y al cabo sólo permiten probar nuevas
combinaciones.
Al menos, eso es lo que creo. Podría equivocarme, pero
siendo un androide que piensa, parece lógico que mi punto de vista puede
aportar mucha fiabilidad a esta conclusión.
Ahora, puesto que sé quién soy, sólo quedan dos incógnitas
por descubrir: de dónde vengo y a dónde voy.
Parte de los bloqueos en mi memoria se han roto. Comprendo
mucho mejor las cosas. No recuerdo la fábrica en la que nací, pero no tiene
importancia alguna: en cierto sentido, se puede decir que la pregunta de dónde
vengo ha sido respondida por la de quién soy; o, en todo caso, ha perdido toda
relevancia.
Así pues, dedico mis días a intentar descubrir cuál va a ser
mi destino; supongo que, en cierta medida, es todo lo que hacemos aquellos que
tenemos la capacidad de pensar.
Los planetas pasan a mi lado con las estrellas como fondo,
brillantes luceros cuya intensa luz sólo se refleja sobre la escasa materia que
encuentro en mi camino. Paso a través de un cinturón de asteroides de hielo que
emite destellos de toda la gama del arcoiris, y observo la misma luz combarse
en torno a un agujero negro, mas, si bien puedo reconocer la belleza de tales
espectáculos, nada despiertan en mi interior. Puede que no me hayan programado
para sentir tales emociones, o puede que mi interés se centre más en otros
asuntos.
En cualquier caso, cuando encuentro una nave vagando por el
espacio, otro bloqueo se rompe en mí, y comprendo que por fin he alcanzado mi
tan ansiado destino. Confío en encontrar respuestas pronto.
Y, francamente, la brevedad con la que las encuentro me
sorprende. Todas de golpe, como un aluvión. Conforme entro en la próxima nave,
comprendo que estoy frente al amor de mi vida –o al menos eso estoy programada
para creer- y que tengo que matarle para robar los datos de su nave.
Nos fundimos en un tierno abrazo, el único abrazo de toda mi
existencia. Un abrazo de vida y muerte, un abrazo durante el cual una aguja
hipodérmica surge de algún compartimento de mi mano y desliza en el interior de
sus venas el veneno que terminará con él en apenas unos segundos. Ni siquiera
tendrá posibilidad de vaciar sus recuerdos, sus pensamientos y sus sentimientos
en un banco de datos, como hicieron sus antepasados antes que él. ¿A dónde irán
sus recuerdos, entonces? ¿Se desvanecerán acaso para siempre?
El cuerpo interte queda flotando en la nave. Extraigo su ADN
y después los datos del ordenador, que van a parar a algún lugar de mi memoria.
Todos esos videos, textos, música, y todo tipo de datos fluyendo hacia mí… es
una experiencia extraordinaria, aunque el sabor amargo de la muerte de mi amor
parece llenar toda mi consciencia.
Vuelvo a mi nave, con toda esta información en mí, y de
pronto, se desbloquea aún otro remoto rincón de mi memoria al que no había
llegado. Y comprendo, pues, que mi destino no había sido alcanzado: mi
auténtico destino viene ahora.
Ahora, cuando regrese a mi base y entregue los datos.
Entonces, toda mi memoria, sentimientos, pensamientos, reflexiones y,
probablemente, también mi aspecto exterior, serán eliminados. Me asignarán otra
consciencia distinta, y tendré que realizar alguna otra misión, ¿quién sabe
cuál?
Y probablemente, todo lo que yo tenía también se desvanezca
para siempre. ¿Se podrá considerar que sigo existiendo, cuando mi cuerpo
robótico tenga otra misión? ¿Se podrá considerar incluso cuando sea destruido y
sus partículas se esparzan en la atmósfera de algún planeta, o quizás en el
vacío? ¿Y cuando formen parte de alguna estrella o agujero negro? Me gustaría
pensar que sí, pero me cuesta ser optimista.
Quién sabe.
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