Maitane entró al Gudari. Llevaba
el pelo recogido en un moño sujeto por un pañuelo azul claro, una sudadera
granate con una skatalítica, una falda vaquera y unas gruesas medias negras por
debajo. Pidió un kalimotxo y se sentó junto a Osegi.
—Aupa, jefe—saludó, dando el
primer sorbo.
—Kaixo, Maitane.
Había más gente de la habitual en
el Gudari: en la mesa de al lado estaban Josu y Cristina, pero les habían visto
demasiado acaramelizados como para unirse a ellos. Una mesa más allá estaban
Kike, Alazne y Sidorenko junto a Koldo y a Adri. Ya habían celebrado el día
anterior que Gutiérrez hubiera conseguido su excarcelación, junto a Osegi y al
resto de sus compañeros, y ahora estaban dispuestos a seguir celebrándolo, esta
vez junto a soldados de otros capos.
—¿Se sabe algo de Eneko? Llevo
tiempo sin verle.
—No—mintió rápidamente Osegi.
Maitane era su soldado más eficaz, pero había cosas que, de momento, era mejor
no compartir—. Yo también llevo unos cuantos días sin saber nada de él. A
saber.
—Joder, qué rabia. Parecía
dispuesto a hacer algunos encargos más peligrosos y, ahora que sabemos casi
seguro que hay un traidor entre nosotros y no podemos fiarnos de nadie, nos
habría venido bien su ayuda.
—Sí. Qué cosas.
Osegi dio a su cerveza el trago
más largo que pudo.
Hernández estaba organizando el
papeleo en la lonja de Romo. Había terminado con lo relativo a las rutas
correspondientes a marzo y el reparto del dinero, y empezaba a plantearse una
prueba a Ariane, soldado bajo el mando de Chapa, cuando llamaron a la puerta.
—Adelante.
Sidorenko entró en la trastienda.
Hernández ocupaba toda la mesa con una montaña de papeles. En la pared del
fondo había sido pintado el símbolo diseñado por Haizea: CK rodeado por el lema
“Quieres identificarnos, tienes un problema”, que empezaba a ser reconocido
como lema de la familia de Bizkaia, algo que no solía pasar. La excepción era,
quizá, la familia de Madrid, que era conocida por el bastante más agresivo lema
“Si nuestros hijos pasan hambre, los vuestros pasarán miedo”. Claro que,
evidentemente, la familia de Madrid era bastante más agresiva, en general, y su
padrino, Daniel Barrios, continuaba en busca y captura.
—Con todo el tiempo que he pasado
entre rejas aburrido he estado dándole vueltas a una idea.
—Cuéntame.
—Una novela.
—¿Hmm?—Hernández enarcó una ceja.
—Creo que puedo escribir una
novela. Sólo necesitaría un poco de dinero prestado, y luego lo devolvería
cuando empezase a venderla. Además, por supuesto, tendría mucha carga
ideológica, así que nos beneficiaría.
—¿De qué trataría?
—Vale—Sidorenko tomó aire—. El
planteamiento es el siguiente: sencillamente, una raza de extraterrestres le da
a un tío el poder de leer las mentes, telepatía a lo bruto, para que lo use
para mejorar a la Humanidad.
—Jodeeer…
—¡No, no, no! Es sólo el
planteamiento, sólo un elemento creado para justificar una situación que luego
se puede explotar. Los extraterrestres luego no vuelven a salir, ¿vale? Ni se
vuelve a hablar de ellos ni nada, sólo es un tío que puede leer las mentes y
usa sus poderes para hacer el bien, pero a nuestro estilo. Con sólo
concentrarse, desde la habitación de su casa, puede saber las contraseñas a los
correos electrónicos de todos los políticos y empresarios importantes, puede
saber los números de sus cuentas bancarias, todos sus negocios sucios y sabe
cómo chantajearles.
—Continúa.
—Así que en la primera parte de
la novela, el tío se hace periodista, un periodista la hostia de polémico que
adquiere popularidad y se dedica a filtrar secretos de políticos corruptos y
esas cosas. Por supuesto, intentan meterle a la cárcel, tiene muchos líos
legales, pero claro, también puede chantajear a los jueces, sobornarles, sabe
cómo manejarles… se las arregla bien. Luego llega a presidente del gobierno de
España, porque claro, a estas alturas ya tiene controlados todos los medios de
comunicación y hablan bien de él, y además desvela secretos de los políticos
contrarios a él y hunde sus carreras, incluso podría controlar a unos matones
para que le den una paliza a alguno, esas cosas.
—Ajá.
—La etapa como presidente es el
punto álgido de la novela, hace lo que nosotros querríamos. Tengo pensada una
escena en la que un banquero o un importante empresario o algo llega a su
despacho para amenazarle, sin ser consciente de lo realmente poderoso que es,
¡y entonces el prota le estampa un vaso de cristal en la cara y le da una
paliza!
—Ya veo…
—Como última etapa, aún lo estoy
pensando, tal vez podría abandonar la presidencia del Gobierno y ser Papa. Con
poderes para leer la mente, sería fácil convencer a los cardenales y arzobispos
y demás de que él es el elegido de Dios o algo así, y le votarían. Sería Papa
sin haber sido cura antes, pero es posible porque le bautizaron de pequeño, en
realidad es el único requisito. Y viajaría por todo el mundo arreglando las
cosas y usando sus poderes para hundir a los cabrones que controlan el mundo y
alzar a otros mejores para sustituirles.
—No sé, Sidorenko, no termino de
verlo…
—¿No te parece buena idea?
—¿Hacer una novela partiendo de
una premisa ridícula para terminar satirizando la política española y
difundiendo un mensaje radical? No sé, ¿a quién coño le serviría eso? No creo que
fuese muy comercial. ¿Ya la compraría alguien?
—Bueno, si invertimos un poco de
dinero en publicitarla…
—Me lo pensaré. Gracias por la
idea.
—Bien.
El soldado se retiró satisfecho.
La lonja de Erandio, por otra
parte, estaba siendo temporalmente usada para una reunión de Iker Celaya con
sus soldados. Con Mikel Amorrortu e
Iker Rodríguez presos, había siete personas reunidas: el propio Celaya, Koldo,
Spank, Peru , June, Gorka –el más reciente, en cierto modo, puesto que
hacía poco tiempo que estaba bajo el mando de Celaya y no el de Inés Chapa- y
la apodada Dinamitera, en honor a la famosa miliciana Rosario Sánchez.
—Tampoco a mí me gusta—comentaba
Celaya—, pero siempre supimos que habría que ceder en algunos terrenos. La puta
confluencia y esas cosas. El convencer a gente.
Koldo se encogió de hombros y dio
una calada a su cigarrillo.
—Yo te hago caso, para algo eres
el jefe y para algo te voté para que lo fueras. Sólo me jode que ahora que por
fin estamos empezando a subir en la escala, que tenemos armas de fuego, a una
mierda de violador muerto y demás, no continuemos.
—Sí continuaremos. Pero con
calma. Que se sepa en las calles que quien nos jode termina en una tumba, pero
que no nos puedan vincular con nada legalmente. Y sobre todo, que no todas las
acciones sean marrones, que vean que también hacemos cosas hippies o mierdas
así por el bien de la gente. Ahora vamos a centrarnos en lo de Mikel , ¿vale? Han torturado a un colega nuestro, lo
denunciamos, protestamos, difundimos información sobre las torturas en España,
esas cosas. Lo demás, ya llegará.
Y llegaría. Al propio Celaya le
costaba contenerse, y sabía que la rabia no se puede contener para siempre.
Tarde o temprano, explota.
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