miércoles, 5 de febrero de 2020

QEPD José Luis Cuerda



San Pedro se ajustó el tricornio y salió a recibir al nuevo invitado al Cielo. Por el puente que venía del mundo terrenal se acercaba un hombre vivaz, con andares campechanos, de cara redonda, espesa barba blanca y una mirada confusa tras el marco de sus gafas.
-¿Quién va?-preguntó San Pedro, sacando pecho.
-El alma de José Luis Cuerda, oiga-dijo el recién llegado, inclinando levemente la cabeza para saludar.
-¡Hombre, tanto gusto! Fíjese usted que conozco algunas de sus películas, y me resultan bastante simpáticas.
-Bueno, bueno-dijo el fallecido, haciendo un gesto con la mano como para quitarle importancia.
-La oda a la calabaza es mi escena favorita. Una maravilla del cine, ¿eh? Pero bueno, vayamos al grano, y si me lo perdona, es sólo una formalidad, tengo que preguntarle si ha sido usted buena persona en vida.

-Hombre, yo no me dedicaba a eso. Pero supongo que mala persona no he sido. Siempre procuré que mis películas aportaran algo a la gente, y tampoco iba por ahí haciendo el mal, que ya ve usted qué ganas. Ahora que lo pienso, no se considerará el alcohol un pecado por aquí arriba, ¿no?
-Pues hombre, si no se abusa…
-Es que me gustaba el vino una gotica. De hecho, me dediqué a ser viticultor además de cineasta, tenía una finca en el Ribeiro… y, si me permite, hacía un vino muy bueno. Aunque últimamente ya sólo lo cataba. Mire que yo soy albaceteño, pero allí en el Ribeiro hay una tierra, unos parajes y un clima que sale un vino para chuparse los dedos. Muy orgulloso me siento, aunque lo mismo eso también es un pecado, ahora que recuerdo. Estamos buenos.
-Descuide usted, don Cuerda, que no es nada grave eso. Pero bueno, ¿su vida en general…?
-Pues mire, nací en 1947. Estudié en el seminario, empecé a estudiar Derecho pero luego lo dejé para trabajar en TVE, primero en informativos y luego en programas culturales. Luego, ya sabe, la ficción, el cine, el humor absurdo, las series de televisión, la producción. Estuve felizmente casado hasta que mi esposa murió hace ya unos años, he tenido unas hijas maravillosas aunque no sé yo si el mérito me debe corresponder a mí, y cuatro nietos también estupendos. Si al final fui buen cristiano sin querer, mire usted.
-Pues pase, pase usted al Cielo. Oiga, ¿al final le dio tiempo a estrenar Tiempo después…? Es que algo tenía oído, pero aquí no llega el periódico, ¿sabe?
-Hombre, sí me dio tiempo, sí, y nada mal. Y un libro que saqué después, Memorias fritas, contando las susodichas. Nada, no me voy a quejar, que pude hacer muchas cosas. Lo que pasa es que uno al final ya tiene síntomas de haber vivido 72 años, y claro, no me extraña acabar aquí.
-Pues pase entonces, pase.


Sólo entonces reparó San Pedro en que el fallecido parecía reticente a avanzar, y seguía mostrando la misma expresión no muy alegre, a pesar de la conversación.
-Pero, ¿no se encuentra usted cómodo?-inquirió.
-Hombre, la verdad, ya que me lo pregunta, es que me resulta un poco redundante el asunto. Es que yo me he pasado la vida dirigiendo películas así con esta estética y estos paisajes y esta cultura, y vivirlo ahora un poco está bien, pero para toda la Eternidad, pues igual se me atraganta un poco, no se ofenda.
-¡Ah, bueno, pero eso no se preocupe…! Es que estamos en la parte del Cielo que pilla justo arriba de España, ya sabe usted. Pero puede viajar sin problemas, ¿eh? Que si se aburre usted de este ambiente, pues tiene muchas otras partes del Cielo a las que ir. No sabe lo entretenido y lo exótico que es el Cielo encima de Nueva Zelanda. ¡Uy, y encima de Japón ni le cuento! Además, esto se va modernizando también.
-¿Sí…?
-Claro que sí, hombre. Hemos quitado el cartel de “Todo por la patria celestial”, que dicen que quedaba un poco rancio. Ahora hay menos banderitas, y tenemos un cine y un salón recreativo de los ochenta, con maquinitas y eso.
-Bueno, gracias a Dios, o a quien sea. Igual le doy una oportunidad…
Cuerda avanzó unos pasos; entonces, los acordes del himno de España empezaron a sonar.
-Ah, sí, eso no lo hemos quitado todavía-puntualizó San Pedro.
-Pues yo no me voy a cuadrar ni a quitar el sombrero, ¿eh? Que uno ya tiene una edad para estas tonterías.
-Nada, nada, no se preocupe, José Luis. Pase y nos cuenta un poco de qué va Tiempo después… que aquí todos somos contingentes, pero usted es necesario.

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