San Pedro se ajustó el tricornio
y salió a recibir al nuevo invitado al Cielo. Por el puente que venía del mundo
terrenal se acercaba un hombre vivaz, con andares campechanos, de cara redonda,
espesa barba blanca y una mirada confusa tras el marco de sus gafas.
-¿Quién va?-preguntó San Pedro,
sacando pecho.
-El alma de José Luis Cuerda,
oiga-dijo el recién llegado, inclinando levemente la cabeza para saludar.
-¡Hombre, tanto gusto! Fíjese
usted que conozco algunas de sus películas, y me resultan bastante simpáticas.
-Bueno, bueno-dijo el fallecido,
haciendo un gesto con la mano como para quitarle importancia.
-La oda a la calabaza es mi escena
favorita. Una maravilla del cine, ¿eh? Pero bueno, vayamos al grano, y si me lo
perdona, es sólo una formalidad, tengo que preguntarle si ha sido usted buena
persona en vida.
-Hombre, yo no me dedicaba a eso.
Pero supongo que mala persona no he sido. Siempre procuré que mis películas
aportaran algo a la gente, y tampoco iba por ahí haciendo el mal, que ya ve
usted qué ganas. Ahora que lo pienso, no se considerará el alcohol un pecado
por aquí arriba, ¿no?
-Pues hombre, si no se abusa…
-Es que me gustaba el vino una
gotica. De hecho, me dediqué a ser viticultor además de cineasta, tenía una
finca en el Ribeiro… y, si me permite, hacía un vino muy bueno. Aunque
últimamente ya sólo lo cataba. Mire que yo soy albaceteño, pero allí en el
Ribeiro hay una tierra, unos parajes y un clima que sale un vino para chuparse
los dedos. Muy orgulloso me siento, aunque lo mismo eso también es un pecado,
ahora que recuerdo. Estamos buenos.
-Descuide usted, don Cuerda, que
no es nada grave eso. Pero bueno, ¿su vida en general…?
-Pues mire, nací en 1947. Estudié
en el seminario, empecé a estudiar Derecho pero luego lo dejé para trabajar en
TVE, primero en informativos y luego en programas culturales. Luego, ya sabe,
la ficción, el cine, el humor absurdo, las series de televisión, la producción.
Estuve felizmente casado hasta que mi esposa murió hace ya unos años, he tenido
unas hijas maravillosas aunque no sé yo si el mérito me debe corresponder a mí,
y cuatro nietos también estupendos. Si al final fui buen cristiano sin querer,
mire usted.
-Pues pase, pase usted al Cielo.
Oiga, ¿al final le dio tiempo a estrenar Tiempo después…? Es que algo tenía
oído, pero aquí no llega el periódico, ¿sabe?
-Hombre, sí me dio tiempo, sí, y
nada mal. Y un libro que saqué después, Memorias fritas, contando las
susodichas. Nada, no me voy a quejar, que pude hacer muchas cosas. Lo que pasa es
que uno al final ya tiene síntomas de haber vivido 72 años, y claro, no me
extraña acabar aquí.
-Pues pase entonces, pase.
Sólo entonces reparó San Pedro en
que el fallecido parecía reticente a avanzar, y seguía mostrando la misma
expresión no muy alegre, a pesar de la conversación.
-Pero, ¿no se encuentra usted
cómodo?-inquirió.
-Hombre, la verdad, ya que me lo
pregunta, es que me resulta un poco redundante el asunto. Es que yo me he
pasado la vida dirigiendo películas así con esta estética y estos paisajes y
esta cultura, y vivirlo ahora un poco está bien, pero para toda la Eternidad,
pues igual se me atraganta un poco, no se ofenda.
-¡Ah, bueno, pero eso no se
preocupe…! Es que estamos en la parte del Cielo que pilla justo arriba de
España, ya sabe usted. Pero puede viajar sin problemas, ¿eh? Que si se aburre
usted de este ambiente, pues tiene muchas otras partes del Cielo a las que ir.
No sabe lo entretenido y lo exótico que es el Cielo encima de Nueva Zelanda.
¡Uy, y encima de Japón ni le cuento! Además, esto se va modernizando también.
-¿Sí…?
-Claro que sí, hombre. Hemos
quitado el cartel de “Todo por la patria celestial”, que dicen que quedaba un
poco rancio. Ahora hay menos banderitas, y tenemos un cine y un salón
recreativo de los ochenta, con maquinitas y eso.
-Bueno, gracias a Dios, o a quien
sea. Igual le doy una oportunidad…
Cuerda avanzó unos pasos;
entonces, los acordes del himno de España empezaron a sonar.
-Ah, sí, eso no lo hemos quitado
todavía-puntualizó San Pedro.
-Pues yo no me voy a cuadrar ni a
quitar el sombrero, ¿eh? Que uno ya tiene una edad para estas tonterías.
-Nada, nada, no se preocupe, José
Luis. Pase y nos cuenta un poco de qué va Tiempo después… que aquí todos somos
contingentes, pero usted es necesario.
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