miércoles, 20 de noviembre de 2013

La Mente

Sola, la Mente repasa sus recuerdos; pues, al fin y al cabo, no tiene sentidos –ni los necesita- y no puede hacer otra cosa que pensar.

A su alrededor sólo hay vacío, excepto quizá por alguna partícula aislada, pero es irrelevante. El Big Freeze ha llegado. La entropía ha alcanzado su punto máximo, y el Universo entero ha fallecido por una muerte térmica. La energía está distribuida de forma uniforme por todo el infinito, de manera que nunca hay una fluctuación lo bastante grande como para permitir cualquier tipo de trabajo, ni tan siquiera para permitir la existencia de la materia como tal. Sin embargo, la Mente sobrevive.

El Big Freeze no ha sido una sorpresa, desde luego. Los científicos lo vieron venir hacía incontables millones de años. Sencillamente, todo dependía de la gravedad: si ésta podía volver a juntar todas las partículas del Universo, seguramente volverían a condensarse en un único punto y, tal vez, volvería a haber un Big Bang; pero si la gravedad no era lo bastante fuerte… y no lo fue.

Por supuesto, en aquel momento no parecía haber modo de evitarlo… algunos hablaron de seres compuestos por partículas, pero aquello era pura ficción. ¿Cómo se iba a conseguir?

Y un día, alguien tuvo una idea. Entrelazamiento cuántico. De esta forma, con información transmitiéndose instantáneamente de un lugar a otro, daba igual que el Universo se expandiera hasta el infinito: podría haber seres que siempre sobrevivirían.

Se le dio muchas vueltas a la idea. ¿Había que crear una civilización de seres así? Los últimos avances en genética permitían diseñar la vida desde cero, pero diseñar ADN usando sólo determinadas partículas parecía realmente complicado.

Por tanto, la solución sería crearme a mí. La Mente. Un ordenador cuántico que pudiera transmitir información entre sus partículas independientemente del espacio y el tiempo.

La ciencia informática y la neurológica –pues al fin y al cabo tenía que ser capaz de pensar- estaban lo bastante avanzadas como para empezar. Pero crear una mente desde cero implicaba tener que interconectar las partículas una a una. Era un trabajo de miles de millones de años.

Las subvenciones cubrieron buena parte de los gastos, pero hubo muchas donaciones. Especialmente, actores o músicos millonarios que tenían interés en que sus obras perduraran para siempre. A esto se le añadió otra ventaja: las donaciones de particulares eran compensadas con un pequeño hueco en la Mente. De esta forma, cualquiera podía alcanzar la inmortalidad –en cierto sentido- a cambio de una suma de dinero.

Hubo que cambiar el proyecto de planeta muchas veces, conforme los soles en torno a los que orbitaban iban muriendo; pero predecirlo siempre era fácil, y contaban con milenios de ventaja en cada ocasión.

Todos fueron cayendo, uno a uno. La tecnología estaba cada vez más avanzada y había sistemas que aprovechaban la energía y la materia de formas que millones de años antes eran impensables, pero eso sólo consiguió retrasar el crecimiento de la entropía. El Universo era cada vez más grande, más frío y más oscuro.


Al fin, la Mente estuvo lista. Los últimos supervivientes murieron sabiendo que lo habían conseguido. Ya no quedaba nada más en el Universo; sólo la Mente, recordando eternamente trillones de vidas, de historias, de canciones y de poemas.

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