miércoles, 7 de mayo de 2014

El Circo de los Horrores



No sé ni si se le puede llamar relato, quería hacer algo más visual, pero bueno. Cuela.



¡Bienvenidos al Circo de los Horrores! ¡Sean bienvenidos, damas, caballeros y niños! Vuestro humilde presentador, Figgliani, os guiará por los horrores que cautivan, la maravilla de lo grotesco; la belleza de la fealdad, en definitiva.

Noche tras noche, la dulce Anna entona la misma triste sinfonía de violín que presenta el comienzo del espectáculo. El arco roza las cuerdas con la suavidad de la mano que seca una lágrima solitaria en la mejilla de una dulce muchacha, y el violín entona un desgarrado canto que bien podría ser el llanto de mil almas en pena.

Pero no nos entretengamos en detalles nimios, ¡hay mucho que ver! Los bailarines comienzan a danzar alrededor del fuego, y sus sombras se recortan contra la carpa: el gigante Grotto, cuyos dedos mutilados han sido sustituidos por pezuñas de cerdo, cosidas torpemente provocando una gangrena que nunca parece avanzar ni retroceder, y con una cabeza del mismo animal encima de la suya propia.

Tras él danza la antaño grácil Ivanna. Su única pierna se mueve un lado para otro; su único brazo sujeta una muleta en la que se apoya para realizar cada movimiento; su pelo ondea al viento tras ella.

A continuación salta y brinca la joven Calisto; no les engañan sus ojos, Calisto no es hombre ni mujer, sino hermafrodita. Sus bellos pechos y su pene saltan continuamente de un lado para otro, siempre al mismo ritmo, al ritmo del violín de Anna.

Después baila el pequeño Hans, su cuerpo deforme, rechoncho, enano y peludo le hace parecer una pulga brincando en torno al fuego, con movimientos espasmóticos, como si estuviera bailando sobre hierros candentes.

El baile se detiene cuando el viejo Shaal no aguanta más el dolor y surge de la hoguera, con las llamas destelleando sobre su cuerpo quemado una y otra vez a lo largo de los años. El público aplaude y chilla de entusiasmo mientras se retuerce por el suelo, apagando el fuego que le envuelve como una manta.

Pero sigan mirando, queridos espectadores, sigan mirando, porque llega ahora una de nuestras estrellas, ¡la espectacular Nana! Su esquelético cuerpo se contornea bajo el vestido blanco, casi transparente, que deja ver las cicatrices cosidas en sus pechos. Su estómago aparece inflado, como si estuviera embarazada, mas no es ese su secreto… Mientras camina por la pista bajo la sinfonía del violín, su estómago se va retorciendo, hasta que finalmente regurgita todas las arañas de su interior, que comienzan a reptar por su cuerpo y a envolverla mientras continúa avanzando.

Y así es el Circo de los Horrores, querido público: diversión, sangre y espectáculo.

Por desgracia, ha sucedido una terrible tragedia. La dulce Anna, hastiada del horror que rodeaba cada aspecto de su vida, ha decidido tocar la sinfonía del Circo de los Horrores por última vez. Con terrible precisión ha deslizado el arco del violín sobre las cuerdas, ajustando cada nota, pero, ¡ah, damas y caballeros! Esta vez el arco no era sino un afilado cuchillo, y las cuerdas eran las venas de su brazo.

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