23 de octubre de 1930.
“Todos me siguen me siguen a
todas partes dios dios ¿es que no lo veis? Están por todas las partes por las
paredes y por el suelo y por el techo, insectos de todos los tipos y arañas y
pequeños bichos con sus patas peludas y su horrible tacto paseándose sobre mí.
Corren sobre mí con sus pequeñas
patitas y yo no puedo hacer nada porque estoy aquí atado e inmovilizado
mientras me cubren y se meten en mi boca y por los agujeros de mi nariz y dios
es horrible dios puedo sentirlos dentro de mí moviéndose.
No hay forma de escapar ni hay
forma de dormir porque oigo sus zumbidos siempre es infernal un zumbido
constante que no para nunca nunca nunca y suena tan fuerte justo en mi oído y
sé que están justo ahí dios sé que están justo ahí en mi oreja caminando con
sus patitas y poniendo sus huevos para que haya más y más y más cubriéndome por
completo.
No puedo soportarlo más y dios
esto tiene que acabar, tiene que acabar de alguna forma y me da igual el dolor
o el sufrimiento porque necesito acabar con esta tortura cueste lo que cueste
pero no puedo moverme pero la boca sí me han dejado la boca libre y puedo sacar
la lengua y morderla fuerte bien fuerte notando el sabor de la sangre y
golpearme la barbilla con el pecho una y otra vez fuerte fuerte para que la
lengua se desprenda.
Oh dios dios dios qué he hecho el
dolor es insoportable y todo se pone borroso pero tengo que continuar tengo que
seguir mordiendo y despedazando la lengua porque noto la sangre sobre mi cuerpo
y sé que es la única forma de escapar y la boca se me llena de sangre y escupo
y puedo ver los pedazos de moscas y arañas que tenía en la boca y que masticaba
ahogándose en la sangre que he escupido, unas alas de mosca flotando sobre el
charco como tranquilas como riéndose de mí como todos esos bichos a mi
alrededor y sobre mí y oh dios cómo duele.
He acabado y la lengua cae sobre
mí y todos esos pequeños bichos vienen a mi lengua a la desprendida y a la
herida de mi boca a beber mi sangre y a comer la carne muerta con sus pequeños
mordisquitos y dios por qué, así es peor que nunca, es peor que nunca pero sé
que se va a acabar pronto y voy vagando de un lado a otro y me desmayo y me
despierto y me desmayo y me despierto y no sé cuánto tiempo estoy dormido pero
el zumbido sigue siempre ahí y la sangre empieza a coagular y vuelvo a morder
para abrir otra vez la herida y sangrar más mucho más sangrando a borbotones,
que la herida se haga más grande y que todo se acabe de una vez.
Y cada vez duele más, el dolor se
extiende por toda mi boca y el zumbido y dios todos estos insectos dios pero
ya… ya se acaba sé que se acaba porque… he perdido mucha sangre y hay… paz.”
24 de octubre de 1930.
“Emil Friedman
Psiquiatra”
La placa de bronce pulido
resaltaba en medio de la puerta de madera caoba. Aubrey llamó a la puerta con
delicadeza.
-Pase.
La enferma obedeció y entró en el
despacho, completamente recargado de pinturas, esculturas, libros y todo tipo
de objetos que apenas dejaban un hueco libre en ninguna de las paredes ni de
las mesas.
-Derek Spengler ha muerto, señor
Friedman.
-¿El esquizofrénico?
-Sí.
-Vaya, vaya…-el psiquiatra hizo
un amago de hojear alguno de los papeles de su escritorio, pero rápidamente
desistió de encontrar algo en aquel caos-Recuérdame un poco los detalles del
caso.
-Fue internado aquí hace dos
meses. Era esquizofrénico con delirios paranoides, creía estar siempre rodeado
de insectos que le cubrían y se paseaban sobre él. Se arañaba la piel para
intentar quitárselos y se provocó importantes lesiones…
-Ah, sí, sí, cierto…
-…entonces usted intentó probar
la terapia de choque como mejor método para curarle…
-…sí, claro. Encerrándole ahí…
-…eso es, señor. Estaba encerrado
en una habitación con docenas de insectos reales.
-Ajá. Espero que los celadores no
se olvidaran de alimentarle.
-No, señor. Se arrancó la lengua
a mordiscos para suicidarse.
-Hmmm, vaya…
El psiquiatra se acarició la
barba, reflexionando, y finalmente sonrió.
-Bien, pero no se había suicidado
hasta ahora. Eso demuestra que los insectos que percibía en sus delirios no los
sentía tan reales como los auténticos. Un experimento muy interesante, sin
duda. Puedes irte, Aubrey, gracias. Tendré que investigar más a fondo este
caso.
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