Sin embargo, un cuchillo de dolor lanzado por unos gráciles
dedos alcanza el corazón del escritor. Esto le inspira, pero es un precio muy
alto a pagar: no compensa. De momento, nunca lo hace.
El escritor vaga de un lado para otro, sin ideas, frustrado.
Hace falta vivir para escribir, aunque también escribir para vivir. Nada sale
como lo planea, pero a veces se parece.
Sobrevuela un mar de lujuria, y otro de depresión.
Tentáculos y extremidades surgen del agua intentando aferrarse, al globo, pero
el escritor los desecha todos.
Con o sin musa, el escritor sigue sin ideas; el temor a
nunca triunfar se cierne sobre él. ¿Es ego, tal vez, o sólo un deseo de
inmortalidad? Parece tan lejano…
Al menos, puede vivir de mientras. Vivir para escribir, eso
dice. Tal vez viajar, no sólo por los confines de su imaginación, sino también
su cuerpo físico, y también por las tierras de la psicodelia y las
alucinaciones, donde las ideas florecen como tulipanes a la espera de ser
escritas.
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