15 de diciembre de 1929.
El viento soplaba fuerte y la
nieve cubría todos los alrededores de la clínica del dr. Baermann. En un
despacho del segundo piso, éste hacía pasar a uno de los médicos.
-¿Quería verme?
Baermann asintió y arrastró su
silla de ruedas hasta su mesa. Allí cogió un dossier y se lo tendió al cirujano
sin decir palabra. El doctor Tausch, que así se llamaba, leyó el resumen de la
primera página cuidadosamente.
-¿Está seguro, dr. Baermann?
Después de lo de la última vez…
Un brillo de odio puro brilló en
los ojos del doctor, y apretó los dientes.
-Esta vez tendremos más cuidado,
se lo aseguro. En las últimas páginas tiene las medidas de seguridad que
utilizaremos para que nuestro sujeto no nos ataque. La… digamos, parte
interesada, pagó bien por el anterior sujeto. Éste otro será muy útil.
18 de diciembre de 1929.
“Tranquilo. Sólo tienes que
relajarte y pensar en cómo escapar de aquí. Sobre todo, no perder la noción del
tiempo, ni la identidad… ¿Cuánto tiempo llevo encerrado? ¿Años? No tengo
familia, y los pocos amigos que tenían pensarán que estoy muerto. Sí, eso es.
Cuando me metieron en aquella cárcel, fingieron que moría allí, pero me
llevaron de cárcel en cárcel, ¿y para qué?
Me llamo Eberhard Rosenstock.
Nací y crecí en Núremberg, y allí pienso morir. Sólo tengo que descubrir cómo
salir de aquí. He sido preso gran parte de mi vida, y algo tengo que haber
aprendido… vamos, Eberhard, puedes hacerlo. Puedes hacerlo. Piensa.
Ruido. Pasos. Será mejor que
finja que estoy dormido, sólo por si acaso. Vienen hacia aquí.
Abren la puerta. Mierda. Me
agarran entre dos, dos hombres muy fuertes. Ehrlich y Wiegand, será mejor que
me aprenda sus nombres, cualquier información es útil. Lo tienen puesto en una
etiqueta en el pecho, esto no es una prisión. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?
¿Qué demonios es esto? ¿Un
manicomio? ¿Un hospital? ¿Dónde me han metido? Hablan entre ellos, pero no me
hacen ni caso. Estarán acostumbrados, los muy cabrones. ¿A dónde me llevan?
No estoy loco, joder, ¡no estoy loco!
¡Quiero que me suelten! Me meten en una habitación blanca y noto un pinchazo en
el cuello y todo va siendo negro poco a poco, poco a poco…”
19 de diciembre de 1929.
“¿Dónde estoy? Sólo veo algo
blanco… es el techo, ¿no? Es el techo, estoy tumbado. No puedo moverme, ¿por
qué no puedo moverme?
Y empiezo a notarlo. Dolor. En mi
brazo izquierdo, poco a poco, una punzada que se va extendiendo hasta que todo
el brazo me arde. ¿Qué me están haciendo?
No puede ser, no puede ser, tengo
que estar soñando. No. Me están desollando, e injertando pelo y Dios, esto no
puede ser. El dolor cada vez es más intenso, ahora lo entiendo todo, se está
pasando el efecto de la anestesia, ¿pero por qué demonios me hacen esto? ¿Por
qué?
El dolor es cada vez peor, y
grito, siento mi piel despellejada expuesta y el ardor por todo el lado
izquierdo que ya han cubierto con pelo y entonces vuelve a haber anestesia, o
eso debe de ser, porque tengo sueño, cada vez más y no puedo mantener los ojos
abiertos…”
26 de diciembre de 1929.
“El frío me atraviesa todo el
cuerpo. Estoy sólo, en la nieve. Miro mis manos, totalmente cubiertas de pelo,
las afiladas uñas rematándolas, como garras. Estoy seguro de que podría matar a
alguien con esto.
¿Dónde estoy? Me duele todo el
cuerpo y la espalda, joder, sobre todo la espalda. ¿Qué me han hecho? ¿Qué me
han hecho esos hijos de puta?
No puedo mantenerme erguido. ¿Me
han roto la espalda, alguna vértebra? ¿Por qué no puedo mantenerme erguido?
Necesito ayuda. Me duele todo. Necesito ayuda, voy a morir aquí congelado o
desangrado o muerto de hambre, no lo sé…
Oigo ruidos a lo lejos. Debe de
haber un pueblo, muy cerca, si consigo atravesar este bosque… Cada paso es una
agonía. A menudo necesito ponerme a cuatro patas para dejar descansar la espalda,
pero aún puedo andar con dos, con mucho esfuerzo y muy encorvado, eso sí,
maldita sea.
Mi garganta está totalmente seca.
Deben de haberme mantenido sin beber durante días mientras me hidrataban de
alguna otra forma… joder, apenas recuerdo nada. Las operaciones todo el rato,
la anestesia, el dolor, esas paredes blancas y Ehrlich y Wiegand arrastrándome
constantemente, y el rostro de ese cirujano, ¿cómo le llamaron? Tausch, ese tal
Tausch, ¿por qué me ha hecho esto? ¿Qué demonios pretenden conseguir?
Los ruidos cada vez se oyen más
cerca. Puedo ver algo al fondo, entre los arbustos… sí. Tengo que llegar, tengo
que llegar, tengo que llegar. Correr como pueda, con la espalda obligándome a
casi gatear, grito pidiendo ayuda.
Un rugido ronco sale de mi garganta.
No puedo vocalizar. Me han cortado la lengua, hijos de puta, no lo había notado
hasta ahora, ¿cómo he sido tan estúpido? Con todo el cuerpo doliéndome ni me
había enterado, y la garganta, ¿es posible que me hayan hecho algo en la
garganta también? Dios, necesito ayuda, necesito ayuda urgente.
Veo a alguien entre los bosques,
por fin, un cazador y su hijo, le está enseñando a cazar. Dos personas
normales, por fin, después de todos estos años de carceleros y prisioneros y de
médicos locos por fin alguien normal, joder, no me lo puedo creer.
Él apunta la escopeta hacia mí,
no, ¿qué hace? Intento gritarle que necesito ayuda, pararle, pero me ignora.
Dispara.
En pleno pecho, un golpe sordo.
Apenas siento dolor. Todo se desvanece… creo que voy a morir. Apenas puedo oír
la escopeta cargándose otra vez. Y otro disparo.”
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