miércoles, 10 de diciembre de 2014

La clínica del dr. Baermann: El hombre lobo




15 de diciembre de 1929.

El viento soplaba fuerte y la nieve cubría todos los alrededores de la clínica del dr. Baermann. En un despacho del segundo piso, éste hacía pasar a uno de los médicos.

-¿Quería verme?

Baermann asintió y arrastró su silla de ruedas hasta su mesa. Allí cogió un dossier y se lo tendió al cirujano sin decir palabra. El doctor Tausch, que así se llamaba, leyó el resumen de la primera página cuidadosamente.

-¿Está seguro, dr. Baermann? Después de lo de la última vez…

Un brillo de odio puro brilló en los ojos del doctor, y apretó los dientes.

-Esta vez tendremos más cuidado, se lo aseguro. En las últimas páginas tiene las medidas de seguridad que utilizaremos para que nuestro sujeto no nos ataque. La… digamos, parte interesada, pagó bien por el anterior sujeto. Éste otro será muy útil.


18 de diciembre de 1929.

“Tranquilo. Sólo tienes que relajarte y pensar en cómo escapar de aquí. Sobre todo, no perder la noción del tiempo, ni la identidad… ¿Cuánto tiempo llevo encerrado? ¿Años? No tengo familia, y los pocos amigos que tenían pensarán que estoy muerto. Sí, eso es. Cuando me metieron en aquella cárcel, fingieron que moría allí, pero me llevaron de cárcel en cárcel, ¿y para qué?

Me llamo Eberhard Rosenstock. Nací y crecí en Núremberg, y allí pienso morir. Sólo tengo que descubrir cómo salir de aquí. He sido preso gran parte de mi vida, y algo tengo que haber aprendido… vamos, Eberhard, puedes hacerlo. Puedes hacerlo. Piensa.

Ruido. Pasos. Será mejor que finja que estoy dormido, sólo por si acaso. Vienen hacia aquí.

Abren la puerta. Mierda. Me agarran entre dos, dos hombres muy fuertes. Ehrlich y Wiegand, será mejor que me aprenda sus nombres, cualquier información es útil. Lo tienen puesto en una etiqueta en el pecho, esto no es una prisión. ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?

¿Qué demonios es esto? ¿Un manicomio? ¿Un hospital? ¿Dónde me han metido? Hablan entre ellos, pero no me hacen ni caso. Estarán acostumbrados, los muy cabrones. ¿A dónde me llevan?

No estoy loco, joder, ¡no estoy loco! ¡Quiero que me suelten! Me meten en una habitación blanca y noto un pinchazo en el cuello y todo va siendo negro poco a poco, poco a poco…”


19 de diciembre de 1929.

“¿Dónde estoy? Sólo veo algo blanco… es el techo, ¿no? Es el techo, estoy tumbado. No puedo moverme, ¿por qué no puedo moverme?

Y empiezo a notarlo. Dolor. En mi brazo izquierdo, poco a poco, una punzada que se va extendiendo hasta que todo el brazo me arde. ¿Qué me están haciendo?

No puede ser, no puede ser, tengo que estar soñando. No. Me están desollando, e injertando pelo y Dios, esto no puede ser. El dolor cada vez es más intenso, ahora lo entiendo todo, se está pasando el efecto de la anestesia, ¿pero por qué demonios me hacen esto? ¿Por qué?

El dolor es cada vez peor, y grito, siento mi piel despellejada expuesta y el ardor por todo el lado izquierdo que ya han cubierto con pelo y entonces vuelve a haber anestesia, o eso debe de ser, porque tengo sueño, cada vez más y no puedo mantener los ojos abiertos…”


26 de diciembre de 1929.

“El frío me atraviesa todo el cuerpo. Estoy sólo, en la nieve. Miro mis manos, totalmente cubiertas de pelo, las afiladas uñas rematándolas, como garras. Estoy seguro de que podría matar a alguien con esto.

¿Dónde estoy? Me duele todo el cuerpo y la espalda, joder, sobre todo la espalda. ¿Qué me han hecho? ¿Qué me han hecho esos hijos de puta?

No puedo mantenerme erguido. ¿Me han roto la espalda, alguna vértebra? ¿Por qué no puedo mantenerme erguido? Necesito ayuda. Me duele todo. Necesito ayuda, voy a morir aquí congelado o desangrado o muerto de hambre, no lo sé…

Oigo ruidos a lo lejos. Debe de haber un pueblo, muy cerca, si consigo atravesar este bosque… Cada paso es una agonía. A menudo necesito ponerme a cuatro patas para dejar descansar la espalda, pero aún puedo andar con dos, con mucho esfuerzo y muy encorvado, eso sí, maldita sea.

Mi garganta está totalmente seca. Deben de haberme mantenido sin beber durante días mientras me hidrataban de alguna otra forma… joder, apenas recuerdo nada. Las operaciones todo el rato, la anestesia, el dolor, esas paredes blancas y Ehrlich y Wiegand arrastrándome constantemente, y el rostro de ese cirujano, ¿cómo le llamaron? Tausch, ese tal Tausch, ¿por qué me ha hecho esto? ¿Qué demonios pretenden conseguir?

Los ruidos cada vez se oyen más cerca. Puedo ver algo al fondo, entre los arbustos… sí. Tengo que llegar, tengo que llegar, tengo que llegar. Correr como pueda, con la espalda obligándome a casi gatear, grito pidiendo ayuda.

Un rugido ronco sale de mi garganta. No puedo vocalizar. Me han cortado la lengua, hijos de puta, no lo había notado hasta ahora, ¿cómo he sido tan estúpido? Con todo el cuerpo doliéndome ni me había enterado, y la garganta, ¿es posible que me hayan hecho algo en la garganta también? Dios, necesito ayuda, necesito ayuda urgente.

Veo a alguien entre los bosques, por fin, un cazador y su hijo, le está enseñando a cazar. Dos personas normales, por fin, después de todos estos años de carceleros y prisioneros y de médicos locos por fin alguien normal, joder, no me lo puedo creer.

Él apunta la escopeta hacia mí, no, ¿qué hace? Intento gritarle que necesito ayuda, pararle, pero me ignora. Dispara.

En pleno pecho, un golpe sordo. Apenas siento dolor. Todo se desvanece… creo que voy a morir. Apenas puedo oír la escopeta cargándose otra vez. Y otro disparo.”

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