Fragmentos así sueltos de un artículo que quedó a medias y que ahora está un poco pasado de moda, pero bueno, lo mismo alguna de las reflexiones sigue interesando a alguien.
Tras convertirse Ocho apellidos vascos, por algún motivo, en la película más taquillera del cine español, no se ha dudado en aprovechar el humor del contraste entre Euskal Herria y Andalucía. Ya sabéis, acento y esas cosas. Oh, y el clima.
Resulta interesante, en un análisis algo más serio, ver que, efectivamente, exigen ciertas diferencias curiosas así como ciertos puntos en común que tienden a pasar más desapercibidos.
En el panorama político actual, vemos que Euskadi y Andalucía escapan del dominio del PP y lo han hecho siempre, siendo la primera un feudo del PNV y la segunda del PSOE; lo que, en ambos casos, posiblemente sea una alternativa muy ligeramente mejor, aún lejos de ser gobiernos autónomos que puedan pasar por aceptables.
No se puede negar cierta cultura popular y cierta idionsincrasia en ambos lugares que lleva a la existencia de movimientos independentistas. Éstos tienen mayor presencia, eso sí, en Euskadi, considerando además que la existencia y actividad de ETA a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado cambió completamente el panorama político.
Estando atrapada Euskadi en una espiral de terrorismo, contraterrorismo, guerra sucia, represión y presos políticos, no es de extrañar que desde el poder pudiera ser considerada una especie de laboratorio de pruebas en el que ensayar nuevas políticas un tanto particulares. Ya desde Felipe González y su Zona Especial Norte, pasando por Baltasar Garzón y la doctrina del "todo es ETA", vemos antecedentes de políticas represivas que se van generalizando a otros territorios, incluido, claro está, Andalucía.
Dicho de forma brusca y quizá demasiado superficial, la duda que se plantea en estos casos parece ser: ¿hasta dónde se puede aguantar? ¿Podrá aguantar la gente que quemar un contenedor pase a ser delito de terrorismo? ¿Torturas? ¿Cerrar periódicos y encarcelar a sus periodistas? ¿Encarcelar a quien escribe una pintada o incluso a quien escribe en Twitter? La respuesta es fácil de conocer. Tampoco es difícil encontrar un trayecto de escalada represiva que empieza en Euskadi y se va extendiendo hacia el sur.