miércoles, 22 de julio de 2020

Sobre Euskadi y Andalucía

Fragmentos así sueltos de un artículo que quedó a medias y que ahora está un poco pasado de moda, pero bueno, lo mismo alguna de las reflexiones sigue interesando a alguien.

Tras convertirse Ocho apellidos vascos, por algún motivo, en la película más taquillera del cine español, no se ha dudado en aprovechar el humor del contraste entre Euskal Herria y Andalucía. Ya sabéis, acento y esas cosas. Oh, y el clima.

Resulta interesante, en un análisis algo más serio, ver que, efectivamente, exigen ciertas diferencias curiosas así como ciertos puntos en común que tienden a pasar más desapercibidos.

En el panorama político actual, vemos que Euskadi y Andalucía escapan del dominio del PP y lo han hecho siempre, siendo la primera un feudo del PNV y la segunda del PSOE; lo que, en ambos casos, posiblemente sea una alternativa muy ligeramente mejor, aún lejos de ser gobiernos autónomos que puedan pasar por aceptables.

No se puede negar cierta cultura popular y cierta idionsincrasia en ambos lugares que lleva a la existencia de movimientos independentistas. Éstos tienen mayor presencia, eso sí, en Euskadi, considerando además que la existencia y actividad de ETA a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado cambió completamente el panorama político.

Estando atrapada Euskadi en una espiral de terrorismo, contraterrorismo, guerra sucia, represión y presos políticos, no es de extrañar que desde el poder pudiera ser considerada una especie de laboratorio de pruebas en el que ensayar nuevas políticas un tanto particulares. Ya desde Felipe González y su Zona Especial Norte, pasando por Baltasar Garzón y la doctrina del "todo es ETA", vemos antecedentes de políticas represivas que se van generalizando a otros territorios, incluido, claro está, Andalucía.

Dicho de forma brusca y quizá demasiado superficial, la duda que se plantea en estos casos parece ser: ¿hasta dónde se puede aguantar? ¿Podrá aguantar la gente que quemar un contenedor pase a ser delito de terrorismo? ¿Torturas? ¿Cerrar periódicos y encarcelar a sus periodistas? ¿Encarcelar a quien escribe una pintada o incluso a quien escribe en Twitter? La respuesta es fácil de conocer. Tampoco es difícil encontrar un trayecto de escalada represiva que empieza en Euskadi y se va extendiendo hacia el sur.


Analizando los antecedentes quizá resulte menos extraño el caso, en un ejemplo rápido sobre la represión en Andalucía, de Andrés Bódalo, encarcelado a principios de 2016. De poco le sirvió esgrimir un video en el que se desmentía la versión de la acusación: al fin y al cabo, era un juicio político contra una persona que ya tenía antecedentes y, en caso de tocar un juez lo bastante cómodo, ni el video más exhaustivo a cámara lenta habría bastado para librarle de la cárcel.

No resulta difícil establecer una analogía sobre políticos incómodos con Arnaldo Otegi, condenado, eso sí, por pertenencia a ETA y por el secuestro de un empresario. Lo que resulta menos común oír a la media de personas que opinan sobre Otegi es que esa condena fue cumplida allá por 1993; los aproximadamente diez años adicionales que ha pasado en la cárcel fueron una sucesión de delitos de opinión, entre los que se incluyen un homenaje a Argala, miembro de ETA que llevó a cabo el atentado contra Carrero Blanco, o considerar que el Rey era el responsable de los torturadores.

El hecho de que una buena parte de la población aceptara sin reservas y apoyara la pena de cárcel por asegurar que el Rey "es el jefe supremo del Ejército español, es decir, el responsable de los torturadores y el que protege la tortura e impone su régimen monárquico a nuestro pueblo por medio de la tortura y la violencia", siendo que ni siquiera llega a llamar "torturador" directamente al Rey, no se entiende sin este proceso al que se hace referencia. Un proceso de instauración de una censura en la democracia; el intento de recuperar, tras unos años de vacío, la existencia de la censura franquista.

El proceso se puede considerar bastante exitoso, instaurando incluso, en algunos casos, represión más dura que la del régimen franquista (siendo éstos, por fortuna, una minoría de casos; en la mayoría, se puede considerar que la represión franquista era considerablemente más dura que la actual). Así, por ejemplo, un chiste sobre la muerte de Carrero Blanco, que durante la dictadura, en 1974, podía costar una multa, hoy en día puede llegar a costar varios años de cárcel; algo que, como se señalaba previamente, no se puede entender en la actualidad en territorios como Andalucía sin considerar cómo en 1998 y 2003 se cerraban sendos periódicos vascos sin ningún tipo de justificación. Ya en ese primer caso, el del cierre de Egin en 1998, Aznar pronunciaba la muy significativa frase "¿creían ustedes que no nos íbamos a atrever?", que casi 20 años más tarde podría encajar perfectamente en la respuesta a quien aludiera al encarcelamiento de Bódalo.

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