Lo que viene a continuación es el Apéndice Gimmel, uno de los apéndices de la Trilogía Illuminatus!, de Robert Anton Wilson y Robert Shea. Me parece una joyita prodigiosa en la que, con mucho acierto y mucho sentido del humor, se forma un batiburrillo entre realidad y ficción en el que, como sucede a menudo en la obra de RAW, resulta difícil saber qué parte es cada cuál y hasta qué punto lo está diciendo en serio, es una broma o ambas cosas a la vez. Lo que supuestamente trata de aclarar este apéndice es cómo consideran los Illuminati que funciona la Historia. Ah, y por lo que sea, se da la curiosa coincidencia de que yo soy Virgo.
Y hasta el día de hoy,
el proverbio todavía se repite desde el Danubio hasta el Rihn: “Es peligroso
hablar demasiado sobre los Illuminati”. - VON JUNTZ, Unausprechlichen Kulten.
Teóricamente, la era
de la Burocracia puede extenderse hasta que se deba hacer economía de papel,
pero en la práctica, nunca dura más de 73 permutaciones. - WEISHAUPT, Konigen,
Kirchen and Dummheit.
En un pasaje bastante conocido del Necronomicon, Abdul Alhazred
escribe: “Ellos reinaron una vez donde el hombre reina ahora; y donde el hombre
reina ahora, Ellos volverán a reinar. Luego del verano viene el invierno, y
luego del invierno viene el verano”. Weishaupt, que poseía solamente la edición
de 1472 de Lyons de la traducción de Olaus Wormius, con sus muchos errores de
impresión, encontró ese texto transformado en “Ellos reinaron una vez donde el
hombre reina ahora, el verano; y donde el hombre reina ahora, luego del verano
viene el invierno. Ellos volverán a reinar luego del invierno”. Totalmente
confundido, le escribió a su buen amigo el cabalista Kolmer, en Bagdad,
pidiéndole una explicación. Kolmer, a su vez, despachó una carta para él
respondiéndole a una pregunta previa. La carta llegó mientras Weishaupt estaba
experimentando con una nueva variedad de Alamut Negro, y no se hallaba en
condiciones de advertir que era la respuesta a una pregunta anterior; en
cambio, estaba dispuesto a recibir la iluminación en las palabras: “Con
respecto a tu espinosa consulta: descubrí que, en muchos casos, el cornezuelo
de centeno es el mejor remedio. Si aquello fallara, solamente puedo sugerir el
sendero de Don Juan”.
Weishaupt supuso que Kolmer quería decir que el pasaje se
haría claro si lo leía bajo la influencia del cornezuelo de centeno. Bajó
rápidamente a su laboratorio y bebió un trago de una vasija; luego, por
añadidura, masticó unos cuantos botones de peyote (por un malentendido creyó
que el Don Juan aludido era el brujo yaqui del siglo veinte cuya mente había estado
percibiendo a través del Morgenheutegesternwelt. El peyote era el gran
“maestro” de Don Juan, y Weishaupt había hecho importar un poco desde México
con muchos problemas y gastos). En este punto, debemos aclarar que la pregunta
que Kolmer estaba respondiendo resultó ser personal y no filosófica. Weishaupt
le había pedido consejo sobre un problema que lo estaba acuciando ese mes: el
hecho era que su cuñada estaba embarazada y la evidencia circunstancial lo
señalaba a él como el padre. No sabía cómo iba a explicárselo a Eva. Lo que
Kolmer intentaba decir era que Adam debía darle cornezuelo de centeno a su
amante, ya que se lo consideraba un abortivo efectivo; la alternativa se
refería al sendero de un Don Juan anterior, y significaba esfumarse por completo
de la escena. De cualquier manera, el sabio drogado de Ingolstadt comprendió
todo mal, así que volvió a las páginas del Necronomicón harto de hachís y
peyote, y bajo una cualidad sustancial del cornezuelo de centeno, que por la
influencia de las otras drogas y de sus propios jugos gástricos había mutado en
ergotina, una prima química cercana del LSD. El resultado fue que las palabras
parecieron saltar hacia él desde el libro, gritando significativamente:
ELLOS REINARON UNA VEZ DONDE EL HOMBRE REINA AHORA EL VERANO
Y DONDE EL HOMBRE REINA AHORA LUEGO DEL VERANO VIENE EL INVIERNO ELLOS VOLVERÁN
A REINAR LUEGO DEL INVIERNO