Este artículo llevaba un tiempo rondando por mi mente. Creo
que el momento más decisivo fue ver por televisión algunos fragmentos de un
reportaje sobre hurtos en grandes superficies.
Estaban entrevistando a un tipo, jefe de seguridad de algún
sitio o algo así, no sé. Un tío trajeado, con oratoria, con un discurso
elaborado, ya sabéis. Estaba explicando, intentando convencer al espectador de
por qué el hurto perjudica a todo el mundo. Dijo que, cuanto más se roba, menos
beneficios tiene el empresario: por tanto, para seguir obteniendo los mismos
beneficios, el empresario se ve obligado a subir los precios a todos los
productos, perjudicando así a todos los consumidores.
Me impactó la cara dura necesaria. Su discurso hacía añicos
el discurso habitual en defensa del empresario y el capitalismo: ya sabéis, el
empresario es una figura importante porque es el que asume los riesgos, el que
invierte su capital y por tanto lo arriesga. La figura del empresario se
justifica porque se arriesga a perder su capital. Y entonces nos dice el tipo
este con toda la naturalidad del mundo que el empresario es inmune a los
riesgos: como por arte de magia, es inevitable que el posible perjuicio, la
posible pérdida de dinero por una circunstancia como que alguien robe, se
derive automáticamente del empresario al consumidor. Los riesgos de pérdidas en
un negocio debido a una amenaza externa (un tío que va robando) no los sufre el
empresario, sino el cliente.
Sí, ya sabía que el capitalismo en realidad funciona así,
pero ver a un señor trajeado con oratoria reconocerlo tan explícitamente desde
el otro bando me resultó impactante.
Pero vamos, que eso no justifica el hurto en hipermercados.
No, la justificación, de haberla, viene dada por otra serie de factores, no
todos ellos comunes a todos los hipermercados; pero sí presentando cada
hipermercado al menos varios de estos factores:
Lo precario del trabajo que se ofrece a empleadxs y las
duras condiciones que soportan, por ejemplo, no respetándose las bajas y el
derecho a huelgas o descontándose incluso el tiempo en el que van al baño (todo
esto mientras los dueños del hipermercado hacen dinero a expuertas, claro, que
no es que no puedan permitirse ofrecer mejores condiciones). La colaboración
con todo tipo de marcas que arrastran graves problemas éticos: desde trabajo
infantil en países del tercer mundo hasta el uso de aceite de palma, el nulo
respeto a los derechos humanos, etc. Las estrategias para manipular
psicológicamente e incitar a comprar productos que no necesitas. El ataque que
supone al comercio local –sin ofrecer, a cambio, puestos de trabajo dignos,
como se comentaba-. Por no hablar de casos
más específicos como la evasión de impuestos de Carrefour, que ha
llegado a los tribunales, o el hecho de que Mercadona apareciera donando dinero
negro al PP en los papeles de Bárcenas (aún, años después, no sabemos a cambio
de qué, porque no se ha investigado). Hace unos días tuvimos otro de estos
casos, cuando una trabajadora de limpieza murió en su trabajo y nadie lo notó
hasta pasadas 27 horas. Esto no sólo nos hace pensar que los controles de
seguridad y medidas para evitar accidentes laborales son nefastos: el
tratamiento en la prensa también reveló una profunda miseria moral, cuando,
sospechosamente, la mayor parte de diarios que había informado sobre cuál era
la empresa en la que había muerto la trabajadora –Mercadona-, cambió la noticia
para evitar mencionar ese nombre y retirar fotos que hicieran referencia a
ello. La libertad de prensa y esas cosas.
Como curiosidad, todos los estudios indican que la mayor
parte de los robos en hipermercados son cometidos por sus propios empleados.
Esto, además de quitar la razón a quienes se escudan en la falacia de que robar
en un hipermercado perjudica a los trabajadores tanto como al empresario, no me
parece nada raro y creo que sirve como indicativo de la poca lealtad que se
desarrolla hacia empresarios explotadores que tratan a sus empleados como si
fueran basura.
Para ir cerrando el artículo, quería señalar también que me
resulta curioso el desconocimiento que hay en la cultura popular, generalizando
mucho, de las medidas de seguridad más usadas.
Por ejemplo, resulta sorprendente la gran cantidad de gente que piensa
que el código de barras de los productos pita en los detectores.
En general, las medidas de seguridad son una inversión que
tienen que encontrar un punto óptimo –aunque el empresario nunca pierde, como
decía al principio-. Las medidas de seguridad disminuyen el hurto y la pérdida
de dinero por ese lado, pero también cuestan dinero. Por ejemplo, que un
producto que cuesta menos de 3 € tuviera incorporado un “pita” sería una pésima
inversión, ya que la medida de seguridad para evitar que el producto fuera
robado casi valdría más dinero que el producto en sí mismo; a su vez, encarecer
el producto para hacer que el cliente pague el precio de la medida de seguridad
sólo es viable hasta cierto punto, pero no puede hacerse en exceso o la gente
se negará a pagar tanto y acudirá a un hipermercado de la competencia: anda,
mira, ahora el capitalismo le juega una pequeña mala pasada al empresario.
Con esto concluyo el artículo en defensa del derecho
puramente ético, claro, al hurto en hipermercados. Como posdata, añadir que
este artículo no pretende incitar al robo, porque la incitación es ilegal y
aquí nadie quiere hacer nada ilegal…
¿verdad?
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