miércoles, 16 de octubre de 2019

En defensa del hurto en hipermercados



Este artículo llevaba un tiempo rondando por mi mente. Creo que el momento más decisivo fue ver por televisión algunos fragmentos de un reportaje sobre hurtos en grandes superficies.

Estaban entrevistando a un tipo, jefe de seguridad de algún sitio o algo así, no sé. Un tío trajeado, con oratoria, con un discurso elaborado, ya sabéis. Estaba explicando, intentando convencer al espectador de por qué el hurto perjudica a todo el mundo. Dijo que, cuanto más se roba, menos beneficios tiene el empresario: por tanto, para seguir obteniendo los mismos beneficios, el empresario se ve obligado a subir los precios a todos los productos, perjudicando así a todos los consumidores.

Me impactó la cara dura necesaria. Su discurso hacía añicos el discurso habitual en defensa del empresario y el capitalismo: ya sabéis, el empresario es una figura importante porque es el que asume los riesgos, el que invierte su capital y por tanto lo arriesga. La figura del empresario se justifica porque se arriesga a perder su capital. Y entonces nos dice el tipo este con toda la naturalidad del mundo que el empresario es inmune a los riesgos: como por arte de magia, es inevitable que el posible perjuicio, la posible pérdida de dinero por una circunstancia como que alguien robe, se derive automáticamente del empresario al consumidor. Los riesgos de pérdidas en un negocio debido a una amenaza externa (un tío que va robando) no los sufre el empresario, sino el cliente.

Sí, ya sabía que el capitalismo en realidad funciona así, pero ver a un señor trajeado con oratoria reconocerlo tan explícitamente desde el otro bando me resultó impactante.

Pero vamos, que eso no justifica el hurto en hipermercados. No, la justificación, de haberla, viene dada por otra serie de factores, no todos ellos comunes a todos los hipermercados; pero sí presentando cada hipermercado al menos varios de estos factores:

Lo precario del trabajo que se ofrece a empleadxs y las duras condiciones que soportan, por ejemplo, no respetándose las bajas y el derecho a huelgas o descontándose incluso el tiempo en el que van al baño (todo esto mientras los dueños del hipermercado hacen dinero a expuertas, claro, que no es que no puedan permitirse ofrecer mejores condiciones). La colaboración con todo tipo de marcas que arrastran graves problemas éticos: desde trabajo infantil en países del tercer mundo hasta el uso de aceite de palma, el nulo respeto a los derechos humanos, etc. Las estrategias para manipular psicológicamente e incitar a comprar productos que no necesitas. El ataque que supone al comercio local –sin ofrecer, a cambio, puestos de trabajo dignos, como se comentaba-. Por no hablar de casos  más específicos como la evasión de impuestos de Carrefour, que ha llegado a los tribunales, o el hecho de que Mercadona apareciera donando dinero negro al PP en los papeles de Bárcenas (aún, años después, no sabemos a cambio de qué, porque no se ha investigado). Hace unos días tuvimos otro de estos casos, cuando una trabajadora de limpieza murió en su trabajo y nadie lo notó hasta pasadas 27 horas. Esto no sólo nos hace pensar que los controles de seguridad y medidas para evitar accidentes laborales son nefastos: el tratamiento en la prensa también reveló una profunda miseria moral, cuando, sospechosamente, la mayor parte de diarios que había informado sobre cuál era la empresa en la que había muerto la trabajadora –Mercadona-, cambió la noticia para evitar mencionar ese nombre y retirar fotos que hicieran referencia a ello. La libertad de prensa y esas cosas.
Como curiosidad, todos los estudios indican que la mayor parte de los robos en hipermercados son cometidos por sus propios empleados. Esto, además de quitar la razón a quienes se escudan en la falacia de que robar en un hipermercado perjudica a los trabajadores tanto como al empresario, no me parece nada raro y creo que sirve como indicativo de la poca lealtad que se desarrolla hacia empresarios explotadores que tratan a sus empleados como si fueran basura.

Para ir cerrando el artículo, quería señalar también que me resulta curioso el desconocimiento que hay en la cultura popular, generalizando mucho, de las medidas de seguridad más usadas.  Por ejemplo, resulta sorprendente la gran cantidad de gente que piensa que el código de barras de los productos pita en los detectores.

En general, las medidas de seguridad son una inversión que tienen que encontrar un punto óptimo –aunque el empresario nunca pierde, como decía al principio-. Las medidas de seguridad disminuyen el hurto y la pérdida de dinero por ese lado, pero también cuestan dinero. Por ejemplo, que un producto que cuesta menos de 3 € tuviera incorporado un “pita” sería una pésima inversión, ya que la medida de seguridad para evitar que el producto fuera robado casi valdría más dinero que el producto en sí mismo; a su vez, encarecer el producto para hacer que el cliente pague el precio de la medida de seguridad sólo es viable hasta cierto punto, pero no puede hacerse en exceso o la gente se negará a pagar tanto y acudirá a un hipermercado de la competencia: anda, mira, ahora el capitalismo le juega una pequeña mala pasada al empresario.

Con esto concluyo el artículo en defensa del derecho puramente ético, claro, al hurto en hipermercados. Como posdata, añadir que este artículo no pretende incitar al robo, porque la incitación es ilegal y aquí nadie quiere hacer nada ilegal…  ¿verdad?

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