Antes
que nada, tengo que avisar de que voy a tratar un debate que genera bastante
controversia en el feminismo desde mi perspectiva, la de un hombre cishet. Esto
de primeras me lleva a hablar desde un nivel de implicación menor, teniendo que
ceñirme a la pura teoría pero permaneciendo ajeno a la estructura que lleva a
la prostitución, que no puede afectarme. Esto es, inevitablemente, una
limitación. A partir de ahí, veremos si aún así puedo aportar algo interesante
en base a meros argumentos; aunque no cabe duda de que es un tema muy polémico
y eso tiene limitaciones. Desde ya, adelanto que las pocas veces que he tratado
este tema en Twitter he sido bloqueado e insultado no sólo por desconocidos,
sino por gente con la que hablaba y me llevaba bien hasta ese momento;
concretamente, las dos veces que ocurrió esto fue porque mi postura, algo
ambigua, no era lo bastante abolicionista. Prácticamente por ningún otro tema
que haya tratado en Twitter me ha insultado y bloqueado gente con la que me
llevaba bien, así que queda claro que éste es un tema muy delicado y polémico.
Espero que esta vez, al tener más caracteres con los que explayarme a gusto,
las personas tentadas a bloquearme puedan leer unas líneas más y decidir,
finalmente, no bloquearme. A ver si hay suerte.
También tengo que
señalar que hablaré de prostitutas, en femenino, por ser lo más extendido y que
creo que resume bien el debate. Se puede aplicar esto a hombres que ejercen la
prostitución -sea con clientela masculina o femenina, que es menos habitual- o
a cualquier otro género. No obstante, aclaro que es cierto que ignorar por
completo la existencia de la prostitución “inversa” a la más frecuente, aunque
sea muy minoritaria, también es una falacia: al hablar de la prostitución no se
puede poner el foco en una prostitución masculina con clientes femeninas por
ser casos excepcionales, pero tampoco es justo ignorarla por completo.
Aclarado esto, podríamos
resumir el debate principalmente entre abolicionismo y las posturas liberales o
"pro-sex"; actualmente, la sensación que tengo es la de que el
abolicionismo va imponiéndose. Creo innecesario abordar posturas como el
prohibicionismo que castiga a las prostitutas; imagino que quien lee este
artículo lo hace desde una perspectiva mínimamente compasiva y buscando lo
mejor para las prostitutas, no castigarlas en base a moralismos catolicistas,
etc. Como siempre, no suelo escribir para gente de derechas.
Partiendo de estos dos
extremos, creo que podemos empezar por buscar las evidencias en común: la más
importante es que la mayor parte de las prostitutas ejercen por obligación, y
preferirían no hacerlo. Quizá las posturas más liberales dentro de las
"pro-sex" no coinciden con esto; en ese caso, creo que deberían ser
inmediatamente descartadas por irrealistas.
A partir de aquí, yo
establecería tres grupos de prostitutas:
-Quienes directamente
son víctimas de trata, obligadas a prostituirse.
-Quienes no son
explícitamente obligadas a prostituirse, pero lo hacen por necesidad económica:
luego, también son obligadas, es importante remarcarlo.
-Quienes ejercen de
forma totalmente voluntaria la prostitución, que son una minoría que
probablemente ni siquiera alcanza el 1%.
La existencia del
segundo grupo también puede ser negada por posturas liberales; mientras que la
existencia del tercer grupo es a veces negada por algunas posturas
abolicionistas. Ambas cosas me parecen un error por reduccionistas: creo que
debemos tratar de no ignorar ningún caso.
En todo caso, las
posturas abolicionistas sí tienen razón al no poner el foco en este tercer
grupo, por ser estadísticamente ínfimo: pero no poner el foco no debería ser
sinónimo de ignorarlo por completo, como decía en el párrafo anterior (y como
he dicho también de los hombres que se prostituyen). Veamos, pues, las características
de este grupo, y creo que la más importante es la comodidad.
Quienes son prostitutas
de forma totalmente voluntaria suelen gozar de una comodidad a la que el 99% de
prostitutas no puede acceder: usan siempre condón, cobran mucho dinero y, lo
más importante, pueden permitirse poner ciertos límites (no quiero hacer X
práctica) o incluso rechazar a un cliente. Naturalmente, sólo responden ante sí
mismas y no existe la figura de un proxeneta que las explote. Estas
condiciones, creo, son imprescindibles para poder decir que se ejerce
voluntariamente la prostitución.
Existe otra condición, y
es que probablemente estas prostitutas no consideran el sexo como nada
especial, no dan a sus genitales atributos socioculturales o místicos que los
distingan de otra parte del cuerpo. Esto es importante, porque sólo desde esta
perspectiva se puede considerar que una prostituta no "vende su
cuerpo", sino su fuerza de trabajo para realizar un servicio. Sólo para
quien, por un motivo u otro, no dé una importancia concreta al sexo se puede
decir que la prostitución es un trabajo cualquiera, como el de un albañil, un
jardinero o un oficinista. Otro error que señalo aquí es que, para el feminismo
"pro-sex", toda mujer debería considerar que la prostitución es como
cualquier otro trabajo, y no es cierto: para quien el sexo es un acto íntimo y
dotado de determinados valores, no puede ser lo mismo.
Esto nos lleva al error
que veo en el otro extremo: lo contrario, señalar que para ninguna mujer,
nunca, la prostitución es igual a otro trabajo. A partir de ahí, puesto que el
consentimiento se ofrece por dinero y no libremente, las posturas más extremas
del abolicionismo consideran que todo acto de prostitución es una violación.
A mi entender, éste es
el mayor error del abolicionismo, el más pernicioso, y el que me ha motivado
para escribir este artículo. Otorgar el consentimiento para un acto sexual a
cambio de dinero no es lo mismo que otorgar el consentimiento libremente; pero
tampoco es lo mismo que no otorgarlo, y pensar que sí me parece un error grave
con nefastas consecuencias que explicaré con un ejemplo.
Es un caso que se repite
ocasionalmente; la última vez que he tenido conocimiento, en Murcia en 2018.
Una prostituta es violada. O, aclarándolo: una prostituta no quiere realizar
una práctica ni por todo el dinero que la ofrezcan, y entonces, su cliente o
clientes, la sujeta y realiza esta práctica contra su voluntad y
consentimiento. Y ahora viene quizá lo peor: el juez les deja en libertad. Sí,
esto sucedió. El juez consideró que no era una violación porque ella era una
prostituta.
Éste es el terrible caso
al que se puede llegar: si todos los actos de prostitución son, supuestamente,
violaciones, ¿qué pasa cuando una prostituta es violada de verdad? Que queda
desprotegida; porque, total, es lo mismo, ¿no? Eso sí, nótese también que hay
abolicionistas que no caen en este error, al distinguir claramente entre
violación y consentimiento mediante dinero; como digo, la postura que no los
distingue es sólo la más extrema dentro del abolicionismo.
Dicho esto, el otro gran
argumento que creo conveniente revisar es uno del bando “pro-sex”: el del
derecho al sexo. Según dicho argumento, el sexo es una necesidad humana. Una
necesidad secundaria, sí, no una necesidad vital como comer o dormir, pero una
necesidad al fin y al cabo. Por tanto, todo el mundo debería tener derecho al
sexo.
Bien, para poder debatir
sobre este argumento, creo imprescindible entender la masturbación como una
variedad de sexo. Este sencillo matiz puede cambiar completamente todo el
debate en torno a este argumento, especialmente dado el curioso resurgir de
movimientos como el llamado “incel”, básicamente compuesto por hombres
heterosexuales que sienten la necesidad de protestar por su celibato involuntario;
es decir, porque las mujeres no desean tener sexo con ellos. Bajo la
perspectiva de que la masturbación también es sexo, se rompe toda vinculación
entre el movimiento “incel” y la concepción del sexo como un derecho, lo que
permite contemplar con mejores ojos dicho argumento: ¿tiene un “incel” derecho
al sexo? Sí. ¿Tiene derecho al sexo con una mujer? No, ninguna mujer tiene por
qué aguantarle, por ser concisos: que se masturbe y ya está. Ése es todo su
derecho al sexo.
De esta forma, el
derecho al sexo se ciñe a las personas que, por algún tipo de incapacidad
física o diversidad funcional, no pueden masturbarse. En ese caso, estamos
hablando de asistencia sexual para personas con diversidad funcional. Ése es el
término correcto, no se considera prostitución -ni creo que deba considerarse-
y hay ONGs especializadas en ello.
Como psicólogo, desde
modelos como la pirámide de necesidades de Maslow entiendo que el sexo es una
necesidad secundaria para la mayor parte de las personas; lo que no quita que
también haya personas asexuales, por supuesto. En ese sentido, no me parece
descabellado considerar el sexo como un derecho, y tal vez sea buena idea; lo
que quiero decir es que es un debate aparte, pues la consideración del sexo
como derecho no sirve para defender la prostitución, sino únicamente la
asistencia sexual a personas con diversidad funcional.
A raíz de algunas de
estas premisas surge otro debate, el uso de máquinas con el fin de satisfacer
las necesidades sexuales; tanto de personas con diversidad funcional como de
las que no. También hay voces en contra de estas prácticas con el argumento de
que el acostumbrarse a recurrir a una máquina como "sustituto" de una
mujer podría llevar a la cosificación de la mujer.
Nos encontramos con una
idea que aumenta en el caso de las muñecas hinchables y variedades, por
ejemplo; de esta forma se diferencia más del papel de un vibrador o un
consolador. Por supuesto, tampoco es exactamente lo mismo un consolador que una
vagina de látex, dado que los hombres no estamos expuestos a la misma
cosificación que las mujeres en esta sociedad. Sin embargo, yo creo que sí es
lo bastante similar como para no suponer problemas.
O sea, que el hombre
heterosexual insatisfecho que no consigue tener relaciones sexuales con mujeres
satisfaga esa necesidad con una máquina no puede sino parecerme positivo para
el propio hombre y, dicho con menos seriedad, para las mujeres que no tengan
que aguantarle.
Tengo que señalar
también que hasta ahora no he hablado de modelos legales porque entiendo que,
en la mayoría de los casos, estas posturas no se ciñen a un solo modelo legal
sino que contemplan varios (el “pro-sex” contemplaría una legalización como
única forma, entiendo, pero dentro de ésta habría varios modelos). Si se va a
adoptar una postura legal, yo me inclino por algún tipo de legalización
regulada, pero esto tiene un importante matiz que se debe considerar: hay que
aprender de los modelos de legalización fallidos. Algunos modelos en los que la
prostitución es legal, como Alemania, han implicado un mercado competitivo en
el que bajan los precios o incluso abominaciones de la talla de negar ayudas de
paro a una persona si rechaza prostituirse. Esto, por supuesto, no tendría
cabida en un modelo de legalización regulada mínimamente ético, que protegiera
los derechos de las prostitutas e hiciera lo posible porque nadie que no quiera
hacerlo tenga que dedicarse a la prostitución.
Así, considero éstas
algunas ramificaciones del debate que había que tratar; y, volviendo al debate
principal, ¿cuál es entonces la conclusión?
La conclusión a la que
llego yo es que sería más que recomendable que abolicionistas y
"pro-sex" unieran sus esfuerzos en erradicar la trata y la
prostitución más forzada. Es un punto en común ineludible que podría llevar a
muy buenos frutos. Para dentro de unos años y si esta unión diera frutos,
podríamos encontrarnos en una posición totalmente distinta, en la que muchas
abolicionistas cambiarían su postura, al encontrarse ante un hipotético mundo
en el que las prostitutas tendrían muchos más derechos que los actuales... o
incluso en un mundo en el que las mencionadas máquinas se han mejorado y
extendido lo bastante como para que la demanda de prostitución baje
considerablemente. No creo que las mujeres que están siendo esclavizadas estén
en una situación de poder esperar a que se resuelva el debate; mejor sería unir
esfuerzos y poner el foco en los puntos en común.
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