miércoles, 30 de octubre de 2019

Prostitución: La síntesis del abolicionismo y el feminismo pro-sex



Antes que nada, tengo que avisar de que voy a tratar un debate que genera bastante controversia en el feminismo desde mi perspectiva, la de un hombre cishet. Esto de primeras me lleva a hablar desde un nivel de implicación menor, teniendo que ceñirme a la pura teoría pero permaneciendo ajeno a la estructura que lleva a la prostitución, que no puede afectarme. Esto es, inevitablemente, una limitación. A partir de ahí, veremos si aún así puedo aportar algo interesante en base a meros argumentos; aunque no cabe duda de que es un tema muy polémico y eso tiene limitaciones. Desde ya, adelanto que las pocas veces que he tratado este tema en Twitter he sido bloqueado e insultado no sólo por desconocidos, sino por gente con la que hablaba y me llevaba bien hasta ese momento; concretamente, las dos veces que ocurrió esto fue porque mi postura, algo ambigua, no era lo bastante abolicionista. Prácticamente por ningún otro tema que haya tratado en Twitter me ha insultado y bloqueado gente con la que me llevaba bien, así que queda claro que éste es un tema muy delicado y polémico. Espero que esta vez, al tener más caracteres con los que explayarme a gusto, las personas tentadas a bloquearme puedan leer unas líneas más y decidir, finalmente, no bloquearme. A ver si hay suerte.

También tengo que señalar que hablaré de prostitutas, en femenino, por ser lo más extendido y que creo que resume bien el debate. Se puede aplicar esto a hombres que ejercen la prostitución -sea con clientela masculina o femenina, que es menos habitual- o a cualquier otro género. No obstante, aclaro que es cierto que ignorar por completo la existencia de la prostitución “inversa” a la más frecuente, aunque sea muy minoritaria, también es una falacia: al hablar de la prostitución no se puede poner el foco en una prostitución masculina con clientes femeninas por ser casos excepcionales, pero tampoco es justo ignorarla por completo.

Aclarado esto, podríamos resumir el debate principalmente entre abolicionismo y las posturas liberales o "pro-sex"; actualmente, la sensación que tengo es la de que el abolicionismo va imponiéndose. Creo innecesario abordar posturas como el prohibicionismo que castiga a las prostitutas; imagino que quien lee este artículo lo hace desde una perspectiva mínimamente compasiva y buscando lo mejor para las prostitutas, no castigarlas en base a moralismos catolicistas, etc. Como siempre, no suelo escribir para gente de derechas.

Partiendo de estos dos extremos, creo que podemos empezar por buscar las evidencias en común: la más importante es que la mayor parte de las prostitutas ejercen por obligación, y preferirían no hacerlo. Quizá las posturas más liberales dentro de las "pro-sex" no coinciden con esto; en ese caso, creo que deberían ser inmediatamente descartadas por irrealistas.

A partir de aquí, yo establecería tres grupos de prostitutas: 
-Quienes directamente son víctimas de trata, obligadas a prostituirse.
-Quienes no son explícitamente obligadas a prostituirse, pero lo hacen por necesidad económica: luego, también son obligadas, es importante remarcarlo.
-Quienes ejercen de forma totalmente voluntaria la prostitución, que son una minoría que probablemente ni siquiera alcanza el 1%.

La existencia del segundo grupo también puede ser negada por posturas liberales; mientras que la existencia del tercer grupo es a veces negada por algunas posturas abolicionistas. Ambas cosas me parecen un error por reduccionistas: creo que debemos tratar de no ignorar ningún caso.

En todo caso, las posturas abolicionistas sí tienen razón al no poner el foco en este tercer grupo, por ser estadísticamente ínfimo: pero no poner el foco no debería ser sinónimo de ignorarlo por completo, como decía en el párrafo anterior (y como he dicho también de los hombres que se prostituyen). Veamos, pues, las características de este grupo, y creo que la más importante es la comodidad.

Quienes son prostitutas de forma totalmente voluntaria suelen gozar de una comodidad a la que el 99% de prostitutas no puede acceder: usan siempre condón, cobran mucho dinero y, lo más importante, pueden permitirse poner ciertos límites (no quiero hacer X práctica) o incluso rechazar a un cliente. Naturalmente, sólo responden ante sí mismas y no existe la figura de un proxeneta que las explote. Estas condiciones, creo, son imprescindibles para poder decir que se ejerce voluntariamente la prostitución.

Existe otra condición, y es que probablemente estas prostitutas no consideran el sexo como nada especial, no dan a sus genitales atributos socioculturales o místicos que los distingan de otra parte del cuerpo. Esto es importante, porque sólo desde esta perspectiva se puede considerar que una prostituta no "vende su cuerpo", sino su fuerza de trabajo para realizar un servicio. Sólo para quien, por un motivo u otro, no dé una importancia concreta al sexo se puede decir que la prostitución es un trabajo cualquiera, como el de un albañil, un jardinero o un oficinista. Otro error que señalo aquí es que, para el feminismo "pro-sex", toda mujer debería considerar que la prostitución es como cualquier otro trabajo, y no es cierto: para quien el sexo es un acto íntimo y dotado de determinados valores, no puede ser lo mismo.

Esto nos lleva al error que veo en el otro extremo: lo contrario, señalar que para ninguna mujer, nunca, la prostitución es igual a otro trabajo. A partir de ahí, puesto que el consentimiento se ofrece por dinero y no libremente, las posturas más extremas del abolicionismo consideran que todo acto de prostitución es una violación.

A mi entender, éste es el mayor error del abolicionismo, el más pernicioso, y el que me ha motivado para escribir este artículo. Otorgar el consentimiento para un acto sexual a cambio de dinero no es lo mismo que otorgar el consentimiento libremente; pero tampoco es lo mismo que no otorgarlo, y pensar que sí me parece un error grave con nefastas consecuencias que explicaré con un ejemplo.

Es un caso que se repite ocasionalmente; la última vez que he tenido conocimiento, en Murcia en 2018. Una prostituta es violada. O, aclarándolo: una prostituta no quiere realizar una práctica ni por todo el dinero que la ofrezcan, y entonces, su cliente o clientes, la sujeta y realiza esta práctica contra su voluntad y consentimiento. Y ahora viene quizá lo peor: el juez les deja en libertad. Sí, esto sucedió. El juez consideró que no era una violación porque ella era una prostituta.

Éste es el terrible caso al que se puede llegar: si todos los actos de prostitución son, supuestamente, violaciones, ¿qué pasa cuando una prostituta es violada de verdad? Que queda desprotegida; porque, total, es lo mismo, ¿no? Eso sí, nótese también que hay abolicionistas que no caen en este error, al distinguir claramente entre violación y consentimiento mediante dinero; como digo, la postura que no los distingue es sólo la más extrema dentro del abolicionismo.

Dicho esto, el otro gran argumento que creo conveniente revisar es uno del bando “pro-sex”: el del derecho al sexo. Según dicho argumento, el sexo es una necesidad humana. Una necesidad secundaria, sí, no una necesidad vital como comer o dormir, pero una necesidad al fin y al cabo. Por tanto, todo el mundo debería tener derecho al sexo.

Bien, para poder debatir sobre este argumento, creo imprescindible entender la masturbación como una variedad de sexo. Este sencillo matiz puede cambiar completamente todo el debate en torno a este argumento, especialmente dado el curioso resurgir de movimientos como el llamado “incel”, básicamente compuesto por hombres heterosexuales que sienten la necesidad de protestar por su celibato involuntario; es decir, porque las mujeres no desean tener sexo con ellos. Bajo la perspectiva de que la masturbación también es sexo, se rompe toda vinculación entre el movimiento “incel” y la concepción del sexo como un derecho, lo que permite contemplar con mejores ojos dicho argumento: ¿tiene un “incel” derecho al sexo? Sí. ¿Tiene derecho al sexo con una mujer? No, ninguna mujer tiene por qué aguantarle, por ser concisos: que se masturbe y ya está. Ése es todo su derecho al sexo.

De esta forma, el derecho al sexo se ciñe a las personas que, por algún tipo de incapacidad física o diversidad funcional, no pueden masturbarse. En ese caso, estamos hablando de asistencia sexual para personas con diversidad funcional. Ése es el término correcto, no se considera prostitución -ni creo que deba considerarse- y hay ONGs especializadas en ello.

Como psicólogo, desde modelos como la pirámide de necesidades de Maslow entiendo que el sexo es una necesidad secundaria para la mayor parte de las personas; lo que no quita que también haya personas asexuales, por supuesto. En ese sentido, no me parece descabellado considerar el sexo como un derecho, y tal vez sea buena idea; lo que quiero decir es que es un debate aparte, pues la consideración del sexo como derecho no sirve para defender la prostitución, sino únicamente la asistencia sexual a personas con diversidad funcional.

A raíz de algunas de estas premisas surge otro debate, el uso de máquinas con el fin de satisfacer las necesidades sexuales; tanto de personas con diversidad funcional como de las que no. También hay voces en contra de estas prácticas con el argumento de que el acostumbrarse a recurrir a una máquina como "sustituto" de una mujer podría llevar a la cosificación de la mujer.

Nos encontramos con una idea que aumenta en el caso de las muñecas hinchables y variedades, por ejemplo; de esta forma se diferencia más del papel de un vibrador o un consolador. Por supuesto, tampoco es exactamente lo mismo un consolador que una vagina de látex, dado que los hombres no estamos expuestos a la misma cosificación que las mujeres en esta sociedad. Sin embargo, yo creo que sí es lo bastante similar como para no suponer problemas.

O sea, que el hombre heterosexual insatisfecho que no consigue tener relaciones sexuales con mujeres satisfaga esa necesidad con una máquina no puede sino parecerme positivo para el propio hombre y, dicho con menos seriedad, para las mujeres que no tengan que aguantarle.

Tengo que señalar también que hasta ahora no he hablado de modelos legales porque entiendo que, en la mayoría de los casos, estas posturas no se ciñen a un solo modelo legal sino que contemplan varios (el “pro-sex” contemplaría una legalización como única forma, entiendo, pero dentro de ésta habría varios modelos). Si se va a adoptar una postura legal, yo me inclino por algún tipo de legalización regulada, pero esto tiene un importante matiz que se debe considerar: hay que aprender de los modelos de legalización fallidos. Algunos modelos en los que la prostitución es legal, como Alemania, han implicado un mercado competitivo en el que bajan los precios o incluso abominaciones de la talla de negar ayudas de paro a una persona si rechaza prostituirse. Esto, por supuesto, no tendría cabida en un modelo de legalización regulada mínimamente ético, que protegiera los derechos de las prostitutas e hiciera lo posible porque nadie que no quiera hacerlo tenga que dedicarse a la prostitución.

Así, considero éstas algunas ramificaciones del debate que había que tratar; y, volviendo al debate principal, ¿cuál es entonces la conclusión?

La conclusión a la que llego yo es que sería más que recomendable que abolicionistas y "pro-sex" unieran sus esfuerzos en erradicar la trata y la prostitución más forzada. Es un punto en común ineludible que podría llevar a muy buenos frutos. Para dentro de unos años y si esta unión diera frutos, podríamos encontrarnos en una posición totalmente distinta, en la que muchas abolicionistas cambiarían su postura, al encontrarse ante un hipotético mundo en el que las prostitutas tendrían muchos más derechos que los actuales... o incluso en un mundo en el que las mencionadas máquinas se han mejorado y extendido lo bastante como para que la demanda de prostitución baje considerablemente. No creo que las mujeres que están siendo esclavizadas estén en una situación de poder esperar a que se resuelva el debate; mejor sería unir esfuerzos y poner el foco en los puntos en común.

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