Reaprovechando un artículo que escribí para Nueva Revolución. Los chavales de Altsasu llevan más de un año en prisión preventiva, a la espera de un juicio en el que para uno de ellos llegan a pedir 62 años de cárcel. Por torcerle un tobillo a un guardia civil borracho que no estaba de servicio.
Fue una conversación con Juan Trinidad, diputado y
vicepresidente primero de la Asamblea de Madrid (por Ciudadanos), la que me
inspiró a escribir este artículo. Parte de unos jóvenes encarcelados en Alsasua
por una pelea con dos guardias civiles en su tiempo libre, que ha sido
considerada terrorismo.
Pero lo que de verdad me llamó la atención fue que un
diputado pudiera acusar tranquilamente a dichos jóvenes de proetarras, sin
absolutamente ninguna evidencia en la que basarse, pero con tranquilidad,
sabiendo que no tendría ninguna consecuencia para él. Porque en temas
similares, semejante acusación podría cabar en una demanda por injurias o
calumnias; o, en todo caso, siendo un diputado el que la pronuncia, en un
discreto descenso de puesto, porque los partidos tienden a no querer bocazas en
cargos importantes.
El sencillo ejemplo de este hombre puede servir para
disertar y analizar el tratamiento de noticias relacionadas con la izquierda
abertzale en un buen número de ámbitos. Al fin y al cabo, muchos políticos
llevan décadas siendo votados a cuenta de ETA; a día de hoy, su discurso no ha
variado un ápice, y siguen intentando vincular con ETA a cualquier ideología
que no les guste. El reflejo de dichos políticos y de muchos medios de
información llega a todas partes, como hemos tenido la desgracia de comprobar
recientemente en Bilbao ante la agresión de un nazi, ultra del Betis, a un
bilbaíno al grito de “¿eres proetarra?”.
Veamos cómo se aplica la doctrina del “todo es ETA”, en
general y en Alsasua. El quid del asunto y la forma más fácil de empezar, por
supuesto, es el mismo que en muchísimos casos y que es la principal fuente de
toda manipulación: la lucha por los derechos de los presos vascos, a menudo
encarnada en el símbolo que diseñó Chillida.
El principal derecho que se pide es el acercamiento a
prisiones vascas, básicamente para que sus familias puedan visitarlos. Se
entiende, desde esta perspectiva, que hay dos principales inconvenientes con
esto: el primero, que se le niegan al preso derechos fundamentales. El segundo,
que supone un castigo añadido a la familia, y, hasta donde se sabe, si los
familiares son cómplices –y en estos casos no lo son, o estarían también
encarcelados- no tiene ningún sentido castigarlos a ellos.
Lo cierto es que a todo tipo de presos se les concede unos
derechos básicos, como es exigible en cualquier democracia. Es natural que las
trabas a esos derechos en el caso de los presos vascos hayan atraído muchas
reivindicaciones. En ese momento es cuando la manipulación puede entrar en
juego: de repente, pedir derechos para los presos etarras te convierte en
proetarra, pedir derechos para algunos presos implica que apoyas atentados
terroristas. Es de suponer que, siguiendo esta lógica, pedir un juicio justo
para quienes maltratan a su pareja te convertiría en apologista del maltrato, y
pedir que los violadores no sufran abusos por parte de los guardias durante su
estancia en prisión te convierte en apologista de la violación.
Parece difícil que entre en algunos cabezas el concepto de
que puedas no desearle el mal absoluto a un criminal (y, por tanto, defender
ciertos derechos suyos) sin apoyar sus crímenes. Esto pasa muchas veces, pero
veamos ahora el caso de Alsasua, que es el que nos ocupa. “Uno de los detenidos
de Alsasua fue también arrestado en la operación contra Indar Gorri. Se trata
de A.R, que es miembro activo de Bildu y tiene numerosos antecedentes por su
apoyo a la banda terrorista ETA.” Así empieza una noticia de El Español. Es un
titular un poco tendencioso en cuanto a destacar que es miembro activo de Bildu
(que es un partido político legalizado y no debería suponer problema alguno el
serlo), pero lo más interesante de todo es que el cuerpo de la noticia lo
desmiente, aunque haciendo lo posible por no destacarlo mucho.
A.R. fue condenado por su pertenencia a Indar Gorri y
participación en peleas con otros hinchas de fútbol. Fútbol, no ETA. Seguimos
con su viaje a Donbass, en el que, cito, “posó subido encima de un tanque junto
a una gran ikurriña y símbolos de apoyo a los terroristas de ETA.” Éste es uno
de los ejemplos más claros de lo comentado anteriormente. Apoyo a los
terroristas, no mucho: sólo se pide su acercamiento a Euskadi.
La foto es totalmente explícita: una Ikurriña, el símbolo de
Chillida pidiendo el acercamiento de los presos. Nada más. No vemos el anagrama
de ETA (la serpiente y el hacha entrelazadas), no vemos ningún “gora ETA”, no
vemos ninguno de los lemas más usados de la banda (por ejemplo, “bietan
jarrai”).
A.R. también fue sancionado por colocar carteles electorales
de Amaiur en lugares no autorizados. Amaiur, claro, es una coalición también
perfectamente legal, que no parece tener ningún vínculo con ETA. Con esto
terminan los antecedentes del primer detenido y del que más espacio ocupa en la
noticia. En conclusión, no hay ni una sola prueba de que A.R. fuera proetarra,
hablando claro.
La noticia menciona también un antecedente policial de otro
de los detenidos, J.U, quien participó en una manifestación a favor de los
derechos de los presos (sí, aquí aparecen otra vez) que fue disuelta cometer
una infracción en la Ley de Seguridad Ciudadana. Esto fue el 2 de marzo de 2016.
Sencillamente, la manifestación no fue autorizada por la Delegación del
Gobierno en Navarra, como podemos ver consultando las fuentes que cubrieron
aquella manifestación como el Diario de Navarra, poco sospechoso de ser
abertzale.
Ante la total ausencia de pruebas de que cualquiera de los
detenidos en Alsasua apoye cualquier acto de ETA, lo ideal sería aplicar la
presunción de inocencia; no por otra cosa sino porque es un principio básico
del Derecho. No se puede acusar a alguien de proetarra sin la menor prueba de
ello.
Lo cierto es que yo soy más laxo que la derecha con estas
cosas, sí. En caso de que efectivamente fueran proetarras, no me importaría
mucho para denunciar que están encarcelados injustamente por una reyerta en un
bar: son dos temas bastante distintos y una cosa que no quita la otra, desde
luego. Pero es que no sé si lo son o no, y eso es todavía más grave. Es que se
está acusando de proetarras a gente que nadie sabe si lo son para continuar una
doctrina política de miedo y de ver un enemigo en todas partes.
Preguntémonos ahora por qué algunas acusaciones salen
gratis, por qué la presunción de inocencia se salta tranquilamente en un Estado
supuestamente democrático y por qué los mismos políticos llevan décadas ganando
votos a costa de ETA.
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