En esta ocasión, rescato un artículo del año pasado para Nueva Revolución. De algunos de los temas tratados ya no se puede hablar en presente, son cosas de hace un año, pero creo que sigue teniendo cierto interés.
Las redes sociales de internet se han convertido en
un escenario de lucha ideológica. Tienen un amplio poder de difusión de
información, opinión e ideología.
Particularmente, creo que la clave a analizar está
en que no es un terreno de lucha, sino un terreno de abono para la lucha.
Haciendo hashtags no puedes realmente influir sobre las decisiones que toma un
gobierno o hacer protestas serias sobre ellas, por ejemplo; pero sí puedes
ayudar a difundir información a mucha gente para que esa gente luego salga a la
calle y, ahí sí, se puedan cambiar las cosas.
El término “ciberactivista”, que me han aplicado
alguna vez, no me parece muy correcto, y lo mismo tengo hablado con otra gente
a la que también les han definido así. Podría poner de ejemplo al fotógrafo
Alfredo Remírez (@erreharria), que además de ilustrar esto por una conversación
sirve también de ejemplo práctico sobre la difusión de información sobre injusticias
en internet, al encontrarse en una considerable.
Alfredo está en prisión durante un año por la
condena correspondiente por haber escrito en Twitter, a la que se suman los
antecedentes que ya tenía por haber sacado en el pregón de las fiestas un muñeco
de cartón con una pancarta que pedía el fin de la dispersión de presxs vascxs.
Su caso supone un paso más en la escalada de represión que se está viviendo
últimamente. A él también le definieron alguna vez como “ciberactivista”, y
pensaba, como yo, que las cosas debían cambiarse en la calle. Internet está
bien para difundir las protestas que luego se harán allí. Recuerdo que en esa
misma conversación, acerca de ventajas y desventajas de internet, me contó el
truco de evitar etiquetar a una persona justo en su cara en las fotos de
Facebook; para burlar, de momento, el algoritmo de reconocimiento de caras del
que ya disponen algunos servicios (Facebook entre ellos, sí).
En todo caso, queda
claro que internet es un terreno de enfrentamiento que toda ideología aspira a
conquistar. En redes sociales como Twitter entran en juego los bots. Contando
tanto los números, parece haber cierta necesidad de pagar por programas
informáticos que adquieran una cuenta para fingir ser personas. Así, el
político, formación o ideología en cuestión tiene un número mayor de seguidores
y, si los bots son lo bastante complejos, también difundirán lo que escriba.
Existen aplicaciones
para detectar los bots, basándose en patrones de comportamiento sospechosos. Si
se aplican a muchos políticos famosos darán como resultado que un buen
porcentaje de sus seguidores son bots. Estas aplicaciones no suelen ser 100%
eficaces, dando falsos positivos: lo sé porque las he aplicado a mi propia
cuenta y ha señalado como bots a cuentas que sé que no lo son porque conozco en
persona a quienes la crearon. Suelen ser cuentas que twittean muy poco y más
bien hacen RT, que siguen a pocas personas, etc.
Pero los falsos
positivos no son excusa para todos los bots, y una cantidad bastante grande de
políticos y partidos recurre a ellos. El caso más descarado probablemente fue
el de la red de bots del PSOE que ponían constantes mensajes de apoyo a Pedro
Sánchez, todos idénticos entre sí, por supuesto.
Y es que el que muchas
cuentas sin aparente relación entre sí pongan mensajes idénticos es una forma
bastante eficaz de detectar bots (como pasó también con el tweet del taxista
marroquí tras el atentado en Las Ramblas, aunque ése tuviera mejor atención),
pero no la única.
Normalmente, estos
bots siguen y dejan de seguir a las mismas personas en el mismo tiempo, de
forma que entre sus seguidores aparecen todos juntos. Suelen tener el mismo
formato de edición del perfil: por ejemplo, todos sin avatar y con nombre y
apellido en inglés; o todos con un avatar de un paisaje muy similar, con nombre
y dos apellidos en castellano y una biografía que parece escrita por la misma
persona (porque lo está).
Entrando ya en quién
los usa, podemos ir acercándonos a la temática que sugería el título de este
artículo, que tampoco es una cuestión trascendental, así que se podría decir
que he usado el título a modo de Macguffin, como recurso narrativo para llevar el
hilo del artículo y poder contar también las distintas cosas que he ido
diciendo hasta ahora. Vayamos al grano, ¿hasta qué punto cabe un uso por
particulares, al margen de partidos políticos o de personajes públicos?
Pongamos
de ejemplo a José Contado. Su Twitter es @JoseContado. Todos sus tweets, que a
menudo suenan bastante más autoritarios que la derecha del PP, son siempre
retuiteados por bots. Estos bots sólo se siguen entre ellos y las pocas veces
que ponen tweets (normalmente sólo retuitean) son un corta y pega de los demás.
Entrar en el perfil de cualquiera de estos bots hace muy fácil la
identificación: @jesusns2, @salvasp2, @franlogar1, @ameliaes1, @asuncio7,
@marianolp11, @margagc2, @marinacr33, @sergilg1 y un largo etcétera.
Como veis, también tienen características en común como que
ninguno tiene biografía o que el procedimiento usado para seleccionar el nombre
es casi siempre el mismo, siendo básicamente un nombre propio, dos letras al
azar y un número, todo ello en minúsculas. Los RTs siempre son a las
mismas cuentas, destacando sobre todo al tal José Contado, aunque hay alguna
otra que se repite mucho (la de Kike Málaga, @KikeMlaga, político del PP
también muy necesitado de bots). Naturalmente, estos bots no tienen ninguna
indicación de afiliación política en el nombre, avatar o biografía: buscan más
bien despistar para que los mensajes de extrema derecha que retuitean calen
también entre gente que no sigue a cuentas muy politizadas.
Lo interesante de este caso es la dispersión de los mensajes,
que hace más difícil determinar quién saca beneficio de esto. Mi hipótesis
principal es la web fascista Casos Aislados, ya que la mayoría de tweets de
José Contado redirigen a ésta. Eso lo entiendo fácil: la web compra bots para
ganar tráfico y recupera el dinero con la publicidad. El tal José Contado será
de Caso Aislado aunque lo oculte, entonces. Menos probable sería que lo hiciera
de forma altruista, ¿imagináis a gente de izquierdas al azar comprando bots
para que Nueva Revolución gane visitas? Gracioso ya sería, yo ahí lo dejo.
Lo que no sé muy bien es qué pintan en esto Kike Málaga (podría
ser socio para amortizar bots, oye) y el resto de cuentas retuiteadas por los
bots, que incluyen a la Guardia Civil y todo. Pero en eso está parte de la
gracia, ¿no? ¿No es intrigante el submundo de los bots?
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