Con esta cuarta entrega acabo ya lo de Escritor sin ideas, porque precisamente ahora lo que tengo son ideas y lo que me falta es tiempo para plasmarlas.
Si tanto es su némesis para la escritura, también lo es para
su vida. En este momento, la dualidad vida/arte vuelve a pasar ante sus ojos,
tan fuerte como siempre.
Vaivén tras vaivén, escapar del Abismo se torna imposible.
Cada esperanza es acallada por las voces de la ¿realidad? que imponen su férreo
vacío.
Cada día sin escribir es un día más hundiéndose, un día más
cayendo hacia ese pozo que parece no tener fin, y que no lo tenga. Cada plan a
largo plazo es una quimera inservible que se desvanece en la nada.
Al fin y al cabo, el escritor es sólo una persona más. Tiene
las mismas limitaciones que cualquier otra. Y el acto de escritura no es sino
un proceso que hace una persona, con todos los defectos que ello conlleva.
Hasta que, por primera vez, el escritor rompe su promesa.
¿Qué sentido tiene ya seguir escribiendo cada día? ¿Con qué finalidad? Todo se
desvanecerá…
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