La ilustración, una vez más, está hecha por Jorge Álvarez.
He aquí un planeta que llora;
un planeta al que ha llegado su hora.
Una mujer, abrazada a su perra,
con fuerza a la vida se aferra,
maldiciendo el día en que el Imperio Tierra
comenzó aquella absurda guerra.
Víctimas de un ataque sin aviso,
se desploman sobre el suelo liso,
derramando su tierna sangre tibia;
huyen del dolor que la Muerte alivia.
En la antaño bella cápital, Háser,
vemos miembros cercenados con láser,
naves derramando una ola de fuego,
ignorando sin piedad todo ruego.
A los muertos les queda una esperanza:
la agridulce miel de la venganza,
que la Unión
sepa mover ficha,
aunque eso no cure tal desdicha.
Durante eones en la Galaxia hubo paz,
pero hoy ha sido rota sin piedad,
quebrada con muy firme decisión
por los que no supieron ver otra opción.
Quizá atacaron por riquezas, quizá por poder;
pero lo que dijeron a sus soldados
fue que lo hicieron para su visión imponer,
y así purgar a la
Unión de sus pecados.
Nada saben de esto los que yacen en Dôran,
los que tendidos en el frío suelo imploran,
sólo unos pocos previsores lo intuyen
mientras de sus hogares en ruinas huyen.
Y es que la cruel bomba
no conoce perdón,
sólo tiene el don
de ser la que el acero comba.
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